LA META DE ELIYAHU GOLDRATT

El planteamiento del libro es sencillo: Alex, el máximo encargado de una fábrica lucha contrarreloj para que su fábrica no sea cerrada debido a las pérdidas que produce. El cierre no sólo le dejaría a él sin trabajo sino a un buen número de familias. La tensión le lleva a una crisis familiar que a punto está de acabar con su matrimonio.

Pero cuando más desesperado se encuentra, aparece Jonah, un antiguo profesor de física de Alex al que sin saber muy bien por qué le cuenta sus problemas. Jonah no es un economista ni empresario pero le plantea una serie de preguntas que hacen pensar a Alex. A partir de ahí, Alex reacciona y se da cuenta de que la fábrica es salvable.

La primera pregunta parece obvia pero el protagonista no había caído en ella: ¿Qué meta quiere alcanzar? Si no hay meta concreta no puede plantearse ningún objetivo ni ningún procedimiento para alcanzarlo. En ese momento Alex descubre que dispone de otra herramienta muy poderosa para salvar la fábrica: no está solo. Tiene a su lado un equipo bien preparado que cuando recibe la noticia de que la fábrica puede cerrarse se pone a su lado incondicionalmente.

A lo largo del libro Alex tiene varios encuentros con Jonah y éste, de forma misteriosa, no sólo se niega a contestar a sus preguntas, sino que le plantea otras. Al cabo, Alex descubre que las respuestas estaban en su interior. Tan solo necesitaba que algo o alguien las hiciese salir al exterior.

El único aspecto que creo que no está bien tratado es el de la relación matrimonial de Alex. Aquí el protagonista echa continuamente la culpa de los problemas a su mujer y el autor del libro, extrañamente, no nos lo presenta como un ser egoísta o un machista sino que da a entender que la culpa es de ella. Reconozco que me ha sorprendido. Él se centra en sus problemas, deja de lado a su familia pero la culpa de la crisis es de su esposa. Un planteamiento extraño ¿no? Bien es cierto que al final Alex reconoce parte de su culpa y su mujer se convierte en su aliado.

Por encima de todo el libro revolotean dos conceptos que no se mencionan expresamente pero que están ahí. El primero es el del coaching. Jonah es un coach aunque no se diga en ningún momento. Ayuda a descubrir el potencial que Alex lleva dentro y le ayuda a buscar sus respuestas sin que él se las diga. Además le ayuda a dar el primer paso, clave en un proceso de coaching: establecer la meta. Una vez establecida ésta podremos estudiar a fondo la realidad, las opciones de las que disponemos y el modo de alcanzarlas pero nada de eso podemos construir si no hay meta. ¿Evidente? No tanto. Muchos de nuestros problemas vienen de qué no sabemos qué es lo que queremos. Gran parte del éxito actual del coaching se debe a que ayuda a centrar nuestra vida y nos hace preguntarnos qué es lo qué quiero, qué es lo que busco… Lo demás vendrá después pero si no tenemos esto claro nos limitaremos a dar vueltas en círculo. También las da Alex buena parte del libro porque persigue una meta equivocada: la meta en sí no es salvar la fábrica, sino hacer que la fábrica gane dinero y sea rentable. Ese cambio de perspectiva hace cambiar también el modo de producción y permite localizar los puntos equivocados del proceso de producción. Y Alex no será consciente hasta el final no ya de que ya no necesita un coach, sino de que él mismo se ha convertido en el coach de su equipo. El éxito ahora será consecuencia del esfuerzo de todos.

El segundo concepto que inspira el libro es el de la mejora organizacional. Esta mejora se basa en determinar la meta a alcanzar y después en detectar los puntos negros del proceso de producción, los que lo paralizan (en el libro se denominan “cuellos de botella”) o los que crean un excedente de producción. La mayor parte del contenido del libro es actual pero también es cierto que está escrito hace ya una treintena de años

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