Violencia Agraria En Colombia
shadow111630 de Marzo de 2013
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La republica Liberal (1930-1946)
Ficha Analítica
John Robert Romero G.
Cód. 20111372010 Ingeniería Eléctrica (Ciclos)
Titulo: Colombia una Nación a pesar de sí misma.
Autor: Bushnell David.
Colombia es una de las pocas naciones latinoamericanas que no sufrieron un cambio revolucionario de gobierno durante los años de la depresión mundial. Por el contrario, el gobierno conservador cayó en elecciones libres y transfirió pacíficamente el mando al nuevo Presidente liberal. De esta manera se inició un periodo marcado por un rápido cambio social y una controversia política que durarían hasta 1946, cuando los conservadores volvieron a asumir el control del país.
En el pasado, cuando los conservadores se habían escindido de manera similar, habían solicitado al arzobispo de Bogotá que sirviera de árbitro y procedido a apoyar la decisión del prelado. En 1930, sin embargo, el arzobispo tuvo dificultades para decidirse y respaldó primero a uno de los candidatos y luego al otro, con el resultado de que los liberales retomaron al poder después de permanecer casi cincuenta años en la oposición.
El cambio más inmediato y notorio fue el deterioro repentino del orden público en la mayor parte del país. Este brote de violencia ofrecía un tajante contraste con la aparente tranquilidad que predominó en la vida política de Colombia durante el último período de la hegemonía conservadora.
En dicho lapso, aparentemente, el gobierno funcionaba sin tropiezos y de acuerdo con la Constitución, prevalecía una atmósfera cordial entre los altos mandos de los partidos.
Colombia parecía surgir como una democracia modelo en América Latina. No obstante, las apariencias eran engañosas en algunos sentidos. Ni el liberal ni el conservador medio habían entendido verdaderamente a qué se referían las consignas y principios que proclamaban los líderes de sus respectivos partidos y tal vez por esta misma razón nunca captaron el hecho de que los temas que otros habían dividido a los partidos, como por ejemplo el federalismo, la cuestión religiosa y otros, ya no eran primordiales en los programas políticos.
En 1930, uno de los problemas era simplemente que el liberalismo había estado lejos del poder por casi medio siglo. Lo máximo que había logrado había sido ocupar los puestos reservados a la oposición en los cuerpos colegiados y la cuota menor de prebendas que los conservadores habían tenido a bien darle.
Además de ver insatisfechas sus ambiciones burocráticas, los liberales guardaban viejos rencores, resultantes de agravios del otro partido durante la larga hegemonía conservadora. La transición necesariamente habría de despertar resquemores, y Olaya Herrera buscó facilitar el proceso al instalar un gobierno de coalición, con miembros del Partido Conservador en el gabinete y en otros puestos del gobierno.
El único incidente verdaderamente dramático durante la administración Olaya Herrera fue el conflicto fronterizo en la región amazónica, que se inició cuando una banda de aventureros peruanos se tomó la estrecha extensión de territorio colombiano que toca el río Amazonas en la población de Leticia.
La conclusión fue un breve conflicto armado. Con el fin de hacer frente a los peruanos y vencerlos finalmente, Colombia, que no tenía comunicación terrestre viable con Leticia, se apoderó de una embarcación bananera de la United Fruit Company, en la que se transporto un ejército desde la costa caribeña hasta el extremo oriental de Suramérica, para remontar luego al río Amazonas hasta Leticia, cubriendo una distancia de alrededor de 3.000 km a través de la selva brasileña.
El asunto fue finalmente resuelto por medio de un tratado entre Colombia y el Pero en el que se confirmaba la posesión colombiana de Leticia. La confrontación tuvo un efecto positivo, en cuanto despertó una ola de sentimiento patriótico entre los
Colombianos en protesta por la violación del territorio nacional por parte de los peruanos. Otra consecuencia positiva del asunto de Leticia fue el auge del gasto militar, cuyo efecto fomentó la actividad económica ayudó a Colombia en su recuperación de la crisis económica mundial más rápidamente de lo previsto.
