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LA CULTURA COMO FINALIDAD DEL DESARROLLO

exilios10 de Julio de 2014

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LA CULTURA COMO FINALIDAD DEL DESARROLLO

Documento para el Seminario de Expertos en Políticas Culturales

Organización de Estados Americanos ―OEA―

Vancouver, Canadá, marzo 18 y 19 de 2002

1. Antecedentes

El concepto de desarrollo ha experimentado variedad de transformaciones, si bien algunas veces éstas no se han dado en forma sucesiva. Para los fines de este documento hacemos un breve recuento de las principales transformaciones del concepto, sin perder de vista que cada vez son más las formas de comprenderlo. Así, podemos afirmar que hacia la década de los cincuentas, predominaba un concepto economicista del desarrollo que tenía como meta el progreso material. Más adelante, hacia los años ochentas, se impone el concepto de desarrollo humano y luego, gracias especialmente a la Cumbre de Río en 1992, el de desarrollo sostenible, dentro del cual la cultura juega un papel esencial, como lo establece el Plan de Acción de Estocolmo de 1998 al afirmar que “el desarrollo sostenible y el auge de la cultura dependen mutuamente”.

A. Transformaciones de la relación entre cultura y desarrollo

La relación entre cultura y desarrollo está llena de complejidades. Cuando el desarrollo se medía en términos de progreso material, la cultura era vista, en algunos casos, como un obstáculo que podía desacelerar los ritmos del progreso, como lo expresa un documento escrito por un grupo de expertos reunido por las Naciones Unidas en 1951 con el fin de crear políticas y acciones para el desarrollo económico de los países subdesarrollados:

Hay un sentido en el que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse; y grandes masas de personas incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico.

Esta concepción del desarrollo ponía en riesgo la sostenibilidad de múltiples culturas al fomentar su homogeneización.

Más adelante las conferencias de la UNESCO de Venecia (1970) y México (1982) afirmaron el valor de la cultura como componente estratégico para el logro de un desarrollo integral en el que las diferencias culturales dejan de ser consideradas como obstáculos para ser apreciadas como oportunidades.

En el contexto del Decenio Mundial para la Cultura y el Desarrollo 1988 ― 1997, el informe Nuestra Diversidad Creativa da un salto cualitativo con respecto a la posición anterior al reconocer en la cultura, más que un componente estratégico del desarrollo, su finalidad última: “La cultura no es, pues, un instrumento del progreso material: es el fin y el objetivo del desarrollo, entendido en el sentido de realización de la existencia humana en todas sus formas y en toda su plenitud”.

Actualmente, el desarrollo es éticamente justificable sólo si es sostenible cultural y ambientalmente y si se tienen en cuenta en su formulación las diferencias culturales. En este sentido, el desarrollo es positivo cuando se construye a partir de la negociación entre las distintas culturas y cuando asegura que los procesos de planeación sean colectivos y expresen los sueños y las identidades de los actores por él beneficiados.

De esta manera, el desarrollo deja de ser un fin en sí mismo y la cultura, en lugar de ser un medio para alcanzarlo, se reafirma como su finalidad última.

A pesar de que la reacción inicial frente a un desarrollo tendiente a homogeneizar las diferencias culturales se dirigió hacia la protección de estas diversidades, no podemos permitir que este esfuerzo derive en el replegamiento de las culturas sobre sí mismas. La interacción cultural a nivel nacional, regional e internacional es un hecho innegable que debe ser objeto de preocupación sólo cuando va en detrimento de la diversidad cultural.

Al respecto cabe recordar este principio del Plan de Acción de Estocolmo: "... la defensa de las culturas locales y regionales amenazadas por las culturas de difusión mundial no debe transformar a las culturas afectadas en reliquias despojadas de su propio dinamismo y desarrollo". En esta medida, es deseable propugnar por un desarrollo negociado, resultado de la concertación, del diálogo entre las culturas, en muchos casos híbridas, en un marco de libertad de expresión.

