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EL CLUSTER MINERO PERUANO EN ACCIÓN: EL CASO DE TAMBORAQUE


Enviado por   •  17 de Enero de 2016  •  Informes  •  1.603 Palabras (7 Páginas)  •  353 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CALLAO

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS

CURSO: DESARROLLO ECONÓMICO

DOCENTE: MARIO CORONADO ARRILUCEA

SEMESTRE ACADÉMICO: 2015-B

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CASO: 5

EL CLUSTER MINERO PERUANO EN ACCIÓN: EL CASO DE TAMBORAQUE

La minería es una actividad muy antigua en el Perú. De hecho, se remonta hasta la época precolombina, cuando se utilizaban diversos minerales, entre otras cosas, para la metalurgia, que se manifestaba en la fabricación de productos artesanales y suntuarios de finísima calidad. No obstante, la minería recién se vuelve una actividad intensiva con la llegada de los españoles, durante la Colonia, una época en la que, además, se concentra básicamente en la producción de plata y oro, y mercurio para lixiviación. En estos tiempos, los minerales básicamente se acumulan, se atesoran, o sirven para comprar manufacturas: los españoles no las fabrican, básicamente son compradores.

Entenderemos a cluster como : Una aglomeración de empresas con una misma actividad en una zona geográfica no necesariamente apunta a crecer en el valor agregado de sus productos

Ahora veamos dos puntos de vista uno de Centrum Católica atraves  de su investigadores Piero Morosini y Silicon Valley por otro lado  desde el  punto de vista de Michael Porter .

  • EL CLUSTER MINERO PERUANO SEGÚN CENTRUM CATÓLICA

Por el lado de Centrum Católica atraves  de su investigador Piero Morosini los clusters mineros en el Perú, en toda la extensión de su significado, no son una realidad. “Los agentes económicos deben cooperar efectivamente para crecer en la escala del valor agregado. Hablar de un cluster minero es –un poco- forzar los términos”, cuestionó.Aquí, la trampa parece estar en el tipo de colaboración que existe entre estas minas. “¿Están cooperando para crecer en el valor agregado de productos y servicios que ofrecen?”, continuó Morosini. Un ejemplo concreto sería la creación de centros de investigación, tomando como referente la historia de Silicon Valley. Hasta los años 70 -comentó el investigador-, el suministro de tecnología estaba dedicado a las bases militares en esa área californiana. De la apuesta de estas empresas, nace el Stanford Industrial Park. Posteriormente, una serie de empresas -incluida Hewllet-Packard, comenzaron a llenar ese valle.Estos grupos de empresarios pusieron “dinero de su bolsillo” y consiguieron ayuda del gobierno, dando paso a una madura Stanford University, que aún conserva su título por ser una de las mejores de EE.UU.

En el caso de la minería peruana, el ejemplo de Silicon Valley puede ser un ejemplo prometedor, pero todavía no se ha ejecutado.

“Tendríamos que ver minas locales y capital internacional trabajando en cercanía geográfica, pero cooperando. Por ejemplo, creando centros de investigación para desarrollar tecnologías de extracción menos invasivas, más ecológicas”, apuntó Morosini. Sin embargo, aunque el concepto de cluster que sostiene Morosini no es tangible en la minería peruana, su actividad tiene un gran impacto económico en otros actores alrededor de una zona minera. A esto, el investigador respondió que el valor agregado debe ser una cadena específica: desde los insumos hasta el cliente final, pero no el impacto “colateral”.

Si las mineras en el Perú siguieran esta definición -explicó Morosini-, se unirían para seguir los pasos de Silicon Valley, considerand ¿Podemos concebir que se puedan desarrollar tecnologías alternativas? Por supuesto que es posible. La historia lo demuestra”, anotó.

“Pero no existe ningún cluster minero en el Perú desde ese punto de vista. Ni existe un cluster metalmecánico”, indicó el docente.

¿El secreto? Parece ser la cultura empresarial. “Es un activo intangible que existe en cualquier cluster industrial verdadero […] La típica historia de quienes llegan a estos clusters es que llegan desnudos y se hacen millonarios en poco tiempo”, finalizó.

  • EL CLUSTER MINERO PERUANO SEGÚN MICHAEL PORTER Y JUANA R. KURAMOTO

Durante la década de 1990, los trabajos de Michael Porter plantearon el concepto de clúster para dar cuenta de las ventajas comparativas que adquirían ciertas concentraciones territoriales de empresas en el comercio manufacturero mundial. En sus propios términos, el concepto hacía referencia a «las concentraciones geográficas de empresas interconectadas, proveedores especializados, proveedores de servicios, empresas en sectores próximos, e instituciones asociadas (como, por ejemplo, universidades, agencias gubernamentales, asociaciones empresariales, etc.) en ámbitos particulares, que compiten pero que también cooperan» (Porter, 1998: 78). Su ventaja comparativa se deriva de la proximidad física que genera entre compradores y vendedores, con lo que en teoría se distorsionan menos los precios determinados por oferta y demanda; los inventarios de producción se pueden encontrar en sus mínimos

niveles sin peligro de retrasos para la producción; y, finalmente, la cadena que se crea permite una sinergia que agrega valor a los productos y vuelve más competitivos a sus fabricantes.

Las ventajas descritas hacen de los clúster una excelente oportunidad para el desarrollo de determinados sectores, más aún cuando existe una actividad productiva como la minería que puede tener un alto grado de arrastre sobre otros sectores vinculados. Se agrega, a ello, que la globalización y los avances en las tecnologías de la información y comunicación han eliminado la principal limitación de los clúster: su carácter geográfico. Ahora no se hace necesaria una proximidad física o geográfica para que exista cooperación entre empresas o se produzcan aprendizajes o innovación colectiva, pues estas se pueden dar a distancia, cuando se crean los llamados networks industriales (Humphrey y Schmitz, 1995). Un ejemplo clásico de este tipo de organización de cadenas de producción se da en la industria automotriz, con la idea de que «las ventajas que no se obtienen por la cercanía territorial de las empresas se puedan suplir por una expresa relación de colaboración entre ellas» (Humphrey y Schmitz, 1995:9). Un intento de explotar el tipo de competitividad que puede generarse a través de la asociación de empresas es el del programa Proyectos Asociativos de Fomento (PROFO) de Chile, que apoya a grupos de tres empresas que busquen materializar una idea en común para que aprovechen al máximo la

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