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Lenguaje Soez

99angie14 de Junio de 2015

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El lenguaje televisivo soez como indicador ético de la cultura de una sociedad

Maria Rosa Buxarrais y Amèlia Tey

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La televisión es uno de los descubrimientos del siglo XX que ha tenido mayor repercusión en las interacciones sociales de todas partes, ya que ha cambiado hábitos, ha facilitado transacciones, ha proporcionado educación, ha creado y destruido per-sonajes, ha universalizado y globalizado. De hecho, podríamos decir que se ha convertido en un entorno simbólico común de interacción con la mayoría de actividades que pensamos y hacemos. En el pre-sente artículo, queremos mostrar la relación esta-blecida entre el lenguaje, la televisión y la cultura vigente, y convertir en un indicador de valores éticos de una sociedad la relación entre lo que se ve en televisión, lo que se dice, los valores que transmite y la posible influencia en los comportamientos y los valores de las personas.

Palabras clave

Televisión, lenguaje soez, valores, ética, modelos, comportamiento, educación, pedagogía.

Introducción

A estas alturas, ya nadie duda de que la televisión es uno de los descubrimientos del siglo XX que mayor repercusión ha tenido en las interacciones sociales de todo el mundo. Ha cambiado costumbres y hábitos, ha facilitado transaccio-nes, ha proporcionado educación, ha creado y destruido personajes, ha universalizado y globalizado. Sin embargo, y sin la voluntad de ser apocalípticos, somos conscientes del gran poder que tiene y le hacemos socialmente responsa-ble de gestar muchos de los males actuales: generadora de violencia, provocadora de la pérdida de identidades, de la atrofia intelectual de las futuras generaciones, entre otros. Pero debemos remontarnos a los orígenes de la televisión para observar que su principal finalidad, en un principio, no era generar mensajes, sino transmitirlos. Por lo tanto, la televisión se utilizaba para transmitir cualquier tipo de con-tenido, independientemente del lenguaje que utilizaba.

Ahora bien, consideramos importante recordar que, aun-que en un principio la televisión tuvo un uso restringido, ya que eran pocas personas las que la veían, con el tiempo ese uso ha ido extendiéndose y la cantidad de hogares con televisión ha aumentado exponencialmente. A partir de ese hecho, se inicia la gran transformación y, progresivamente, se añaden más funciones a la inicial (transmisión de in-formación). Nos referimos a las funciones educativas, infor-mativas, recreativas, críticas, culturales, entre otras. Esa sobrecarga de responsabilidades ha comportado que se le atribuyan muchas de las actuales disfunciones sociales. Según nuestra opinión, las causas son muy variadas, ya que en una sociedad como la nuestra –tan cambiante

Maria Rosa Buxarrais y Amèlia Tey

Profesoras del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universitat de Barcelona y miembros del GREM (Grup de Recerca en Educació Moral) de la UB.

compleja– difícilmente podemos atribuir el origen de algo únicamente a un elemento, por lo que nos parece muy osado atribuir la “culpa” o “responsabilidad” exclusiva a la televisión. Si analizáramos dichas disfunciones sociales en

Tema monográfico: El lenguaje televisivo soez como indicador ético de la cultura de una sociedad

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profundidad –algo que no nos corresponde y para lo que actualmente hay especialistas–, en casi todos los casos deberíamos referirnos a un origen multifactorial.

Por otra parte, el aumento cualitativo de la ignorancia cul-tural, la disminución del número de libros que lee la gente anualmente, el crecimiento de los niveles de violencia, las manifestaciones del malentendido patriotismo, incluso el “hablar mal” de las personas o el uso incorrecto de la len-gua, se convierten en efectos que es preciso analizar.

Aunque dudamos de la finalidad formativa de la televisión –porque, como apuntábamos más arriba, no ha sido dise-ñada para ello– sí creemos que debe considerarse el len-guaje que utiliza, ya que tanto la forma como el contenido son percibidos como modelos por algunos telespectadores. Es decir, las formas de hablar que se utilizan en televisión son imitadas por muchos telespectadores en su vida coti-diana y, por lo tanto, también son modelos de los valores que se transmiten.

En nuestra sociedad, todos los sectores se relacionan y las acciones de unos repercuten en los otros. Si equipa-remos a la sociedad con un organismo vivo, el bienestar de cuyos órganos influye en gran medida en su funciona-miento, podemos extrapolar que cuando algo falla, y le afecta negativamente, el todo lo sufre igual que las partes. Por lo tanto, y siguiendo con el símil, podemos pensar que el uso de un lenguaje soez en la calle puede ser una con-secuencia (o no) del lenguaje soez televisivo que, última-mente, está proliferando a marchas forzadas.

