La historia clínica
dame09Informe1 de Noviembre de 2014
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MANERA DE REALIZAR LA
HISTORIA CLÍNICA
La historia clínica se inicia desde el momento en que
el médico saluda al paciente para iniciar la entrevista, la cual
se lleva a cabo a través del interrogatorio, la anamnesis o el
diálogo, y comprende ciertas técnicas y etapas, que con-
sideraremos a continuación.
Antes de entrar en el tema propiamente dicho, que-
remos aclarar el significado de los conceptos síntoma y
signo, pues ellos son importantes para lograr la comprensión
cabal del concepto de enfermedad.
El término síntoma remite a la queja del paciente o
a su reconocimiento de que algo no está funcionando nor-
malmente en su organismo.
El signo, por su parte, es la anormalidad que se com-
prueba por medio del examen físico.
El interrogatorio descubre fundamentalmente los sín-
tomas del paciente,- es por ello que juega un papel funda-
mental en la historia clínica, ya que —practicado con cuida-
do y orientación— el interrogatorio es la fuente de infor-
mación más fructífera de las que el médico dispone, y será
mayor cuanto más tiempo se le dedique.
TÉCNICA DEL INTERROGATORIO
De lo anterior se desprende que la técnica del inte-
rrogatorio se basa fundamentalmente en la comunicación
que pueda establecerse entre el médico y el paciente, y que
se realiza a través de la palabra propiamente dicha, o de sus
equivalentes (expresiones, mímica, ademanes y gestos).
Este intercambio verbal permite adquirir la información más
completa posible sobre el paciente y es, quizá, el método
más importante del examen médico, a pesar de todos los
avances de la técnica moderna. Mediante el interrogatorio
puede saberse quién es y quién ha sido el paciente, dónde
ha transcurrido su vida desde la infancia hasta el momento
actual, qué ha sentido, cuáles son sus malestares y sus
sufrimientos, cuándo comenzaron, qué circunstancias han
precedido o rodeado los mismos, cómo han ido evolucio-
nando éstos, qué le ha ocurrido al sujeto desde que está
enfermo, cómo ha cambiado su medio familiar o social
desde este momento, quién ha decidido que visite a un
médico, a qué atribuye su enfermedad, qué espera del
médico, cómo piensa que será su futuro, qué posibilidades
cree tener acerca de su recuperación, y otras muchas
valiosas informaciones.
Pero, para que esta comunicación sea fluida y prove-
chosa, debe prestarse especial atención a las siguientes
cuestiones:
■ El diálogo debe ser confidencial, pues así lo
establece la ley, a través del secreto profesional, y de
acuerdo con el juramento hipocrático, y así lo espera
el paciente, quien debe sentir que dicha norma será
respetada. Además, las historias clínicas son docu-
mentos que poseen jerarquía legal, lo cual exige tam-
bién la confidencialidad. Por estas razones, para
realizar el interrogatorio, hay que crear un ambiente
adecuado y dedicarle el tiempo necesario para
cumplir con estos requisitos.
■ El médico debe tener siempre una actitud de
aceptación y de comprensión, ya que es la única
forma de conseguir la confianza y la simpatía del
paciente, para que los datos obtenidos sean lo más
veraces y sinceros posible. Es por ello que el
paciente debe sentir que el médico tiene interés en
ayudarle, aunque esta demostración debe ser equili-
brada; es decir, que el paciente no debe sentir una
desmedida sobreprotección, o una actitud demasia-
do íntima (tuteo, chistes, abrazos, etc.), ni, tam-
poco, la sensación de que no es sino un paciente
más, al cual el médico debe atender rápidamente,
porque está muy apurado, y —por ello— inte-
rrumpe cualquier conversación o ¡dea que exprese el
paciente.
El paciente capta inmediatamente las emociones del
médico y las interpreta de manera negativa. Si el médico se
enoja o es muy exigente, el paciente se hastía y responde
de la misma manera.
Pero, además de tratar de manejar sus propias emo-
ciones, el médico debe saber enfrentar las del paciente, ya
que las emociones no son obstáculos para entender las
enfermedades, sino que forman parte de ellas. Así es que,
si el paciente llora, ello debe verse como una reacción
aceptable,- si se le ve enojado, debe buscarse la causa de
dicha actitud,- y si es muy exigente, hay que averiguar qué
es lo que en realidad busca ese paciente.
