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La escuela primaria argentina


Enviado por   •  19 de Mayo de 2020  •  Informes  •  1.749 Palabras (7 Páginas)  •  255 Visitas

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LA ESCUELA PRIMARIA ARGENTINA

En el presente informe, analizaremos el origen de la educación primaria en Argentina y su evolución, relacionándola con las cuatro revoluciones educativas propuestas por Axel Rivas (2014), y poniéndolas en diálogo con los marcos normativos de cada época.

Desde la colonización de América, fueron las órdenes religiosas las encargadas de impartir la educación en la región que formaba parte de las colonias españolas en América, con el objetivo de inculcar los dogmas católicos. Ya que, en esta época hubo guerras religiosas entre católicos y protestantes, por lo que la educación se convirtió en un arma poderosa para inculcar una religión determinada y formar fieles creyentes. En lo que hoy constituye el territorio argentino, se aplicó lo que conocemos como la pedagogía de la evangelización, ya que la principal preocupación fue la conversión de los indígenas americanos al catolicismo y la incorporación a la civilización cristiana española.

Ya en 1810, al producirse la Revolución de Mayo, y en 1816 la declaración de Independencia de la República Argentina, distintos actores sociales hicieron los primeros intentos en transformar la educación para impartir la enseñanza elemental de habilidades básicas como leer, escribir y contar.

En la sanción de la Constitución Nacional de 1853, se consagró el derecho de enseñar y aprender, y quedó en manos de las provincias la responsabilidad de la educación primaria, que fundaron escuelas provinciales coexistiendo con las nacionales.

Después de la sanción de la Constitución, se inicia en Argentina un período donde era fundamental conformar un Estado Nacional, a pesar de los enfrentamientos internos que afectaron hasta 1861. Desde 1862, la unificación del territorio, la consolidación de la paz como bien político y social, la incorporación de Argentina al mercado económico mundial, el fomento de la inmigración europea para poblar el país e incorporar mano de obra, fue acompañado por la creación de un sistema jurídico y de políticas de fomento y apoyo a la educación pública.

Los gobiernos conservadores y liberales entre 1880 y 1916, en Argentina, dieron prioridad a la sanción de leyes laicas separando a la iglesia de cuestiones claves como la educación. En este contexto señalado, se produce un hito importante en la educación primaria argentina. En 1884 se sanciona la Ley de Educación Común 1420, estableciendo la educación primaria obligatoria, graduada y gratuita, teniendo como objetivo la formación de una identidad nacional en los habitantes que vivían en Argentina, sean inmigrantes o no.

Con la sanción de esta ley, la primaria debía ser universal, tenía que llegar a todos, para conquistar y homogeneizar a los habitantes con una cultura común y la pertenencia a la Nación. La escuela no era un derecho, sino una obligación a cumplir con el Estado, por lo que no daba lugar a la inventiva, creatividad y libertad de los niños.  

El modelo político, social y económico cambia con la llegada al poder del peronismo y, por ende, cambia la concepción de educación, la cual se consideró como un instrumento para preparar a los sujetos, específicamente, para la vida social y capacitarlos para el trabajo. El peronismo puede ser visto como otra de las etapas de la historia argentina que utilizó a la educación como un instrumento de adoctrinamiento de las conciencias, pero también como un modelo político que logró masificar la educación, pensando en los sectores sociales vulnerados.

Luego de las dos presidencias consecutivas de Perón, de las cuales la última no pudo culminar, se dieron en Argentina una serie de dictaduras militares, y a nivel internacional las consecuencias del fin de la Segunda Guerra Mundial (Guerra Fría). Este clima de posguerra y dictaduras dieron lugar a las revoluciones culturales, que en Argentina fueron encarnadas principalmente por el rock y el movimiento hippie, por lo que la idea de autoridad, norma y costumbre comenzaron a criticarse. Los jóvenes comenzaban a soñar con un mundo nuevo, donde podían ser ellos mismos, desencadenados y libres.

Estos ideales pusieron en crisis la autoridad moral, pedagógica y la intervención monopólica del Estado sobre las conciencias de los alumnos. Pero junto a esto, también se dio la masificación de la televisión lo que llevó a que las personas puedan ver el mundo en las pantallas, y provocó que la escuela pase a ser aburrida frente a la sociedad de consumo.

Esta tercera revolución deja las aulas temblando, pero este gran torbellino de tratar de darle sentido a las aulas se potencia con la llegada de la cuarta revolución educativa: la revolución digital (Rivas, Axel: 2014; p.26). El imperio de internet y la conectividad provocó y provoca aún, la multiplicación infinita de fuentes de conocimiento y entretenimiento, lo que lleva a pensar en un posible mundo de personas autodidactas que aprenden solos frente a las pantallas, reemplazando a las escuelas y docentes.

Frente a este contexto, es necesario preguntarnos ¿vale la pena ir a la escuela? Coincidiendo con el pensamiento de Axel Rivas, sostenemos que sí. Las escuelas son necesarias porque son un factor crucial de transformación personal y de socialización; en las aulas está la protección y el cuidado de los docentes, la amistad entre los alumnos, el aprendizaje y el desarrollo de capacidades para actuar en el mundo que nos rodea. Muchas veces, los niños encuentran en la escuela lo que en la familia no se ofrece, por eso es un lugar valioso.

Retomando la idea de la revolución digital, durante la presidencia neoliberal de Menem se sanciona, en 1993, la Ley Federal de Educación 24.195, la cual establece un primer intento de llevar a las aulas los conocimientos informáticos. Si bien, no se le otorgó un espacio curricular propio, se promovió la utilización de recursos tecnológicos.

Ya en 2006, durante la presidencia kirchnerista se sancionó la Ley de Educación Nacional N° 26.206, que aún rige en la actualidad. Esta ley entendió la educación como un bien público y un derecho de todos; estableció ocho modalidades de educación para responder a requerimientos específicos de formación y para atender las particularidades de carácter permanente o temporal, personales y/o contextuales, con el propósito de garantizar la igualdad en el derecho a la educación.

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