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Cajon De Sastre - Isabel Solé


Enviado por   •  11 de Julio de 2012  •  6.357 Palabras (26 Páginas)  •  3.062 Visitas

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Cajón de sastre

Isabel Solé

A estas alturas, espero que encontrar un capítulo con este título no le produzca ningún sobresalto. En este «cajón de sastre» incluiré aspectos que quedaron relegados a lo largo de la obra, insistiré en otros que me parecen esenciales, y aportaré, aunque poca, nueva información. Si bien todo ello se encuentra relacionado, porque todo tiene que ver con las estrategias de lectura, el capítulo no guarda una estructura similar a la de los anteriores; de ahí que se trate más de un cajón de sastre que de otra cosa. De todos modos, no se desanime. Aunque poco estructurada, la información que se vierta aquí no tiene por qué ser poco interesante. De hecho, podría usted considerar que a lo largo de este capítulo va a tener ocasión de utilizar de forma intencional y sistemática las estrategias que le permitirán comprender y establecer vínculos significativos entre lo que contiene y lo que usted ya sabe y ha podido construir hasta aquí.

Para ayudarle, le adelantaré su estructura. En un primer apartado, voy a considerar las relaciones éntrela forma de enseñar que en líneas generales se ha dibujado en este libro y el tema de la evaluación. El segundo apartado se ocupará de aspectos concretos de las situaciones de enseñanza/aprendizaje de la lectura que, a mi juicio, conviene resaltar. El tercero y último apartado lo dedicaré a señalar la pertinencia de considerar la enseñanza de la lectura como una cuestión compartida, de proyecto curricular de centro.

La enseñanza y la evaluación de la lectura

Aunque éste es un libro que debería ocuparse de las estrategias de lectura y de su enseñanza, considero necesario pronunciarme sobre su evaluación; no tanto con el objetivo de abordar una discusión en profundidad sobre ese espinoso tema, cuanto con el de hacer ver sus conexiones con una cierta manera de enfocar la educación.

Siguiendo a numerosos autores, hemos considerado en otro lugar (Miras y Solé, 1990) la evaluación como:

«Una actividad mediante la cual, en función de determinados criterios, se obtienen informaciones pertinentes acerca de un fenómeno, situación, objeto o persona, se emite un juicio sobre el objeto de que se trate y se adoptan una serie de decisiones relativas al mismo.» (pp. 420.)

Esta actividad puede encontrarse presente en diferentes puntos del proceso de enseñanza/aprendizaje, y también, por supuesto, si dicho proceso se articula alrededor de las estrategias de lectura. Así, encontramos la evaluación inicial, a través de la cual obtenemos información sobre el bagaje con que un alumno aborda la actividad de lectura; la evaluación sumativa, al final del proceso, a través de la cual

podemos establecer un balance de lo que el alumno ha aprendido; y la evaluación formativa, que nos informa del desarrollo del propio proceso y nos permite intervenir en él para irlo ajustando progresiva-mente.

Sin entrar en detalles acerca de la definición y clasificación propuestas, señalaré que los tres tipos de evaluación no son excluyentes, sino complementarios, y que en todos los casos se encuentra presente, aunque con matices diferentes, una dimensión reguladora, en el sentido de que proporcionan informaciones que permiten ir ajustando las características de los procesos de aprendizaje con las características de la enseñanza.

Le ruego que recuerde ahora lo que decíamos en los capítulos 4 y 6 acerca de los principios generales que desde una óptica constructivista guían la enseñanza de estrategias de lectura, y la caracterización que hemos realizado de las tareas de lectura compartida. Lo que en síntesis se propone, para enseñar, es partir de donde está el alumno, asegurar que la tarea de aprendizaje constituya un reto a su alcance, intervenir de tal modo que se pueda facilitar la ayuda necesaria y constatar que progresivamente puede usar con competencia las estrategias enseñadas de forma autónoma. Verá como los tres tipos de evaluación a que nos acabamos de referir, aunque de distinto modo, desempeñan un papel determinante en el proceso de enseñanza.

En la perspectiva que hemos adoptado, la evaluación inicial es la que nos permite conocer los conocimientos previos con que el alumno va a abordar una situación de lectura, e inferirlo que podrá o no podrá hacer con lo que nos proponemos enseñarle. La información que nos proporciona es esencial, y puede conducir a tomar decisiones de muy distinto tipo: desde seguir adelante con el plan previsto, hasta rechazarlo por completo, pues inferimos que la distancia entre aquellos conocimientos y lo que proponemos es demasiado dilatada como para asegurar la realización de un aprendizaje significativo. Con todo, lo más probable es que el acceso a los conocimientos previos de los alumnos, a sus expectativas e intereses, así como a lo que inferimos que se encuentra a su alcance, nos lleve a articular algún tipo de intervención que asegure que el alumno pueda «enganchar» de entrada con el proceso, como medio para ir un poco más allá de donde se encuentra a lo largo de tal proceso.

Por su parte, la evaluación formativa es inherente a la concepción constructivista del aprendizaje y de la enseñanza que hemos adoptado en esta obra. Si piensa un poco en ello, verá que la única forma de intervenir de manera ajustada, teniendo en cuenta a la vez lo que el profesor se propone y el proceso de construcción del propio alumno -que por supuesto no es independiente de lo que hace el profesor-, consiste en evaluar continuamente lo que está pasando a lo largo de la situación de enseñanza y aprendizaje en que tiene lugar dicho proceso. Evaluar, es decir, obtener informaciones pertinentes acerca de la situación (observarla, observándose a sí mismo y el resultado de la propia actuación) que permitan al profesor emitir un juicio sobre el desarrollo de la misma («funciona como había previsto... este alumno se descuelga... esto no acaba de quedar claro... es demasiado sencillo... no entienden nada de lo que estoy diciendo...») con el fin de

tomar decisiones al respecto («continúo interviniendo de este modo... voy a ver qué ocurre, por qué se ha perdido este chico... recapitulo e intento exponer lo que me parece fundamental, a ver si así se entiende... hago una propuesta un poco más retadora... más vale que me pare e intente comenzar de otra manera...» etc.).

Dicho -o mejor, escrito- de esta forma, tal vez le pueda parecer algo muy complejo. Bueno, en realidad ya convinimos en que enseñar bien no es en absoluto sencillo, y que obviar su dificultad es propio de planteamientos restrictivos y simplistas sobre la educación. La evaluación formativa tiene lugar a lo largo del proceso

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