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Gestion Humana


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2014  •  1.948 Palabras (8 Páginas)  •  192 Visitas

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A lo largo del tiempo, los estudiantes de administración de empresas, hemos sido educados en torno a la funcionalidad de las organizaciones y a cómo lograr de ellas sus mejores resultados con el objetivo principal de generar o aumentar la riqueza de sus propietarios. Seguramente la existencia de este objetivo no esté mal, pues vivimos en un mundo en el que la riqueza material se hace cada vez un poco más necesaria, en cuanto a que sin dinero difícilmente podríamos sobrevivir hoy en día: lo necesitamos para comer, vestirnos, tener un sitio donde vivir, tener salud, educación, seguridad, en fin, para suplir hasta las necesidades más básicas. Y como en repetidas ocasiones han dicho muchos profesores durante nuestra formación como administradores, “¿para qué se invierte en una empresa si no es para ganar más dinero del que invertimos?”. Esto suena muy lógico y coherente, es muy difícil encontrar quién destine sus recursos propios solo porque le gusta algo y no espera nada a cambio. Sin embargo, este afán por maximizar las utilidades y el uso de los recursos, nos ha conducido a un pensamiento tan rígido y materialista que incluso hemos llegado a ver como cosas a las personas y por ende, a buscar únicamente la utilidad que estas tengan, sin importar incluso si pasamos por encima de nuestros propios valores y creencias.

Como administradores, somos instruidos una y otra vez en el sentido estrictamente funcionalista de las organizaciones. Repetidamente se nos hace saber que nuestro trabajo como tales, es hacer el mejor uso de los recursos con que contamos para producir la máxima rentabilidad posible. Y es que para la administración, todo dentro de la organización son recursos: las materias primas, las maquinarias, los edificios, el dinero, hasta las personas, todas ellas son “cosas” que debemos emplear adecuadamente para ganar más utilidad monetaria. Si bien es cierto que lo ideal sería conseguir más aprovechando al máximo las cosas con que contamos, ¿cómo es posible que nuestro pensamiento se haya convertido en una máquina de hacer riqueza y se haya alejado tanto de su humanidad que ve a las personas como otra “cosa” más que hay que explotar al máximo?

Hemos visto a través de diferentes ejemplos de situaciones cotidianas propias, o de gente cercana, cómo en muchas ocasiones se nos trata como un objeto más de la empresa, un recurso más al que hay que usufructuar para conseguir los objetivos de la organización y que sin importar lo que pase con nosotros, debemos también convertirnos en los objetos que piensan que somos y dejarnos utilizar sin chistar, por miedo a perder nuestros trabajos y quedarnos sin cómo suplir nuestras necesidades.

Es curioso observar que a pesar de que con el paso del tiempo, está intentando cambiarse esa visión de la persona como cosa, en la mayoría de las organizaciones esa “cosificación” sigue siendo la esencia del trabajo con la gente, sin relacionarse con el nombre que se le ponga (recursos humanos, talento humano, colaboradores, etc.): “para gran parte de las organizaciones productivas contemporáneas el objetivo del departamento es que se logre maximizar los resultados de los trabajadores. Esto demuestra que, un siglo después de la aparición de la ‘administración científica’, subsiste el paradigma de que unos piensan y otros ejecutan” (Higuita-López, 2011).

Actualmente aun cuando los objetivos de productividad siguen siendo los mismos, los directivos de personal, buscan diferentes maneras de “re-vender” las ideas a los trabajadores de manera que se sientan más “motivados” a hacer mejor su labor, pudiendo ser esto en el fondo una manipulación a los mismos simplemente para obtener mayor valor de ellos.

En la actualidad, la gestión de recursos humanos principalmente se ha volcado en los procesos de nómina, en la capacitación de los trabajadores y en la vigilancia de su desempeño, lo que por supuesto hace parte del trabajo del área de gestión de personal. Como lo presenta el profesor Higuita en su texto Del manejo de personal a la dirección de personas (Higuita-López, 2011), lo mínimo de toda empresa que en realidad se preocupe por su personal, es tener un jefe del área que se responsabilice de los procesos propios de la misma, pues todos contribuyen al mejoramiento del desempeño de los trabajadores. Sin embargo, el cumplir con estos procesos, no significa precisamente considerar a los trabajadores como personas. El rigor de estos procesos de gestión de recursos humanos desencadena en los trabajadores comportamientos que no son legítimos en ellos, ya que la mayor parte no se sienten verdaderamente capaces de expresar sus sensaciones o sentimientos, por temor a tener problemas en su trabajo o hasta de perderlo, y muchas veces sintiéndose cohibidos hasta para pensar, coartando así parte de su dignidad humana. El profesor Fernando Cruz Kronfly nos dice, “el pensamiento es uno de los rasgos que define la frontera entre la especie humana y la animalidad… no hay ‘verdades’ sin pensamiento y sin lenguaje” (Cruz Kronfly, 2013) y como dice el profesor Higuita, “Prohibir hablar (así sea de forma sutil) es una manera de violentar” (Higuita-López, 2011).

En Colombia, donde vivimos en medio de tanta inequidad e inestabilidad económica, esta inhibición de pensamiento y de expresión se ha visto tan latente en nuestra sociedad, que incluso la “alegría, tan característica de los colombianos” se ha vuelto, como lo llama el profesor Cruz, un “mecanismo de defensa” que nos ayuda a ocultar las múltiples dificultades a las que como individuos y como sociedad nos vemos enfrentados diariamente (Cruz Kronfly, 2013). Por conocimiento general, hemos sabido que varios estudios han mostrado que muchos trabajadores no están contentos en su trabajo, no por sus funciones dentro de él, sino porque principalmente no se tiene en cuenta que ellos también son seres humanos, y que tienen un vida más allá de sus lugares de trabajo.

Usualmente no se les conoce como personas ni se dialoga con ellos para comprender un poco mejor el contexto al que pertenecen y, por qué no, entender la razón de su

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