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Conflictividad En El Aula

rkarchmer9 de Noviembre de 2012

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Conflictividad en el aula. Violencia contra el profesor/a

Además de la violencia entre iguales, en los institutos de Educación Secundaria existe una gran conflictividad en el aula que afecta muy negativamente no solo al proceso de enseñanza-aprendizaje, sino también al profesorado, y esa conflictividad que llega a alcanzar cotas de la violencia real, de alta intensidad, puede hacer que el acoso entre iguales quede como algo periférico.

Durante las clases a alumnos/as de ESO (especialmente en los tres primeros cursos),se hace tremendamente difícil realizar algo riguroso, porque hay conflicto, tensión y descontrol, quedando con estas tres palabras perfectamente definida la situación de la Educación Secundaria. Y la situación, lejos de mejorar, va empeorando respecto a los cursos anteriores. Los innumerables comportamientos disruptivos que varios alumnos presentan durante las clases provocan violencia verbal, psicológica e incluso física, y ello es vivido frecuentemente con enorme disgusto y ansiedad por los profesores, quienes en casos extremos llegan a sufrir la total destrucción de su identidad profesional.

La casi total ausencia de la autoridad docente ha traído como consecuencia, que bastantes alumnos durante las clases presenten conductas inadecuadas, como es el comer chucherías o escuchar música en su walkman mostrando total desinterés hacia las explicaciones y figura de su profesor, cuando no, interrumpiendo las clases por su frecuente impuntualidad, llamando en voz alta a algún compañero, haciendo comentarios inoportunos a voz en grito, levantándose de su sito sin el permiso del profesor, enzarzándose con algún compañero dialéctica o físicamente, e incluso humillando descaradamente a su profesor. Estas situaciones, absolutamente habituales en muchas aulas durante las clases, provocan un importante descontento en el profesorado, que llega a sentir miedo o angustia previo a entrar en determinadas aulas.

Algunos alumnos/as presentan problemas muy serios de comportamiento, comportándose de forma grosera y desconsiderada, y muestran hacia su profesor/a o hacia sus compañeros una elevada agresividad física o verbal sin justificación alguna. Si bien es cierto que en general se trata de una violencia de “baja intensidad” (ruidos intencionados, chillidos estridentes, palabras malsonantes u obscenas en medio de una explicación, sin que muchas veces el profesor pueda reconocer o identificar su origen), no es menos cierto que este tipo de comportamiento crea un estado de tensión tal que tiene dosis de agresividad propia de la violencia real, de una violencia de alta intensidad que afecta sobre todo al profesorado. Ante estas conductas disruptivas, el profesor, una vez agotadas sus “estrategias pedagógicas”, trata de controlar la situación y el orden de la clase poniendo “partes” o “apercibimientos” graves y/o leves a esos alumnos conflictivos ante la Jefatura de Estudios, y cuya acumulación puede originar la apertura de “expedientes disciplinarios” al alumno/a en cuestión.

Un gran porcentaje de profesores señalan los “problemas psíquicos” como su mayor problema. Un 25 % de profesores tiene una baja oficial o circunstancial cada año, y aunque solo un 3 % de ellas se identifican con problemas de estrés, la mayoría de las otras dolencias son originadas por esto mismo. La mayoría de las bajas se producen por la conflictividad escolar a la que los docentes deben enfrentarse a diario, y aunque suele calificarse a esa conflictividad de moderada, también hay que decir de ella que es constante.

Las aulas, a menudo se convierten en verdaderos campos de batalla, por múltiples razones, y en esas condiciones desempeñar la tarea de profesor, exige disposiciones que podrían calificarse de “casi heróicas”.

El psiquiatra Carlos Castilla del Pino (2000), en una entrevista publicada en el “Semanal”, suplemento del periódico “El Sur”, dice: No hay ahora mismo profesión que depare mayor sufrimiento que la de profesor de Instituto. Existe una patología del docente verdaderamente terrorífica. Los alumnos les han hecho perder la autoridad y es imposible mantener el orden en las aulas; ya no tienen miedo a la amenaza del suspenso, porque hasta los padres, en este caso, se ponen en contra del profesor.

En realidad, la escuela, ya no es exclusivamente un lugar para aprender, porque se ha convertido en una prolongación del hogar y de todos y cada uno de los lugares de ocio (bares, discotecas, el barrio, el campo de fútbol…); los alumnos no diferencian entre conductas dentro y fuera de la escuela.

Bárbara Pastor (2002), describe el siguiente hecho:

– Buenos días, puta…

( La profesora no contesta, Trata de aparentar que no ha oído nada).

– Además de puta, sorda…

( Todos se ríen, todos menos uno. Probablemente, el único que entiende que ese no es un saludo adecuado para una profesora).

