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Gestión de las personas mayores de 55 años en las organizaciones

Maitane UrberuagaTarea6 de Diciembre de 2016

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Gestión de las personas mayores de 55 años en las organizaciones

Para poder comprender la situación presente de las personas mayores en el marco laboral, es de gran importancia conocer cuáles son las características actuales de la sociedad.

En todo el mundo, la proporción de personas que tienen 55 años, y más, está creciendo con más rapidez que ningún otro grupo de edad. Según las estadísticas, en 2025, habrá un total de cerca de 1,2 millardos de personas con más de 60 años. La composición de sus edades –es decir, los porcentajes de niños, jóvenes, adultos y ancianos en un país dado– es un importante elemento que han de tener en cuenta los responsables políticos, es decir, el envejecimiento de los niños y jóvenes y un aumento de la proporción de personas de 55 años y más (OMS, 2002).

Este acelerado envejecimiento de la población es uno de los hechos sociales más importantes y con implicaciones de más largo alcance de las sociedades postindustriales en este comienzo de siglo XXI, en el que confluyen tres factores: un aumento en números absolutos de personas ancianas, una proporción creciente de población de más de 65 años y el aumento de la esperanza de vida (Mutua Navarra, 2013)

En consecuencia, el alargamiento de la esperanza de vida y la baja tasa de natalidad están creando un nuevo escenario demográfico en Europa y, por tanto, en España, caracterizado por el envejecimiento de su población y la tensión entre los sistemas de protección social y el mercado de trabajo, ya que, por un lado, se alarga el periodo temporal de cobro de las pensiones y, por otro, disminuye la población activa. Además, también hay que tener en cuenta la entrada cada vez más tardía de los jóvenes en el mercado de trabajo y el desequilibrio entre el número de pensionistas y el número de cotizantes que dificulta que la fuerza productiva mantenga a los primeros. Esta situación, obliga a poner en práctica políticas que permitan directa e indirectamente el retraso de la edad de jubilación. De ahí que se asista a un aumento de la proporción de trabajadores de edad mayor (Mutua Navarra, 2013)

Al mismo tiempo, además de los cambios demográficos, nuestra sociedad, al igual que la mayoría de las sociedades occidentales, debido a una mala gestión financiera y al efecto globalizador ya vigente desde varias décadas, ha caído en una crisis económica. Como consecuencia de esta desventura muchos de estos países se han visto obligados a realizar ciertos cambios en los trámites políticos y económicos que han afectado negativamente a la población. Esos trates han provocado un aumento en la tasa de paro, varios recortes, la subida del IVA, demolición de ayudas, etc. (Innobasque, 2013; Mutua Navarra, 2013).

A pesar de que todos los ciudadanos han sufrido las emanaciones de este fenómeno, ha habido ciertos colectivos que han sido más perjudicados. Entre estos colectivos, además de los jóvenes, se encuentran las personas mayores de 55 años.

Los empresarios se han visto en una situación en la cual veían que mantener a individuos de éste colectivo, afectaba considerablemente a sus ganancias. Asimismo, se han dado cuenta de que contratar a jóvenes trabajadores, implica una menor pérdida de su capital, ya que a estos, al ser inexpertos, se les paga un menor salario que a los experimentados. Es por ello por lo que empezaron a despedir a las personas mayores de 55, incrementando así la tasa de desempleo dentro de este colectivo (Mutua Navarra, 2013).

Así pues, el paro está afectando de manera muy significativa al colectivo de personas mayores de 55 años, de tal forma que la tasa de paro se sitúa en el 20 por ciento de la población activa. Esto supone la más alta de toda la Unión Europea, según los datos que ha dado a conocer el Instituto de Estudios Económicos (2015).

Por otra parte, AGETT, en su informe, destaca que las cifras de paro de este colectivo varía en función de la formación recibida. De esta manera, las personas de esta edad que tienen un doctorado, alcanzan tan sólo un 2% de la tasa de desempleo, mientras que los que han obtenido una educación superior comprenden el 8.3%. Asimismo, para los de educación secundaria, el porcentaje de parados es de entre 14% y 18%, al mismo tiempo que para los de educación primaria es de un 23,4%. Por último, para los que no poseen ninguna formación el porcentaje sube hasta el 58,6%. Por tanto, a menor nivel de formación, mayor probabilidad de despido (El Mundo, 2013)

No obstante, según informa AGETT, esta generación busca activamente un nuevo empleo de forma más intensa que el resto de los grupos de edad. Lo cierto es que desde el 2007, los mayores de 55 años que se animan a la búsqueda activa de empleo, han aumentado en más de medio millón (538.000), a la par que sus parados han incrementado en 364.000. Por lo tanto, se podría concluir que dos de cada tres mayores de 55 que salen al mercado laboral a buscar empleo, se han incorporado directamente al desempleo (El Mundo, 2013).

