DE LA FAMILIA A LA ESCUELA
Emii24Síntesis16 de Marzo de 2022
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Actividad N°6
Consignas:
1) Subrayar las ideas principales
2) Elaborar un resumen con los conceptos más importantes trabajados por M. Karol en su escrito.
Desarrollo
2)- A partir del texto de Mariana Karol se pueden desprender ciertos conceptos importantes relacionados con la subjetividad del niño, entre ellos podemos mencionar el proceso de constitución, el rol importante que ocupan la función materna y paterna en este proceso, el yo y la significación, el proyecto identificatorio, la función social, entre otros conceptos claves.
Algunos de estos conceptos nos permiten entender lo que está en juego en cada niño y el importante lugar que ocupa la escuela como punto fundamental en la vida de estos, ya que da cuenta del pasaje del mundo de lo privado al mundo de lo público.
En principio, cabe preguntarse ¿que nos hace sujetos?, de acuerdo a esto Karol en su texto plantea que no existe un sujeto dado desde sus orígenes. El bebé deberá atravesar por un complejo proceso para constituir su psiquismo, es decir, para transformarse en un sujeto cognoscente. Para explicar esto utiliza el caso de “El salvaje de Aveyron” un niño llamado Víctor, encontrado en los bosques, sin lenguaje, sin palabra y alejado de los seres humanos, punto en contra para este, teniendo en cuenta la función principal que ocupa el lenguaje dentro de la constitución de un sujeto. El nudo de esta cuestión estaba en la función simbólica que parece inaccesible para Víctor. Se trataba de un sujeto no hablante por haber vivido siempre en el seno de la naturaleza muda, es esta naturaleza muda la que no posibilita las condiciones de constitución subjetiva, la falta de una oferta de sentidos, de historia, de representaciones.
Un niño nace en un universo poblado de palabras y de sentido. En Víctor la diferencia entre soledad y silencio, apunta a la imposibilidad de constitución subjetiva, de ser un sujeto son la asistencia de OTRO. Todos nacemos y nos constituimos en un universo habitado por otros, semejantes y prójimos, sin cuya asistencia no sobreviviríamos, la supervivencia del cuerpo biológico no es condición suficiente para las posibilidades de constitución subjetiva. Algo de “otro orden” debe introducirse en ese psiquismo incipiente para que pueda devenir un sujeto, se trata de otro peculiar, significativo y no de cualquier otro.
Es la posibilidad de que sobre ese cuerpo biológico se introduzca otro tipo de “energía” la que obliga a ese psiquismo incipiente a hacer algo con ella. Esta energía tiene que ver con la sexualidad, con la libido y la pulsión; cuando hablamos de sexualidad hacemos referencia a un peculiar tipo de energía libidinal que el otro inscribe en el cachorro y que será condición de la posibilidad de constitución.
En la constitución de un niño se producen diferentes pasajes, de infans a sujeto, de un mundo privado a un mundo público y de un mundo endogámico a un mundo exogámico, estos pasajes implican un complejo trabajo psíquico.
Función materna
En los orígenes de la constitución subjetiva se encuentra el otro. Este otro que nutre, asiste, arrulla, mima, toca, abriga, habla, imagina a su bebé, acompaña en el cuidado de sus necesidades básicas como solo otro ser humano con una subjetividad constituida puede hacerlo. El otro introduce algo radicalmente distinto de lo biológico, que será el motor de la complejización psíquica. Se trataría de ofrecer al YO un punto de apoyo en ese otro mundo, este yo solo puede constituirse en la medida en que el contacto haya acontecido. Los primeros tiempos en la vida de un niño dependen de estos contactos con la madre o con quien ejerza su función, y transcurren a partir de ellos. El mundo se presenta por contacto, pero no se trata de un contacto cualquiera sino de la instauración de la sexualidad, entendida esta como cantidades, como tensiones que se instauran y que no son de orden biológico. Se trata del placer, de la pulsión, de la exigencia de trabajo que ésta produce.
En el momento de asistir al alivio de tensiones de orden biológico, por ejemplo, el amamantamiento, se introducen nuevas tensiones que son de otro orden. Es el placer que le produce el acto de mamar lo que le hace permanecer allí independientemente de su hambre. Freud menciona el primer órgano que aparece como zona erógena y propone al alma una exigencia libidinosa es, a partir del nacimiento, la boca. En el chupeteo en el que el niño persevera obstinadamente se evidencia una necesidad de satisfacción que aspira a una ganancia de placer independiente de la nutrición, y que por eso puede y debe ser llamado sexual. No es la situación de encuentro la que garantiza la circulación de lo sexual, sino la fuerza de intromisión sexualizante ofrecida por la madre. La sexualidad será el motor de complejización psíquica y una exigencia de trabajo para ese psiquismo incipiente.
