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Critica A NO CONOCES A JACK


Enviado por   •  16 de Julio de 2012  •  4.735 Palabras (19 Páginas)  •  1.201 Visitas

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NO CONOCES A JACKS

You don´t know Jack... Este es el título original de la película que hoy nos ocupa. Pero ¿realmente conocemos quién fue Jack Kevorkian? Existe cumplida información sobre su vida y obra en las hemerotecas de los medios de comunicación... Para unos fue un loco visionario, un pervertido obsesionado con la muerte, un médico sádico y un asesino en serie. Hay quien lo ha equiparado con Joseph Mengele o con Harold Shipman...

Por si no fuera suficiente, su macabro legado artístico (sin duda merecedor de un capítulo aparte) tampoco ha sido tratado con demasiada indulgencia...

Sin embargo, otros lo ven como un pionero que planteó cuestiones cruciales relacionadas con el final de la vida, que provocaron sustanciales modificaciones legales además de una profunda revisión del abordaje de la enfermedad terminal, la eutanasia, la muerte digna, el testamento vital, los cuidados paliativos y el rechazo al tratamiento.

Sin compartir ni refutar sus peculiares tesis, podemos atrevernos a decir que Jack Kevorkian actuó como el detonante de un apasionado debate bioético que se instala sobre esa delgada línea roja que separa la vida de la muerte, discusión que todavía perdura y que se va enriqueciendo con las aportaciones emanadas desde las fuentes de la Medicina y del Derecho, pero también de la Religión, la Filosofía y la Política.

Antes de visionar "No conoces a Jack" (Barry Levinson, 2010) podríamos pensar que vamos a enfrentarnos a un biopic más, a otro relato cinematográfico sobre la biografía de un personaje popular. En la carátula del DVD se nos informa que el protagonista es nada más y nada menos que el Dr. Jack Kevorkian, el controvertido patólogo norteamericano de origen armenio que a finales del pasado siglo XX se erigió en el paladín de la eutanasia.

Obviamente, la visión personal del director y del guionista Adam Mazer nos presenta argumentos favorables al protagonista. No olvidemos que se trata de una película, que esto es cine... ¡y tiene que entretener al público!.

La cinta comienza con una escena harto significativa, una síntesis de toda la historia posterior. El Dr. Kevorkian (encarnado magistralmente por el Al Pacino gracias a una más que convincente caracterización) observa la agonía de una anciana, conectada a infinidad de tubos y máquinas, a través de los cristales de una unidad de cuidados paliativos.

La mirada perdida de la paciente parece suplicar que un alma caritativa ponga el punto final a su padecimiento. Y es precisamente esa aflicción la que rememora en el médico el final de la vida de su propia madre...

Siempre en compañía de su inseparable hermana Margo Janus (Brenda Vaccaro), Jack revisa una infinidad de tratados sobre la eutanasia que se acumulan en las estanterías de la biblioteca.

La cámara va recorriendo por algunos volúmenes... "Crime, Justice and Correction" (Paul Wilbur Tappan 1960), "The call of Conscience" (Michael J. Hyde 2001), "An Act of Mercy. Euthanasia Today" (Richard Trubo 1973), "The troubled dream of life" (Daniel Callahan 2000), "Angels of Death" (Roger S. Magnusson 2002), "A Time to Die" (Charles F. McKhann 1999), "Let me die before I wake" (Derek Humphry 1981), "How we Die" (Sherwin B. Nuland 1995), "Coping with physical illness" (Rudolph H. Moos 1977) y "L´Euthanasie" (Françoise Boivin 1989).

Mientras comenta con su hermana que en Europa, y más concretamente en Holanda, ya se había comenzado a practicar la eutanasia, Kevorkian sostiene entre sus manos un ejemplar de "Euthanasia and the right to death" (A. B. Downing 1977)

CINEFILIA: nos encontramos ante un típico error de raccord. La primera paciente a la que Kevorkian ayudó a morir fue Janet Adkins, enferma de Alzheimer, que se quitó la vida el 4 de junio de 1990 a los 54 años de edad empleando el Thanatron, artilugio concebido por el denominado Dr. Muerte.

Por lo tanto, resulta imposible que Kevorkian pudiera consultar libros inexistentes entre 1989 y 1990, al haber sido escritos y publicados varios años después...

Kevorkian diseñó un sencillo aparato que permitía el suicidio del paciente. Basado en ciertos sistemas de ejecución norteamericanos que empleaban inyecciones letales, éste consistía básicamente en una transfusión intravenosa de una solución salina que posteriormente era sustituida por otra de tiopental sódico, fármaco inductor de un coma profundo, mediante un sistema que accionaba el propio paciente. A continuación, transcurrido apenas un minuto, un temporizador activaba automáticamente la inyección de una mezcla de bromuro de pancuronio (un miorrelajante que en la película no se menciona) y cloruro potásico, en concentración suficiente para provocar un fallo cardíaco.

Nuestro protagonista también imprimió unas tarjetas de presentación en las que podía leerse: "Jack Kevorkian - Bioética y Obiatra - Asesoramiento especial sobre la muerte - solamente con cita previa". Como obiatra, sería el primer médico de esta innovadora especialidad...

Mientras juegan al póker en el almacén de LABSCO, una franquicia especializada en suministros médicos regentada por el inefable Neal Nicol (John Goodman), su amigo y colega, el Dr. Stan Levy (Todd Susman) le recuerda a Kevorkian la fama de excéntrico que se ha ido ganando a lo largo de su vida profesional.

Una anécdota a propósito: Jack Kevorkian se graduó en 1952 en la prestigiosa Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, Ann Arbor. Durante su etapa como médico residente su extravagancia le llevó a fotografiar y estudiar las corneas de los paciente moribundos buscando posibles cambios microvasculares en el momento del óbito. ¡En 1960 ya había ensayado con transfusiones de sangre de cadáveres a personas vivas!

Según la película, el primer paciente con el que Kevorkian deseaba aplicar su invento fue David Rivlin (Jeremy Bobb), un cuadrapléjico de 38 años que llevaba en dicho estado desde 1971, a consecuencia de una lesión medular en la 5ª vértebra cervical provocada en un accidente de surf.

En 1986, hubo de ser intervenido nuevamente para tratar de extirparle un aneurisma a la altura de la 2ª vértebra cervical; esta operación le dejó como secuela la parálisis de ambos brazos y la imposibilidad de respirar por si mismo...

Ante la incapacidad para poder sufragar todos los gastos necesarios para su cuidado, en mayo de 1989 Rivlin solicitó ser desconectado de sus medios de soporte vital, pero en julio de ese mismo año su petición fue rechazada por los tribunales por considerarla un ejemplo manifiesto de rechazo al tratamiento.

Ingresado en el asilo Oak Hill Care Center, en Farmington

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