Por otro lado, en Euskadi en concreto, según ha expuesto AGETT, se han multiplicado por 2,8 el número de parados de esta edad. Han pasado de ser unos 4.900 al inicio de la crisis a unos 13.700 parados en la actualidad. Además, cabe mencionar que el 47% de los nuevos parados vascos, han sido despedidos en el último año.

Otro de los conflictos que acarrea esta destitución, es la negación de derechos para poder recibir la prestación de jubilación, es decir, a pesar de que estas personas han estado cotizando durante su vida laboral, al ser despedidos antes de la edad legal para jubilarse (67años), lo único que recibirán es un subsidio que no pasa de los 420 € al mes. Además, estas personas por lo general suelen ser padres/madres de familia, y en muchas ocasiones también el único sustento del núcleo familiar. Así pues, al dejarles sin ingresos, pierden el único recurso con el cual poder mantener a la familia (El rincón del parado, 2011)

Por lo que se refiere a las condiciones psicosociales en las que se encuentran los trabajadores mayores de 55 años, se deben tener en cuenta las barreras que les dificultan la adaptación. Aunque a medida que aumenta la edad de los trabajadores también aumenta su autonomía en el puesto, un porcentaje importante de trabajadores de 55 y más años manifiesta tener dificultades para autoorganizarse en el trabajo. En este sentido, lo más frecuente para los trabajadores de más edad es no poder elegir o modificar el método de trabajo o la distribución o duración de las pausas (29% de los trabajadores en ambos casos), el ritmo de trabajo (27%), el orden de las tareas (25%) o no poder poner en práctica sus propias ideas (18%). Según Health and safety at work in Europe (2012), las causas particulares del estrés entre los trabajadores mayores pueden ser la falta de oportunidades de ascenso profesional y formación, así como las dificultades para adaptarse a los cambios tecnológicos.

La Organización Mundial de la Salud sostiene que, a pesar de la situación, los países podrán afrontar el envejecimiento si los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil, promulgan políticas y programas de envejecimiento activo que mejoren la salud, la participación y la seguridad de los ciudadanos de mayor edad (OMS, 2002).

El enfoque del envejecimiento activo busca eliminar la discriminación por razón de la edad y reconocer la diversidad de las poblaciones ancianas. Las personas mayores y sus cuidadores necesitan involucrarse activamente en la planificación, la aplicación y la evaluación de políticas, programas y actividades de desarrollo del conocimiento relacionadas con el envejecimiento activo (OMS, 2002)

Por tanto, la clave para abordar los retos que supone una proporción cada vez mayor de población de edad avanzada está en animar a los mayores a que sigan siendo productivos, a trabajar más tiempo y jubilarse más tarde, a que se impliquen en trabajos voluntarios una vez jubilados y a que lleven una vida saludable y autónoma. Esto no implica la necesidad de considerar únicamente a las personas mayores, sino que resulta de gran revelancia tener en cuenta toda la vida activa de la persona, independientemente de su edad (Mutua Navarra, 2013; OMS, 2002)

Así pues, en los últimos años se han desarrollado numerosas iniciativas relacionadas con la edad y el empleo, abordadas desde perspectivas diferentes y con objetivos también diversos. En las últimas décadas Europa ha planteado estrategias de empleo que buscaban ampliar la base de la población activa y ocupada, como pilar básico para el mantenimiento del Estado del Bienestar en un contexto demográfico de envejecimiento y limitación del crecimiento poblacional. Entre sus objetivos se encuentra el alcanzar una tasa de empleo del 75% para mujeres y hombres de 20 a 64 años antes de 2020, logrando una mayor incorporación de diferentes grupos de población, entre los que se encuentran las personas mayores. Más aún, la Estrategia Europa 2020 considera que el envejecimiento es clave para mantener su competitividad y prioritario nada menos que en su política de innovación (Innobasque, 2013; Mutua Navarra, 2013)

Los investigadores y expertos coinciden en que el envejecimiento producirá importantes efectos no sólo en las personas y las familias, sino también en la sociedad y la economía. Sus estudios concluyen que las necesidades de la población mayor se centran en el ámbito sociosanitario, pero también en el tecnológico, las infraestructuras, el económico y el asistencial. También en que hay varios sectores económicos con grandes posibilidades de negocio y, a

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