LAS COMPETENCIAS Y LOS FINES DE LA EDUCACION
rod002325 de Agosto de 2013
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El concepto "educación" es muy seguido utilizado como una generalidad para hacer referencia a todo el conjunto de influencias que la naturaleza o los seres humanos pueden ejercer, ya sea sobre nuestra inteligencia (capacidad de conocer) o sobre nuestra voluntad (capacidad de amar y elegir). Como dice Stuart Mill: "Comprende todo aquello que hacemos por nuestra cuenta y todo aquello que los demás hacen a través de nosotros, en vista de intentar alcanzar la perfección de nuestra propia naturaleza. En la más amplia expresión del término, incluso comprende los efectos indirectos producidos sobre el carácter y sobre las facultades humanas por ciertas cosas que tienen una finalidad totalmente diversa: las leyes, las formas de gobierno, las artes industriales e incluso los hechos físicos, independientemente de la voluntad del hombre, como el clima, el suelo y la posición geográfica".
Sin embargo, si bien es cierto que este desarrollo armónico de nuestras potencialidades es, efectivamente, necesario y deseable en cada uno de los seres humanos, no es posible realizarlo perfectamente. Esto se debe a que no todos los seres humanos estamos hechos para reflexionar; se necesitan también personas de acción, creatividad e intuición. Al contrario, también es importante la presencia de personas que tengan la tarea de pensar. No podemos, ni debemos todos entregarnos al mismo estilo de vida; necesitamos, según nuestras aptitudes, desarrollar funciones diferentes y es indispensable que cada uno de nosotros se ponga en armonía con aquellas que le competen.
En este principio se fundamenta la "Educación basada en competencias", objeto de nuestro estudio.
Durante las últimas décadas, el concepto de competencia se ha empleado en el desarrollo de la educación y la formación profesional. Esto se debe a la popularidad del concepto que según Mulder y Weigel (en 2006) data desde la década de los 70s, sobre todo dentro de la Comunidad Europea.
El primer uso del concepto lo encontramos en el trabajo de Platón (Lysis 2015 A, 380 DC). La raíz de la palabra es “ikano”, un derivado de “iknoumai”, que significa llegar. El antiguo griego tenía un equivalente para competencia, que es ikanótis (ικανοτης). Se traduce como la cualidad de ser -ikanos- (capaz); tener la habilidad de conseguir destreza.
Pero incluso con anterioridad en el tiempo, el Código de Hammurabi (1792-1750 BC) menciona un concepto comparable. En el Epilogue, un texto traducido al francés se puede leer: “Telles sont les décisions en justice que Hammurabi, le roi compétent, a établies pour engager le pays conformément à la vérité et à l’ordre équitable.” (TRAD: Tales son las decisiones que Hammurabi, el rey competente, en justicia, estableció para comprometer al país conforme a la verdad y al orden de igualdad)
La competencia incluso apareció en latín en la forma de -competens- que era concebido como el ser capaz y fue permitido por la ley (regulación), y en la forma de competentia, entendido como la capacidad y la permisión. En el siglo XVI el concepto estaba ya reconocido en inglés, francés y holandés; en la misma época se data el uso de las palabras competence y competency en la Europa occidental.
Así que queda claro que el concepto de competencia tiene una amplia historia, por ello no es sorprendente que ser profesionalmente competente, ser suficientemente capaz y poder desempeñar ciertas tareas, haya sido una aspiración a lo largo del tiempo.
No obstante, el uso institucionalizado de la competencia en el desarrollo de la formación profesional es un fenómeno reciente que ha aparecido mezclado con otras innovaciones, tales como la introducción del auto-aprendizaje, la integración de la teoría y la práctica, la validación del aprendizaje previo y de las nuevas teorías del aprendizaje, tales como el aprendizaje auténtico, el constructivismo social y la construcción del conocimiento. El concepto de competencia muestra interés en los objetivos significativos y en el contenido del aprendizaje que constituirá el desarrollo personal de los estudiantes y su posición en el dominio del conocimiento que mejor los prepare para funcionar de manera efectiva en la sociedad.
Existen varias definiciones para el concepto de competencia debido a su ambigüedad en relación con las teorías de aprendizaje y con otros enfoques innovadores del aprendizaje.
Para comenzar, estudiaremos las diferentes propuestas de "el fin último de toda educación" según diferentes autores y las diversas definiciones de competencia. Luego revisaremos las críticas de los usos del los conceptos -fin de la educación- y -competencia-. Trataremos de establecer las comparaciones desde estas críticas y formular algunas conclusiones.
