Escuela Activa

ESCUELA ACTIVA, LA ALTERNATIVA AL FRACASO DE LA TRADICIÓN

"Es necesario acostumbrar a los niños a que hablen fácilmente y, para ello, a que hablen entre sí libremente, a discutir entre ellos lo que observan y las experiencias que realizan. Solamente entonces adquirirán el hábito de discernir lo que hay en ellos, de 'tomar conciencia' de lo que ocurre sobre el plano actor de sus inteligencias." Jean Piaget<

El siglo XIX fue un periodo lleno de cambios principalmente en favor del progreso industrial y el derecho laboral. Como siempre ha sucedido a lo largo de la historia, las múltiples inconformidades que se vivían en la época desembocaron en varias revoluciones importantes que poco a poco constituyeron un cambio en la forma de pensar de la humanidad. Este cambio sin duda también se evidenció en el campo de la pedagogía, los modelos y las estrategias cambiaron drásticamente, el sistema progresó y posteriormente se remplazó el juicio que se tenía frente a los individuos en proceso de aprendizaje como alumnos (seres sin luz) por la concepción de los mismos como estudiantes.

El modelo pedagógico tradicional entró en crisis, si bien funcionó satisfactoriamente y logró su objetivo con eficacia durante la modernidad, llegó a un punto en el que todo pareció estar agotado. Si se suman educandos que no pretenden aprender (falta de interés) más profesores que no saben de qué manera captar su atención auténtica, el resultado claramente no será un aprendizaje óptimo. Así es como la escuela nueva constituyó un éxito tan amplio, porque al repensar el modelo pedagógico del momento, como se verá en este texto, se logró establecer una relación horizontal y ya no vertical entre el docente y el estudiante, de esta forma se abrió la puerta a un aprendizaje más natural y menos forzado, más real y auténtico y menos superficial, más libre e intuitivo y ya no impuesto.

El modelo pedagógico de la escuela activa plantea un principio de actividad, que a diferencia del modelo tradicional nos dice que el conocimiento viene de la mano con la realización de una actividad (experiencia, observación) y no de la simple recepción de información y datos. Como nos dice Ferriere: “Podemos entender el principio de actividad como una dignificación del ser humano, como una ruptura de la opresión para liberarnos de ese sistema educativo bancario donde se asumía al sujeto como un ente pasivo receptor y oprimido”. Así vemos que el individuo no es un “depósito vacío” que debe ser llenado con toda la información que pueda almacenar como casi se pensó en un tiempo anterior, sino que es un ser entendedor, que tiene experiencias y aprende de estas, que involucra en su aprendizaje no solo la información que se le suministra, también sus vivencias y sentimientos frente a las mismas, está en un constante proceso de reflexión frente a su vida y allí es donde realmente radica la diferencia con el modelo tradicional, el cual no admite que la interiorización y relación de información que se obtiene con las vivencias personales es lo que realmente permite consolidar el conocimiento.

Al considerar este principio de actividad, es posible formular un análisis que da cuenta de que si lo que consolida el conocimiento en sí es la relación que postula cada individuo entre lo que ve, vive, oye y siente, el interés que tiene cada individuo en ver, vivir, oír y sentir cosas nuevas debe mantenerse latente para que sea posible el aprendizaje; si un niño no está interesado en lo que se le quiere enseñar, encontrar una aguja en un pajal se convierte en una tarea más fácil que hacer que ese niño aprenda, de otro modo si el niño si está interesado en el contenido, la labor de enseñarle

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