LA ALTERIDAD, EL BIEN COMUN Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS PROFESIONALES DEL SIGLO XXI

LA ALTERIDAD, EL BIEN COMUN Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS PROFESIONALES DEL SIGLO XXI

La alteridad no es una palabra muy común al oído de cualquier persona, puesto que muy difícilmente es enseñada en las instituciones educativas, son pocos los educandos que le demuestran y le dan a conocer a los estudiantes el bien hacia el otro, el compartir los acontecimientos del otro y sentirlos como nuestros, sobre todo las malas situaciones o los problemas. Por lo tanto puede que a muchos no les suene como conocida esta palabra.

La alteridad es Del latín alterĭtas, alteridad es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.

La alteridad hay que entenderla a partir de una división entre un “yo” y un “otro”, o entre un “nosotros” y un “ellos”. El “otro” tiene costumbres, tradiciones y representaciones diferentes a las del “yo”: por eso forma parte de “ellos” y no de “nosotros”. La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”, alternando la perspectiva propia con la ajena.

En pocas palabras es el ponerse en el lugar del otro; cosa que es difícil de hacer hoy en día, puesto que en la sociedad en que vivimos abunda más el interés por lo mío, por lo que me pase a mí, por mis problemas, es decir, por el yo y no se piensa y reflexiona cuales son los problemas que tiene el vecino, el amigo, incluso el desconocido, para que así podamos entender el comportamiento de dicha persona y seamos tolerantes y solidarios ante tal situación. Y no solo es nuestra sociedad, el ser humano se ha encargado de ser egoísta con su prójimo, se ha encargado de buscar el bien para sí mismo y no derogar el bien común, el bien de todos.

“El hombre es un ser social, es decir, un ser llamado a vivir en común con otros, a compartir proyectos, a buscar soluciones a los problemas comunes, a realizarse conviviendo con otros. Así puede entenderse la sociedad: un cuerpo cuyos miembros son seres humanos que conviven, siempre que por convivencia se entienda no el mero vivir juntos, sino la ayuda recíproca. Cuando se cumplen estos requisitos de una forma estable, hay sociedad: desde una familia hasta una confederación de Estados, pasando por una asociación profesional, un equipo de fútbol, un sindicato, un colegio...

Sabemos que la existencia humana aislada es inviable, y que por eso existe la sociedad, un conjunto de personas cuya unidad se debe a un fin común: la ayuda mutua. Como todos deben colaborar en ese empeño, tal fin se denomina, desde antiguo, bien común. Platón repetía que no hemos nacido para nosotros únicamente, sino que una parte de lo que somos se la debemos a nuestros padres, y otra a los amigos. De forma parecida, los estoicos recordaban que todo cuanto produce la tierra fue creado para el uso de los hombres, y los hombres para los hombres, de manera que puedan servirse todos entre sí. Surge así el deber de promover la utilidad común con el mutuo intercambio de obligaciones, dando y recibiendo el fruto de nuestro trabajo y de nuestras facultades”.

Por su parte el bien común surge de la necesidad de que a todos se nos trate de igual manera, el saber que todos somos personas que vivimos en comunidad y/o sociedad y que todos tenemos los mismos derechos y deberes, por lo tanto se nos debe de tratar de la misma forma; (como personas). Pero una cosa es lo que se debe hacer y otra es lo que está sucediendo cada día vemos como ese tan anhelado bien común es perseguido por la mayoría de la sociedad y arrebatado por las minorías, y no hablamos de minorías étnicas, o de género; hablamos de los que tienen el poder económico, político,

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