■ El médico debe apartar sus juicios morales al iniciar
el diálogo, y no debe sacar conclusiones apresuradas
ni precipitarse a establecer interpretaciones superfi-
ciales, pues el paciente no debe sentir que está
delante de un juez que lo va a sentenciar por lo que
ha hecho en su vida. Cualquier pronunciamiento en
este sentido crea una interferencia en el diálogo y un
gran abismo de silencio en las futuras relaciones con
este paciente. Así mismo, el médico no debe pro-
yectarse, ni emitir opiniones personales acerca de
problemas morales o creencias religiosas, políticas,
raciales, etc., ya que en el ejercicio de la medicina,
es necesario aprender a oír sin condenar, aunque
muchas cosas le resulten al médico —como per-
sona— abominables.
■ . Durante el diálogo, el médico sólo debe tratar de
tomar algunos apuntes que le servirán luego para
reconstruir un relato lo más detallado posible, pero
no se debe dar la sensación de que se está llenando
un cuestionario solamente para cumplir con un requi-
sito formal, en el cual el paciente, como persona, no
tiene ningún peso específico.
■ En algunas ocasiones, será necesario controlar o re-
gular algunas preguntas y respuestas, especialmente
cuando se presentan casos extremos. Por un lado,
hay pacientes que son demasiado locuaces, que
detallan innumerables anécdotas de su enfermedad y
que, finalmente, desvían la atención que el médico
debe prestar a lo que tiene que ver con su afección
principal, llegando algunos hasta a llevar extensos
escritos, fruto de varias horas de meditación, a la
consulta.
En estos casos, el médico debe preguntarse por qué
hace esto el paciente. ¿Habrá una intención de distraer la
atención del médico, de ocultar algo, de que no se le hagan
preguntas, o es que el paciente tiene dificultades para con-
centrarse?
Por otro lado, hay pacientes con mirada taciturna,
que apenas contestan con monosílabos, y que dan la impre-
sión de querer que el interrogatorio termine lo más pronto
posible.
En estos casos suele tratarse de pacientes que son muy
tímidos, o que tienen resentimiento, miedo, o falta de aten-
ción,- en algunas ocasiones, ello se debe, también, a un bajo
nivel mental.
En cualquiera de los casos aquí expuestos, el médi-
co debe controlar o regular el interrogatorio, ya sea inte-
rrumpiendo el monólogo de vez en cuando (si se tratase de
la primera de las situaciones expuestas), o bien estimulando
el diálogo, llegando a tener que emplear medidas autori-
tarias para poderlo conseguir, como suele suceder en las
situaciones que se presentan con el segundo ejemplo aquí
expuesto.
■ En principio, el médico debe ser lo más honesto y
veraz posible. Para alterar esta conducta debe haber
causas muy profundas y humanas que a veces coliden
con la ética profesional, tal como la llamada "menti-
ra piadosa", cuando se trata de enfermedades inmi-
nentemente fatales.
Aparte de estos casos, cuando el médico realiza la
historia clínica, debe preguntarse si está cumpliendo con las
normas anteriormente señaladas.
■ La presencia de un tercero, ya sea familiar o amigo
del paciente, en el interrogatorio, puede complicar y
alterar el mismo, porque a veces esta tercera persona
participa ratificando o rectificando lo dicho por el
paciente, e —inclusive— agregando sus propias
observaciones o interpretaciones con el fin de "ayu-
dar", pero —en realidad— esto lo que hace es
aumentar las dificultades. Aunque, también es cierto
que, en ocasiones, es necesario obtener algunos
datos indirectamente, a través de familiares y amigos,
pero esta decisión debe ser del médico.
Es obvio que cuando se trata de personas cuyo nivel
mental está por debajo de lo normal, o que presen-
tan algún defecto físico o perturbación mental que les
imposibilita expresarse, éstas deben estar acom-
pañadas de algún familiar.
■ La emoción más frecuente que tiene el paciente
cuando concurre al médico es el miedo; por lo
tanto, debe intentarse
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