Pregunta para la discusión

¿Cómo garantizar que las instituciones gubernamentales y el desarrollo se pongan al servicio de la diversidad cultural y contribuyan a la promoción del diálogo intercultural?

B. ¿Qué desarrollo?

Teniendo en cuenta lo anterior, cuando valoramos la cultura como el fin del desarrollo, nos referimos al desarrollo en los siguientes términos:

• Un desarrollo que tome en cuenta las especificidades culturales

Sólo puede asegurarse el desarrollo equilibrado mediante la integración de los factores culturales en las estrategias para alcanzarlo tomando en cuenta la dimensión histórica, social y cultural de cada sociedad.

Nuestra Diversidad Creativa

• Un desarrollo participativo que sea concebido por la ciudadanía y contribuya a hacer realidad sus sueños y aspiraciones

...el desarrollo significa el enriquecimiento de la identidad profunda de un pueblo, de sus aspiraciones, de la calidad integral de su vida tanto en el plano colectivo como en el individual...

Mundiacult 82

... el gobierno y la sociedad civil deben aspirar a lograr una asociación más estrecha para la elaboración y puesta en práctica de políticas culturales que estén integradas en las estrategias del desarrollo.

Plan de Acción de Estocolmo

• Un desarrollo no excluyente de la diferencia.

Las contribuciones presentadas en el Foro de cultura y desarrollo auspiciado por el BID tienen todas como punto común la búsqueda de otro tipo de desarrollo: un desarrollo más participativo. En efecto, la observación general concluye que la cuestión social en América Latina no se puede seguir planteando en términos de pobreza (precariedad económica), sino sobre todo de exclusión social (marginación del proyecto colectivo). Esta constatación nos obliga a elaborar los programas de desarrollo de otra manera en la que los beneficiarios de estos programas adquieren una importancia mayor.

Foro sobre Cultura y Desarrollo, BID, 1999

• Un desarrollo que amplíe las oportunidades de creación y la expresión plena de las capacidades humanas

Es posible concebir el desarrollo como un proceso destinado a acrecentar la libertad de cada cual en el logro de sus aspiraciones esenciales. Se trata en este caso de lo que llamo concepción “emancipadora” del desarrollo –en que la riqueza material es sólo una función del sistema de valores y donde el progreso socioeconómico está determinado por lo cultural.

Amartya Sen

• Un desarrollo que utilice el potencial de la memoria y lo ponga al servicio de la calidad de vida, la creación y la producción de conocimiento

• Un desarrollo que garantice la protección de los derechos culturales

• Un desarrollo que genere prosperidad económica y social

C. La cultura y las políticas de desarrollo

La cultura, cada vez más, gana relevancia en los procesos de formulación de políticas públicas. Dentro de los planes de desarrollo, por ejemplo, la cultura comienza a aparecer formulada como un componente transversal y como un sector específico. Así, es posible encontrar tanto políticas que entienden el desarrollo como una manera de afirmar los procesos sociales y culturales, como políticas específicas que abordan temas diversos, como el patrimonio, las artes, las industrias culturales, entre muchos otros. Estas políticas son las que se impulsan directamente desde lo que se reconoce en algunos países como sector cultural.

A pesar de que en muchos países americanos el sector cultural interactúa con los demás sectores gubernamentales en la formulación de los planes de desarrollo, es necesario trabajar para definir con más claridad esta participación. Por una parte, se trata de que la cultura no sea tratada como un componente más, sino como la finalidad última del desarrollo, y por otra, de que los intereses propios de las culturas tengan un papel preponderante en los procesos de planificación. Este propósito obliga, por supuesto, a valorar la participación de la sociedad civil en dichos procesos y a garantizar la vinculación efectiva entre éstos y las tomas de decisión.

Es preciso lograr entonces, como lo propone el Plan de Acción de Estocolmo, que toda política para el desarrollo sea profundamente sensible a la cultura misma, propósito que implica, de parte de los ministerios de cultura y de las instituciones responsables de las políticas culturales

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