El modelo cognitivo de la arquitectura de Swanson y Hresko
tlacaelelDocumentos de Investigación21 de Noviembre de 2012
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Del latín cognitio, conocimiento. (del lat. cum, con, y gnosco, -ere, conocer.) Que puede o tiene la capacidad de conocer. De la misma familia son cogn-ición: conocimiento; cogn-oscible: conocible.
Sensorial: (del lat. sensus, sentido.) Relativo a la sensibilidad. De la misma familia son sens-ibilidad: facultad de sentir; sens-ible: capaz de sentir; sens-itivo: relativo a los sentido; sens-orio: centro común de todas las sensasiones; sens-ualismo: afición a los goces de los sentidos.
Lábil adj. Que resbala o se desliza fácilmente: trineo lábil. Frágil, caduco, débil: cabello lábil. Poco estable, poco firme en sus resoluciones: jefe lábil. QUÍM. Se dice del compuesto fácil de transformar en otro más estable: el gas natural es lábil.
Ecoica
adj. Del eco o relativo a él. Onomatopéyico. De la composición poética llamada eco: verso ecoico.
Onomatopéyico
adj. LING. De la onomatopeya o relativo a ella: en los cómics, se utilizan muchas voces onomatopéyicas.
Icónica
adj. Del icono o relativo a él: señal icónica.
Estamos seguros de que en algún momento de tu infancia te detuviste a pensar cómo es que pensabas. Probablemente lo recuerdes: quizá llegaste a la conclusión de que tu mente trabajaba como una pantalla interior en la que se reproducía lo que veías o escuchabas en la realidad, pero que también te permitía visualizar cuestiones que tú imaginabas o creabas. Quizá en diferentes momentos te has concentrado en la forma en que llegaste a una solución exitosa o en la manera de pensar que te impidió acertar al enfrentar un problema. En Lógica para la solución de problemas estudiarás con detalle cómo funciona el cerebro, empezando por sus bases fisiológicas hasta llegar a entender procesos como el aprendizaje o la memoria.
Mientras tanto, en este curso te introducirás a la forma en que diversos investigadores de la Psicología cognitiva conciben el proceso de pensar. Lo interesante del caso es que te darás cuenta de las muchísimas posibilidades que tienes para pensar mejor: en menos tiempo, con mayor efectividad, con más precisión.
Además, estamos seguros de que llegarás a la conclusión de que el proceso de desarrollar nuevas ideas es divertido y representa uno de las grandes fuentes de satisfacción del ser humano. En esta unidad te presentaremos una serie de desafíos para que de forma consciente te enfoques a su resolución y revises con cuidado qué procesos mentales utilizaste, cuáles fueron más efectivos y cuáles debes evitar en el futuro porque no potenciaron el éxito. También te darás cuenta de las estrategias que en este Bachillerato usamos para potenciar tu aprendizaje. Entenderás el sentido de que te hagamos preguntas al terminar una pantalla, o que nos detengamos a preguntarte cómo pensaste tal o cual contenido, o que te pidamos que generes una estrategia para guardar la nueva información.
Estamos ciertos de que será una semana divertida y esperamos que logres promover un pensamiento más productivo.
Arquitectura del pensamiento
El cerebro no es un vaso por llenar,
sino una lámpara por encender.
Plutarco
¿Cómo pensamos? Esta pregunta ha estado en la mente de filósofos, médicos, psicólogos y científicos cognitivos y computacionales como una cuestión central para entender procesos, potenciar las capacidades del ser humano, prevenir trastornos e incluso para diseñar ordenadores que tengan cada vez más las habilidades que nos caracterizan. Por supuesto que aún con la contribución de neurocientíficos, especialistas en imagenología y teóricos de la inteligencia artificial, no ha sido posible tener todas las respuestas sobre cómo pensamos.
Sin embargo, se han desarrollado algunos modelos para representar dichos procesos. A esta área de estudio de la Psicología cognitiva se le denomina arquitectura del pensamiento.
Quizá uno de los modelos más interesantes y fáciles de entender sea el de Swanson y Hresko, postulado en 1998.
Vamos a explorar el modelo de arquitectura cognitiva de Swanson y Hresko, y entenderemos cada uno de sus componentes. Primero que nada, tenemos que saber que aquello que procesamos se denomina estímulo. Llamaremos estímulo a cualquier cambio de energía en el medio que impacta nuestros sentidos: la imagen de estas letras, el sonido de voz de una persona, el roce de una superficie tersa. Esos estímulos se detectan a partir de nuestros sentidos: la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato (para no hablar de la propiocepción que nos permite saber dónde está cada parte de nuestro cuerpo o del sentido de equilibrio que nos permite identificar nuestra posición con respecto al entorno).
