VISIÓN Y POSTURA EPISTEMOLÓGICA SOBRE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA
Enviado por Fabián Cubillos • 3 de Julio de 2017 • Ensayos • 1.602 Palabras (7 Páginas) • 461 Visitas
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL CARIBE BARRANQUILLA
MAESTRÍA EN EDUCACIÓN
Visión y postura epistemológica sobre la evaluación educativa
Por
Fabián Olimpo Cubillos Ramírez
VISIÓN Y POSTURA EPISTEMOLÓGICA SOBRE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA
Mucho se ha hablado de la evaluación educativa, como que no es algo nuevo ni tampoco algo que se aplique solo en el ámbito educativo. Todo el tiempo y en todas las áreas se mide la calidad de la prestación de los servicios, la calidad de los productos, la innovación y todo aquello con lo que tenemos contacto en el entorno en el que nos desenvolvemos, dando finalmente una opinión positiva o negativa referente a éstos. Podemos deducir que siempre estamos evaluando y siendo evaluados de una u otra manera, además constituye un asunto muy importante dentro de los procesos educativos, y se convierte en un elemento esencial en el proceso de formación (Altablero N°38, 2006).
El ministerio de Educación Nacional considera que la evaluación es esencial para la calidad educativa, ya que arroja distintas clases de información que permiten tomar decisiones mejor informadas y entender procesos de enseñanza-aprendizaje, que no son tan claras sin su aplicación (Altablero N°44, 2008). De la misma manera para Arturo de la Orden, la evaluación debe ser un proceso frecuente, pero no constante, se debe mirar si las tomas de decisiones fueron correctas y sirve para mirar nuestra acción, mejorar y conseguir la calidad (Celaya I., 2013). E igualmente Ana Isabel Mora Vargas, en su artículo La evaluación educativa: concepto, períodos y modelos, la define “La evaluación se puede entender de diversas maneras, dependiendo de las necesidades, propósitos u objetivos de la institución educativa, tales como: el control y la medición, el enjuiciamiento de la validez del objetivo, la rendición de cuentas, por citar algunos propósitos. Desde esta perspectiva se puede determinar en qué situaciones educativas es pertinente realizar una valoración, una medición o la combinación de ambas concepciones”.
Teniendo en cuenta las anteriores percepciones, podemos determinar que el conocimiento del concepto y aplicabilidad de la evaluación por parte del docente, que es uno de los actores principales o que más se apoya en ella, es imprescindible. Por lo tanto, es fundamental que participe en debates, discusiones y que además emita juicios valorativos en pro de actualizarse y actualizar constantemente dicho proceso de evaluación.
Es importante mencionar que en el ámbito educativo cualquier tipo de evaluación que se realice debe cumplir con una función determinada (Posner, 1998; Hernández, 1998; Díaz
Barriga, 1999). Es por ello que la evaluación puede ser diagnóstica y por medio de la planeación, ejecución y administración determinar fortalezas y falencias que logren mejorar el currículo; así mismo podría ser instructiva al permitir que las personas que participen del proceso se formen, igualmente podría ser educativa al conocer cómo es percibido el docente por los estudiantes, padres de familia, pares académicos y administrativos, para mejorar su desempeño laboral y por último puede ser autoformadora desarrollando habilidad autónoma para determinar en lo que es bueno, en lo que no, y en lo que necesita mejorar.
Por otro lado, la evaluación debe tener en cuenta el esfuerzo de los estudiantes, puesto que ayuda a progresar en conocimiento y a desarrollar pensamiento, capacidades para el uso de ese mismo conocimiento. Cuando se habla de que la evaluación debe ayudar a mejorar el proceso de enseñanza aprendizaje, debe pensarse antes que todo ¿qué es evaluar?, normalmente hemos considerado que, sobre todo es una teoría racional tradicionalista de la educación, que se trata de repetir ideas, patrones o conceptos.
El ministerio de educación, realizando un análisis de la evaluación en el aula considera que “durante los años 60, 70 y parte de los 80 el país contaba con un currículo preestablecido, y se emprendían procesos evaluativos de orden netamente cuantitativo. Las políticas de evaluación y promoción de estudiantes giraban en torno a la definición de promedios sumativos (Altablero N°44, 2008). Esta situación cambió a partir de la creación de la ley general de educación de 1994, que cambio a una evaluación formativa, integral y cualitativa. La evaluación entonces debe ayudar a desarrollar competencias cualitativas, y la labor del docente deber ser promover el desarrollo de esas capacidades, debe superar el paradigma cuantitativo y el simple adiestramiento, para la presentación de una prueba y llegar a una enseñanza para la comprensión, donde el estudiante sea capaz de explicar un fenómeno nuevo, una situación diferente y más que tener un cumulo de conocimientos saber dónde encontrarlos para solucionar las situaciones de su vida cotidiana, de su entorno y en general de un mundo globalizado, como lo sostiene Peter Drucker “se debe formar un estudiante que sea capaz de solucionar situaciones de entonos nuevos y cambiantes y esté preparado para enfrentar un mundo globalizado y competitivo”.
En este mismo orden de ideas, en el ámbito educativo debe entenderse la evaluación como una actividad crítica de aprendizaje, porque se asume que la evaluación es aprendizaje en el sentido que por ella adquirimos conocimiento (Álvarez Méndez J., 1993). El profesor aprende para conocer y para mejorar la práctica docente en su complejidad, también para colaborar en el aprendizaje del alumno conociendo las dificultades que tiene que superar, el modo de resolverlas y las estrategias que pone en funcionamiento. El alumno aprende de y a partir de la propia evaluación y de la corrección, de la información contrastada que le ofrece el profesor, que será siempre crítica y argumentada, pero nunca descalificadora ni penalizadora. Debe estar, siempre y en todos los casos, al servicio de quienes son los protagonistas en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y especialmente al servicio de los sujetos que aprenden.
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