La finalidad de la educación según diversos autores
Según Kant, "el propósito de la educación consiste en desarrollar en cada individuo toda la perfección que cabe dentro de sus posibilidades". ¿Y qué es lo que se debe de entender por perfección? La Real Academia de la Lengua Española nos dice que perfección es la cualidad de poseer el máximo grado posible de calidad o bondad en su línea. Tratamos por lo tanto de interpretar la finalidad de la educación, según Kant, como el desarrollo armónico de todas las facultades humanas: llevar hasta el más alto nivel que pueda alcanzar la suma de las posibilidades que hay en nosotros, realizarlas con total plenitud en nuestros medios.
La educación puede considerarse como un derivado del aprendizaje. John A. Laska hizo una distinción útil entre el aprendizaje y la educación cuando definió la educación como "un intento deliberado por parte del aprendiz o por alguien más para controlar (o guiar, dirigir, influir o administrar) una situación de aprendizaje para obtener un resultado de aprendizaje (una meta) deseado".
Vista desde esta perspectiva, la educación no está limitada, ni a la escolaridad, ni al currículo tradicional ni a las metodologías de las escuelas. La educación, como el aprendizaje, es un proceso de toda la vida que puede ocurrir en una infinita variedad de circunstancias y contextos. Por otra parte, la educación es distinta del concepto más amplio de aprendizaje, pues la educación encarna la idea de un control deliberado por parte del aprendiz o alguien más que busca una meta deseada. Podría considerarse que la educación es un aprendizaje dirigido, en contraste con el aprendizaje no dirigido o accidental.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego nos dice que: - El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano -.
¿Qué es la educación y para qué? - Educación o instrucción
Los antiguos filósofos griegos prácticamente no hacían la distinción entre estas dos palabras. Sin embargo, los padres de familia saben bien que no es suficiente instruir a un niño para educarlo.
El país en el que vivimos tiene una secretaria de educación pública, como muchos otros países; pero habría que preguntarse si el término “educación” es en verdad adecuado dentro de este contexto. ¿Acaso no sería más correcto llamarla secretaria de instrucción pública? ¿Qué es entonces la educación?
Un niño bien educado no es necesariamente un niño con una gran cultura; es un niño sociable y capaz de adaptarse, fácil de “manejar”. La inteligencia puede ser instruida, e incluso mejor, enseñarle a buscar la verdad. La voluntad es lo que nos permite a la vez amar y dominarse.
Una verdadera educación va a aferrarse en primer lugar a la capacidad de amar y de dominarse, ya que la felicidad depende primeramente de esta actitud. Pero entonces, ¿la inteligencia no tiene cabida en este asunto? Claro que si, tiene como papel esclarecer la voluntad, dar a nuestra capacidad de amar verdaderas razones para amar, lo que, en un lenguaje filosófico se llama: una verdad práctica. ¿Podríamos decir entonces que toda educación implica necesariamente una instrucción? A partir de una cierta edad, la educación, para poder ser mejor recibida, deberá ir acompañada de razones: “Si tocas el sartén, te vas a quemar, y te va a doler”. Un “te prohíbo que toques eso”, sin ninguna otra luz para la inteligencia se vuelve, a partir de una cierta edad, ya no una educación, sino un adiestramiento.
Jacques Monod, biólogo y premio Nobel en 1965, decía que la educación de los niños era un adiestramiento. ¡El juicio aquí es muy rápido! Que a los primeros dos o tres años de la vida les corresponda una educación en la que no se pueda dar explicación para todo, es normal; mas sin embargo después, si ninguna luz o ningún amor vienen a iluminar las actitudes educativas, efectivamente se podría hablar de un adiestramiento. ¡Esto no significa que tengamos que dar un discurso cada vez! ¡No!, hay cosas que el niño sabe muy bien y otras en las que no es necesario que sepa todo para poder obedecer. Intentaremos mostrar cómo se puede evitar una educación demasiado hermética en donde las correcciones y los castigos son globalmente incomprendidos por los niños; el sentimiento de injusticia puede ser traumante y llevar al infante a tener muchos malos hábitos.
Pero regresemos a la inteligencia y a la voluntad: La educación se aferra en primer lugar en la voluntad y puede servirse de la inteligencia para alcanzar con mayor facilidad su meta. La instrucción, tiene en la mira primeramente a la inteligencia, y puede servirse de la voluntad para ser recibida de una mejor manera.
La voluntad necesita de la verdad para formarse bien, y la inteligencia necesita de buena voluntad
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