En esa misma línea, debemos ser conscientes de que el sistema televisivo de cada país es un reflejo del contexto histórico, político, social, económico y cultural (Gerbner, 1958, citado por Bryant y Zillman, 1996). Hawkins y Pingree (1982) hablan de “aculturación de sistemas de valores” cuando se refieren al hecho de que desde nuestra infancia aprendemos de la televisión, gracias a “lecciones” repeti-tivas, valores, ideologías y perspectivas. Así, la televisión se ha convertido en un entorno simbólico común de interacción con la mayoría de actividades que pensamos y hacemos. La exploración de su dinámica puede ayudarnos a desarrollar y comprender las fuerzas de cohesión social, dependencia cultual y resistencia al cambio, así como la necesidad de desarrollar alternativas y grados de independencia esenciales para conducirse y autogobernarse en la era televisiva (Bryant y Zillman, 1996, p. 60).

Las personas somos seres eminentemente sociales, y es cierto que no nos relacionamos únicamente a partir del len-guaje oral y/o escrito, sino que el lenguaje gestual es igual o más importante para captar el sentido del mensaje de nuestro interlocutor. A pesar de eso, el lenguaje –hablado o escrito– nos llega de forma muy directa y, o favorece el deseo de seguir comunicándonos con nuestro interlocutor o dificulta la relación.

Para completar nuestra perspectiva de análisis a la hora de tratar esa temática, querríamos destacar, además, que a lo largo de la historia de la filosofía se establecen conexio-nes teóricas entre el lenguaje y la dimensión ética del hom-bre. La palabra, exclusiva del ser humano, trasciende el nivel de comunicación de necesidades naturales y alcanza su específica peculiaridad cuando posibilita y da nombre a estimaciones morales y éticas. Estaríamos de acuerdo con la perspectiva sobre “la ética del lenguaje”, esto es, una propuesta que pretende poner de manifiesto que el uso pragmático del lenguaje –en nuestro caso, el lenguaje televisivo– conlleva una dimensión ética que no puede ignorarse.

Dentro de la ética del lenguaje, existen dos interesantes propuestas que pueden darnos luz para realizar este análi-sis. Aunque no vamos a desarrollarlas en el presente texto, sí queremos mencionarlas y plantear alguna de sus ideas. Se trata de las teorías de la acción comunicativa de Haber-mas y la teoría ética de Levinas. “Hablar a alguien, utilizar pragmáticamente un lenguaje para establecer una relación intersubjetiva, presupone un doble estrato de la comuni-cación: el nivel de lo que se dice y el hecho de decirlo a alguien” (Rojas, 2000). Para ambos autores, el lenguaje, antes de ser concebido como un espejo de la realidad, debe ser entendido a partir de la dimensión interpersonal que necesariamente abre e incorpora. De ahí que el lenguaje televisivo adquiera esa dimensión ética de la que hablan dichos autores, ya que tiene muy presente cuáles son sus destinatarios y cómo lo podrán incorporar a su forma de interpretar el mundo y de comunicarse con los demás.

Definición de lenguaje soez

En el artículo, queremos mostrar la relación establecida en-tre tres conceptos a los que ya nos hemos ido refiriendo en la introducción, es decir, la relación que se establece entre

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Quaderns del CAC: Número 28

el lenguaje, la televisión y la cultura vigente como indicador de valores éticos de una sociedad. Por eso, iniciaremos nuestro discurso clarificando qué significa para nosotros lenguaje “soez”.

Sabemos que el lenguaje es un producto cultural, resul-tado de la interacción histórica entre personas, incluso una herramienta de supervivencia. En consecuencia, es cam-biante y dinámico a lo largo del tiempo. Desde la semiótica se distinguen tres instancias: el lenguaje, la lengua y el ha-bla, que nos pueden ayudar en nuestro análisis. El lenguaje es la instancia abstracta, donde se cristalizan y desde don-de se defienden los hallazgos hechos por la persona en si-glos de interacción verbal. La instancia sincrónica es donde se consignan las reglas gramaticales y sintácticas que se convierten en un “tener que ser”. En segundo término, la lengua es cada una de las particularidades que adquiere el lenguaje según el espacio físico y cultural donde se genera, florece y establece,

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