Los alumnos saludan a un profesor con un insulto, y no pasa nada. Los alumnos rompen la silla del profesor para que no pueda sentarse, y no pasa nada. Los alumnos llevan el teléfono móvil conectado para que suene en clase y no pasa nada. Los alumnos destrozan las persianas de la clase, y no pasa nada. Los alumnos se cargan las cerraduras de las aulas que quieren, y no pasa nada.Hay una actitud generalizada que permite que todas estas cosas y muchas más, ocurran sin que pase nada.

El mal funcionamiento de la disciplina en muchos centros educativos es una verdad innegable. En un estudio llevado a cabo por el CIDE (1995), el 72 % de los 18.000 profesores de secundaria consultados, consideraba ya entonces, que la falta de disciplina en la escuela era un tema importante.

Cuando se habla del “malestar en la enseñanza”, se destaca sobre todo el malestar del profesorado…su descontento…su disconformidad en lo relativo al desarrollo de su trabajo.

Si bien, los profesores de la Comunidad autónoma de Andalucía, parecen sufrir los mayores problemas, se trata de algo generalizado, que ocurre en todas la Comunidades autónomas de nuestro país.

Es imprescindible conocer la magnitud de la violencia que se produce a diario en las aulas de Educación Secundaria, si pretendemos aportar procedimientos que ayuden a prevenirla o a minimizar sus consecuencias. Es necesario conseguir datos sobre el tema, y para ello realizamos una investigación preguntando a los profesores de la Comunidad Autónoma de Madrid sobre ello, sirviéndonos de un cuestionario confeccionado al efecto.

FRECUENCIA DE CONDUCTAS ANTISOCIALES EN LAS AULAS DE DIFERENTES IES DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE MADRID Y MALESTAR DEL PROFESORADO DE SECUNDARIA.

Los datos aportados por las respuestas dadas al cuestionario para profesores de Educación Secundaria ponen de manifiesto que al menos en la Comunidad de Madrid, estamos muy lejos de esa “atmósfera pacífica y responsable que se goza en los centros educativos de España” según los responsables políticos (Instituciones), tal y como explica García Correa (1996).

La situación actual tampoco tiene nada que ver con que “En las aulas existe una autodisciplina basada fundamentalmente en el respeto mutuo entre maestros y alumnos”, según se desprende del Plan EVA (Ministerio de Educación y Cultura, 1996).

Lo cierto es que la convivencia en las aulas no es buena, y ello repercute muy negativamente sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje de los alumnos, porque durante las clases se hace tremendamente difícil realizar algo serio. Esos conflictos que pueden hacer que el acoso entre iguales quede como algo periférico, llegan a alcanzar cotas de violencia real, de violencia de alta intensidad que afecta sobre todo al profesorado.

Durante las clases los comportamientos disruptivos provocan violencia verbal, violencia psicológica, e incluso violencia física, conductas agresivas en suma, que pueden llegar a destruir la identidad profesional del profesor, que con frecuencia vive estos episodios con enorme disgusto y ansiedad. Y ello en parte debido a que la credibilidad de los profesores ante muchos padres de alumnos, es nula, valiendo tanto las palabras de los alumnos como la de sus profesores, por la falta o ausencia casi total de la autoridad del docente (Un 60.4 % de los docentes están de acuerdo o absolutamente de acuerdo en que hay una pérdida total de autoridad por parte del profesor, un 32 % está un poco de acuerdo con esa idea, y sólo un 7.6 % de profesores no están nada de acuerdo con ello).

Lo cierto es que bastantes alumnos durante las clases presentan conductas inadecuadas, comen chucherías y escuchan música en su walkman o i-pod, mostrando total desinterés hacia las explicaciones de su profesor, faltan a menudo a las clases y cuando asisten llegan tarde con frecuencia, y se toman confianza sin límite hacia sus profesores, arrojan al suelo las bolsas, brik o latas una vez consumidas las chucherías, batidos, zumos o refrescos, escriben sobre los pupitres y realizan grafitis sobre las paredes. Todo ello provoca un enorme descontento del profesorado con la situación actual, que ve imposible impartir clase a determinados grupos, e incluso siente miedo o angustia previo a entrar en determinadas aulas.

El estrés sufrido por muchos profesores/as el cual les aboca a sufrir diferentes enfermedades, es provocado por esas actitudes de determinados alumnos y por las humillaciones recibidas por parte de éstos, y por las que constatan también en otros compañeros de profesión.

La evolución de estas situaciones lejos de mejorar parece ir en sentido contrario, y empeora respecto a cursos anteriores. Al menos eso piensa un elevado porcentaje de docentes, quienes reconocen la gravedad de esas situaciones de violencia que se vienen

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