En la industria cafetera, la baja de los precios fue compensada en parte por el aumento en el volumen de café vendido. De otro lado, sin embargo, Olaya Herrera se desvivía por complacer al gobierno ya los empresarios de los Estados Unidos, con la vana esperanza de que, con sus vastos recursos, el país norteamericano ayudara a Colombia a resistir la depresión. Para demostrar la responsabilidad fiscal de Colombia, y cuando ya casi todos los países latinoamericanos lo habían descuidado, Olaya Herrera mantuvo el servicio de la deuda externa, incluso a expensas de los programas domésticos y los salarlos de los empleados del gobierno. Cuando llegó el momento de designar un nuevo ministro de Industrias, posición que tenía que ver tanto con el petróleo como con el banano, el Presidente colombiano consultó con el embajador de los Estados Unidos para cerciorarse de que el nombramiento le resultara aceptable. El funcionario norteamericano respondió que la candidatura sugerida le parecía bien, pero anotó que la United Fruit Company había tenido problemas con el candidato, razón por la cual el mandatario solicitó al ministro que consultara con el gerente local de la frutera, quien a su vez elevó la consulta a su casa matriz de Boston: Olaya nombró formalmente al miembro de su gabinete solamente después de conocer la aprobación de Boston.
Ya se habían presentado algunos signos de descontento popular en tomo a reclamos socioeconómicos, que eran muy diferentes a los convencionales estallidos de violencia política entre liberales y conservadores.
El descontento urbano también empezaba a manifestarse a medida que las ciudades crecían. Bogotá, que a comienzos de siglo escasamente superaba los cien mil habitantes, a mediados de la década de 1930 contaba con un cuarto de millón. El crecimiento derivaba buena parte de su estímulo del impacto de la depresión, que había causado un descenso de los precios de los productos de exportación colombianos y por lo tanto había hecho que los precios de las importaciones fueran absolutamente inaccesibles para muchos consumidores, a la vez que había desencadenado la reacción defensiva de nacionalismo económico ya descrita. Durante los años 30 la producción textil en particular creció a un ritmo anual mayor al registrado en Oran Bretaña durante la fase de «despegue» de la Revolución Industrial.
Sin embargo, el progreso de la industrialización puso en evidencia que tarde o temprano habrá que enfrentar los problemas laborales. Como Presidente, entonces, López Pumarejo fue testigo del comienzo de problemas sociales potencialmente graves. Intentó hacer algo al respecto antes de que la situación se volviera realmente crítica y adoptó un programa que, con cierta grandilocuencia, denominó la «revolución en marcha».
La reforma agraria, por ejemplo, tenía antecedentes en México, mas no en los Estados Unidos. Con la esperanza de calmar el descontento campesino, López patrocinó la primera ley colombiana de reforma agraria, adoptada en 1936. Se trataba de una medida moderada que no determinó que los terratenientes perdieran tierras que estuvieran explotando activamente, pero estableció la posesión para los campesinos desposeídos que hubieran invadido porciones ociosas de las grandes haciendas.
El descontento agrario disminuyó visiblemente en los años posteriores a la expedición de la ley de reforma agraria de 1936. En general, la administración López sobresalió como protectora de la clase trabajadora. no tanto por haber impuesto una legislación específica en el campo social, como por haber decidido abandonar una práctica que los gobiernos conservadores habían sostenido de manera consistente. En 1936 se creó la primera confederación nacional de trabajadores, la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC). En gran medida, se trataba del brazo laboral del Partido Liberal, o al menos el ala más activista del partido, aunque los comunistas también participaron de manera destacada. No había demasiados comunistas en Colombia, en parte debido a la propia naturaleza del sistema de partidos políticos del país, cuyas dos fidelidades
Hereditarias cobijaban a la mayoría de la población y dejaban poco espacio para que se establecieran otros grupos.
López aumentó un tanto el gasto público en escuelas y construcción
de caminos rurales y para solventar estas y otras iniciativas buscó reformar el sistema fiscal. Finalmente, López remató su programa con una serie de reformas constitucionales adoptadas en 1936 y que involucraron tres puntos principales. Primero que todo, aumentaron explícitamente los poderes del Estado en asuntos económicos, dejando entrever, en términos que inevitablemente evocan los de la Constitución mexicana de 1917, la doctrina de que los derechos de propiedad deben ser limitados por los derechos y obligaciones sociales.
La reforma constitucional de 1936 eliminó el artículo según el cual la educación pública debía conducirse de acuerdo con la religión católica. López no tenía ningún interés en eliminar la educación religiosa de los colegios, pero quería establecer claramente que el Estado, y no la Iglesia.
Así, parecía que la administración liberal pretendía revivir el conflicto decimonónico entre la Iglesia y el Estado con nuevos
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