Al ser detectado el estímulo, esa sensación viaja a través de terminales del sistema nervioso hasta llegar al cerebro en donde, al ingresar a los sistemas de memoria, pasa a ser una percepción. El primer impacto se da en la memoria sensorial que es un almacén sumamente lábil o cambiante en el que apenas por unos instantes se retiene la información. Se llama sensorial porque la huella de memoria está codificada en la misma modalidad del sentido por el que el estímulo fue captado. Así, por ejemplo, hay memoria ecóica para sonidos o icónica para imágenes.
Seguro que la puedes identificar. Cuando alguien te habla de algo que no es muy importante para ti: por ejemplo, quizá tu pareja te sugiere ir a ver a su familia durante el fin de semana, (lo que, pongamos por caso, no te resulta muy atractivo), quizá tú estés pensando en algún tema de tu Bachillerato. Si en ese momento se enoja contigo y te dice que nunca le haces caso, puedes acudir a la memoria sensorial y escuchar internamente en una especie de eco sus últimas palabras: “…vamos a ver a mis papás el fin de semana…”. Entonces quizá le contestas: “¡Para nada! Sólo estaba pensando qué les podemos llevar de regalo a tus papás”. Como verás, la memoria sensorial es un almacén que te permite salvarte en situaciones de aprieto.
El que sea inestable y pierda muchas huellas de memoria también resulta muy útil: imagínate que guardaras para siempre la información de todos los estímulos con los que entras en contacto a diario, como el ruido de los pasos de alguien que caminó por el pasillo, o cada detalle de la mesa en que estás trabajando, o el número y tipo de íconos que tiene la pantalla frente a ti. Tantos estímulos que te impactan a cada momento sobrecargarían hasta al almacén más sofisticado. Por ello, sólo lo que es importante para tu supervivencia (física, social, etc.) o que te motive por alguna causa pasa al siguiente almacén: la memoria de corto plazo.
Seguro te ha pasado que ves un número de teléfono, lo guardas en tu memoria, marcas y si después de unos minutos alguien te lo pregunta, ya lo has olvidado, a pesar de que fuiste capaz de utilizarlo antes. ¿Por qué? Piensa por unos momentos y cuando estés listo/ a, oprime:
¡Ya sé por qué olvido números telefónicos!
¿Pensaste que es porque no era tan importante el número telefónico? ¿En qué pasó mucho tiempo para seguirlo recordando? Si es así, tienes toda la razón. La memoria donde se guarda este tipo de información es la de corto plazo, llamada de esta forma porque se pierde en apenas un minuto o minuto y medio después de la exposición al estímulo original. La información ahí guardada decae (o se pierde) si no es suficientemente importante para el sujeto. Por ejemplo, un chico que quiere conquistar a una muchacha, seguramente recordará su número pero no el de la tintorería a la que prácticamente no lleva ropa.
¿Qué concluyes? En el primer caso los números no estaban organizados en parejas y en el segundo sí. Casi seguro recordaste un total de más dígitos en el segundo desafío. Una característica especial de esta memoria es que es muy limitada. En los adultos, nos permite almacenar un promedio de 7 ítems (o trozos de información) más/menos dos (es decir, los que tienden a tener una memoria de corto plazo menos efectiva guardan cinco ítems mientras los que son más efectivos en este almacenaje conservan unos nueve). Lo interesante es que si organizamos los datos en trozos grandes, podemos almacenar más información. Por eso, si en el primer caso recordaste seis dígitos y en el segundo recordaste cinco números, en realidad en ese segundo intento recordaste 10 dígitos diferentes, un incremento del 40%, tan sólo al agrupar los estímulos en paquetes de dos. Por ello, un buen consejo es agrupar los estímulos que debes recordar en los trozos más grandes posibles. Interesante, ¿verdad? Ahora veamos el almacén más importante de todos:
Hace apenas algunos años, los estudiantes de Psicología y de Pedagogía estudiaban un modelo en el que de la memoria de corto plazo se pasaba directo a la de largo plazo. Ello significaría que con sólo presentar estímulos y lograr que pasaran más allá de la memoria sensorial, esperaban que se generara un recuerdo para toda la vida; para cuestiones de estudio y de trabajo, ¡ojala que así funcionara!
Todos sabemos que las cosas no son tan, tan sencillas. También intuimos que mientras más manipulemos la información, mientras más la pensemos de manera activa, mientras más la mastiquemos, la recordaremos mejor. Por ejemplo, seguramente has visto anuncios espectaculares en la calle de empresas a las que ya se les
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