El aparato psíquico funciona con un mecanismo regulatorio que Freud llama serie de placer- displacer. Intentando evitar el displacer y tendiendo al placer que implica una disminución de la tensión, el aparato logra sostenerse en un equilibrio energético estable. Es un aparato que tiene al “principio de constancia”. Cuando hacemos referencia a estas cantidades en términos de excitación, cabe distinguir esta del concepto de estímulo.
A diferencia de la pulsión, de la excitación a la cual el sujeto está atado, el estímulo es de origen externo, momentáneo y permite al sujeto la fuga. La noción de estímulo hace referencia a lo exterior y permite la escapatoria.
La función materna no solo libidiniza a su cachorro sino que también le ofrece recursos que le permitan ligar esas cantidades. También es exigencia de apertura de ese psiquismo, ya que ofrece una imagen identificatoria. Le aporta, Piera Aulagnier diría, le violenta, sentidos, significados, una imagen de ese niño que será un proyecto, un anhelo, una filiación. Violencia legítima y fundante para el sujeto en el cual la función materna codifica y violenta significaciones sobre el infans. Ella no decodifica un mensaje sino que lo codifica. Se trata de una violencia que solo es legitima en un momento de la vida y que después pasa a ser obturante en la posibilidad de un sujeto de crear sus propias significaciones.
Al exceso de violencia interpretativa se lo llamara violencia secundaria, es aquella que no cesa de imponer su propia significación, de violentar sentidos, y que atenta contra el funcionamiento del yo y de sus posibilidades de autonomía.
Función paterna
La función paterna es imprescindible en la constitución subjetiva del niño. La función paterna es la encargada de efectivizar la separación entre la madre y el niño. El padre es el representante de la ley y cumplirá una función de corte en aquella relación originaria y poblada de certezas, brindara emblemas y atributos extra familiares que introducirán la oferta de objetos sustitutivos para que la separación de ese primer vínculo no signifique la perdida de todo referente. Propiciara la salida al campo social introduciendo objetos, que anticipan el mundo exogámico e inscriben a ese niño en un campo filiante.
Debemos pensar la ley en su carácter estructurante, ordenador y constitutivo del psiquismo. Podemos pensar que la escuela, por ser portadora de una legalidad distinta de la del cerco familiar, por ser una institución que posee sus propias reglas normativas, muchas veces opera en los niños con una función ordenadora y de ley.
El yo y la significación
La temática de la significación, de la creación, y la construcción de sentidos nos permite introducirnos en lo que es el yo. Para Piera Aulagnier, el yo realiza un trabajo de interpretación de lo percibido, de una puesta de sentido sobre el mundo que lo rodea que implica el acceso al lenguaje como el medio privilegiado para operar el pasaje de lo significación.
La capacidad de crear los propios enunciados presupone, por parte de la pareja parental y su discurso, un acto de nominación que le permita al niño nombrar el afecto sentido que, hasta ese momento, carece para él de nominación. Ese acto de nominación por parte del sujeto es, al mismo tiempo, un acto de enunciación, de interpretación y de auto denominación del yo.
En cuanto al pasaje de afecto a sentimiento, esto se concreta con aquellos significativos para él que van nominándole el conjunto de sus manifestaciones, lo hacen de acuerdo con una ley preexistente, que liga un significante compartido a otros significados. A partir de allí, el niño podrá ligar esa vivencia, ese afecto que hasta ese momento no tenía nominación, con el sentimiento de estar contento por ejemplo. Podrá enunciar, de ahora en más, su propio afecto.
El niño podrá comenzar a ser su propio intérprete, su propio enunciante, a partir de la adquisición del lenguaje. Este pasaje de nominación del afecto, es lo que Piera Aulagnier llama sentimiento. El sentimiento, sin embargo, es más que un acto de enunciación, es su interpretación, en el sentido más vigoroso del término, que liga una vivencia incognoscible en sí a una causa que se supone acorde lo que se vivencia.
En el mismo acto de enunciación de un sentimiento, se autodenomina el yo. Un docente también oferta significaciones que les permitan a los niños nominar sus afectos; oferta sentidos socialmente consensuados para las manifestaciones de los niños; busca palabras que les permitan a estos expresar lo que les paso, y que lo que les pasa sea transmisible para otros y comunicable.
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