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Inteligencia Emocional

sincra93327 de Noviembre de 2012

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Optimismo: el gran motivador

Desde el punto de vista de la inteligencia emocional el Optimismo es la actitud que evita que la gente caiga en la apatía, la desesperanza o la depresión ante la adversidad. Las personas optimistas consideran que el fracaso se debe a algo que puede ser modificado de manera tal que logren el éxito en la siguiente oportunidad, mientras los pesimistas asumen la culpa del fracaso y le adjudican características que son perdurables en el tiempo e imposibles de cambiar.

Los optimistas consideran que los fracasos se deben a algo que puede cambiarse y, así, en la siguiente ocasión en la que afronten una situación parecida pueden llegar a triunfar. Los pesimistas por el contrario, se echan las culpas de sus fracasos, atribuyéndolos a alguna característica estable que se ven incapaces de modificar. Estas distintas explicaciones tienen consecuencias muy profundas en la forma de hacer frente a la vida.

El equipaje mental de los pesimistas les conduce a la desesperación, mientras que el de los optimistas reactiva su esperanza. Uno de los orígenes de la visión positiva o negativa puede ser el temperamento innato, ya que hay personas que tienden naturalmente hacia una o hacia la otra. Pero también el temperamento puede verse modulado por la experiencia.

El optimismo y la esperanza, al igual que la impotencia y la desesperación, pueden aprenderse. Detrás de ellos está la auto eficacia, la creencia de que uno tiene el control de los acontecimientos de su vida y puede hacer frente a los problemas en la medida en que se presenten.

Desarrollar algún tipo de habilidad fortalece la sensación de eficacia y predispone asumir riesgos y problemas difíciles. El hecho de superar estas dificultades aumenta a su vez la sensación de auto eficacia, una aptitud que lleva hacer un mejor uso de cualquier habilidad y que también contribuye a desarrollarlas.

Flujo: la neurobiología de la excelencia

Esa es una experiencia magnífica: el sello del flujo es una sensación de deleite espontáneo, incluso de embeleso. Debido a que el flujo provoca una sensación tan agradable, es intrínsecamente gratificante.

Es un estado en el que la gente queda profundamente absorta en lo que está haciendo, dedica una atención exclusiva a la tarea y su conciencia se funde con sus actos. En efecto, reflexionar demasiado sobre lo que está ocurriendo interrumpe el flujo; el sólo pensar "estoy haciendo esto maravillosamente bien" puede interrumpir la sensación de flujo. La atención queda tan concentrada que la persona sólo es consciente de la estrecha gama de percepción relacionada con la tarea inmediata y pierde la noción de tiempo y espacio.

El flujo es un estado de olvido de sí mismo, lo opuesto a la cavilación y la preocupación: en lugar de quedar perdida en una nerviosa preocupación, la persona que se encuentra en un estado de flujo está tan absorta en la tarea que tiene entre manos que pierde toda conciencia de sí misma y abandona las pequeñas preocupaciones -la salud, las cuentas, incluso la preocupación por hacer las cosas bien- de la vida cotidiana. En este sentido, el estado de flujo se caracteriza por la ausencia del yo. Paradójicamente, la persona que se encuentra en este estado muestra un perfecto control de lo que está haciendo y sus respuestas guardan perfecta sintonía con las exigencias cambiantes de la tarea. Y aunque la persona alcanza un desempeño óptimo mientras se encuentra en este estado, no le preocupa cómo está actuando ni piensa en el éxito o en el fracaso: lo que la motiva es el puro placer del acto mismo.

Existen varias maneras de alcanzar el estado de flujo. Una es con- centrarse intencionadamente en la tarea a realizar; la concentración elevada es la esencia del estado de flujo. A las puertas de esta zona parece existir un circuito de retroalimentación: serenarse y concentrarse lo suficiente para comenzar la tarea puede exigir un esfuerzo considerable, y este primer paso exige cierta disciplina. Pero una vez que la concentración empieza a consolidarse, exige una fuerza propia que ofrece al mismo tiempo el alivio de la turbulencia emocional y hace que la tarea resulte fácil. La entrada en esta zona también puede producirse cuando la persona encuentra una tarea para la que tiene habilidades y se compromete en ella a un nivel que en cierto modo pone a prueba su capacidad.

