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Etica Protestante Y El Espíritu Capitalista

kolih22 de Septiembre de 2013

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En las líneas de la lectura Max Weber dice que la religión protestante es la que domina en la clase capitalista alemana. Al darse cuenta Weber que la diferencia entre capitalistas protestantes y capitalistas católicos es considerable, llega a la conclusión de que la ideología protestante promueve de un modo u otro la construcción del capitalismo.

En el cuerpo del libro destaca lo que a mi parecer parece una pregunta fundamental:¿ Qué es el espíritu del capitalismo?. La ética del capitalismo plantea que el fin supremo de nuestra vida es el adquirir riquezas, la búsqueda del enriquecimiento no se ve como un medio para lograr un fin. El goce, descanso o el retirarse, no son los objetivos de la mentalidad capitalista, aunque si puede ser el de las economías capitalistas poco integradas al sistema.

El capitalismo actúa como un orden extraordinario en el que el individuo queda atrapado inevitablemente, el empresario que no se amolde a la ética capitalista esta encaminado a desaparecer.

Infiero que no se debe perpetuar el “auri sacra fames”, la simple avaricia con el capitalismo, pues, frente al desenfrenado deseo de conseguir dinero de cualquier modo el capitalismo admite que no todo vale. La finalidad es la recaudación de beneficios, pero esta acumulación debe ser de forma legal, de manera respetuosa y bajo las reglas del juego.

La estafa, la malversación, el desfalco oe l nepotismo no son comportamientos aceptables dentro de la economía capitalista, de hecho la persecución de la corrupción económica en las sociedades capitalistas, es un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad. A diferencia de la simple avaricia de dinero, el capitalismo tiene reglas precisas y específicas y de cierto modo inquebrantables para el juego.

El capitalismo ha estado muchas veces a punto de instaurarse, en la Antigüedad mediterránea o en Oriente, pero siempre chocó con la mentalidad “tradicionalista” según la cual un hombre trabaja con el propósito de vivir o, en su defecto, de vivir bien. Muchos mercaderes hacían un capital que usaban para acceder a la nobleza o para vivir de las rentas, esto rompía la dinámica capitalista de buscar más y más riquezas e invertir los beneficios en obtener más beneficios. En pugna con la mentalidad natural según la cual la riqueza es un medio y no un fin en si misma el capitalismo tuvo difícil imponerse como mentalidad predominante.

El catolicismo que consideraba este mundo manchado por el pecado original se amoldaba perfectamente a la mentalidad tradicionalista, los retiros monásticos son un ejemplo de esto: la verdadera vida es la vida contemplativa, alejada del trasiego del mundo. Con Lutero la visión del trabajo cambió en el cristianismo y se transformó en una manifestación palpable del amor al prójimo, ante Dios toda profesión tiene el mismo valor. Lo propio de la Reforma fue acentuar el valor ético del trabajo como profesión. Pero en Lutero aún sigue vivo el espíritu del tradicionalismo ya que la asunción de la profesión era algo que el hombre debía realizar como una misión impuesta por Dios; lo único novedoso fue la desaparición de los llamados “deberes ascéticos” (superiores a los “deberes con el mundo”) y el fin de la conformidad con la situación asignada a cada cual en la vida social o profesional. El verdadero punto de inflexión que permitió la instauración del capitalismo fue el nacimiento del calvinismo:

El calvinismo cree en la predestinación de la salvación. El hombre no puede hacer nada para salvarse, no es nada comparado con Dios; es el mismo Dios el que otorga la gracia a los elegidos. Mientras el católico puede obtener el perdón de sus pecados en la confesión y el luterano podía reparar con buenas obras los actos de debilidad, el calvinista no podía hacer nada para obtener la gracia de Dios ya que provenía

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