El placer espontaneo, la gracia y la efectividad que caracterizan al estado de flujo son incompatibles con los asaltos emocionales, en los que el ataque límbico se apodera del resto del cerebro. La calidad de atención durante el estado de flujo es relajada aunque sumamente concentrada. Se trata de una intensidad del esfuerzo que hacemos para prestar atención cuando estamos cansados o aburridos o cuando nuestra concentración se ve asociada por sentimientos inesperados como la ansiedad o la ira. Al observar a alguien que se encuentra en estado de flujo se tiene la impresión de que lo difícil resulta fácil; el desempeño óptimo parece natural y corriente.

Aprendizaje y flujo: un nuevo modelo de educación.

Debido a que el estado de flujo surge en la zona en que una actividad desafía a la persona a desarrollar el máximo de sus capacidades a media que sus habilidades aumentan, la entrada en el estado de flujo supone un desafío mas elevado. Si una tarea es demasiado sencilla, resulta aburrida; si supone un desafío demasiado grande, el resultado es la ansiedad en lugar del estado de flujo. Se puede argumentar que el dominio de un arte o una habilidad se ve estimulado por la experiencia del estado de flujo; que la motivación para mejorar cada vez mas en algo ya sea tocar el violín, bailar o manipular genes; es al menos en parte permanecer en estado de flujo mientras se desarrolla la tarea. Así como el estado de flujo es un prerrequisito para el dominio de oficio, una profesión, o un arte, lo mismo ocurre con el aprendizaje.

En un sentido más general, el modelo del estado de flujo sugiere que, idealmente, alcanza el dominio de una habilidad o un conjunto de conocimientos deberán ocurrir con naturalidad, mientras el niño es atraído a aspectos que lo comprometen espontáneamente y que, en esencia, son de su agrado. Esa pasión inicial puede ser la semilla de niveles elevados de realización, mientras el niño llega a comprender que dedicarse a ese campo- ya sea la danza, las matemáticas o la música- es una forma de experimentar la dicha que proporciona el estado de flujo. Y dado que es necesario forzar los límites de la propia capacidad para sustentar el estado de flujo, esto se convierte en un motivador esencial para hacer las cosas cada vez mejor; con lo cual el niño se siente feliz. Esto, por supuesto, es un modelo mas positivo de aprendizaje y educación del que la mayoría de nosotros encontramos en la escuela.

Esto habla del sentido más general en que canalizar las emociones hacia un fin productivo es una aptitud magistral. Controlar el impulso y postergar la gratificación, regular nuestros estados de ánimo para que faciliten el pensamiento en lugar de impedirlo, motivarnos para persistir y seguir intentándolo a pesar de los contratiempos, o encontrar maneras de alcanzar el estado de flujo y así desempeñarnos mas eficazmente, todo esto demuestra el poder de la emoción para guiar el esfuerzo efectivo.

Las raíces de la empatía.

La habilidad de saber lo que siente otro entra en juego en una amplia gama de situaciones de la vida, desde las ventas y la administración hasta el idilio y la paternidad, pasando por la compasión y la actividad política. La ausencia de empatía también es reveladora. Existe en psicopatías criminales, raptores y abusadores de niños.

Las emociones de la gente rara vez se expresan en palabras; con mucha mayor frecuencia se manifiestan a través de otras señales. La clave para intuir los sentimientos de otro está en la habilidad para interpretar los canales no verbales: el tono de voz, los ademanes, la expresión facial y cosas por el estilo.

Así como la mente racional se expresa a través de palabras, la expresión de las emociones es no verbal. En efecto, cuando las palabras de una persona discrepan con lo que manifiesta a través del tono de voz, los ademanes u otros canales no verbales, la verdad emocional está en la forma en que la persona dice algo en lugar de aquello que dice: Una regla empírica utilizada en la investigación de las comunicaciones es que el 90% del mensaje emocional es no verbal.

Este sentido es ligeramente diferente de su introducción original en el idioma inglés a partir de la palabra griega empatheia, “sentir dentro”, término utilizado en un principio por los teóricos de la estética para designar la capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra persona. La empatía surgía de una especie de imitación física de la aflicción de otro, que evoca entonces los mismos sentimientos en uno mismo. Buscaba una palabra distinta de simpatía, que pueden experimentarse por la situación crítica de otra persona sin compartir nada de lo que la otra persona siente.

Cuando un bebé agita su sonaja y la mamá emite una rápida vibración, ante esta interacción, el mensaje de afirmación está en el hecho de que la madre iguale más o menos el nivel de excitación del bebé. Estas pequeñas sintonías le provocan al bebé la tranquilizadora sensación de que está emocionalmente comunicado, un mensaje que las madres emiten aproximadamente una vez por minuto cuando interactúan con sus bebés.

La sintonía es muy distinta a la simple imitación. Si uno

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