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Paradoga Socratica


Enviado por   •  13 de Octubre de 2011  •  1.671 Palabras (7 Páginas)  •  736 Visitas

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La sabiduría de Sócrates, a tenor de los primeros diálogos de Platón, consiste en hacer que sus interlocutores descubran su propia ignorancia.

Sócrates afirma no saber nada; o interpretándolo de manera más clara, afirma que lo que sabe no tiene ningún valor, no es auténtico saber, no al menos el saber que vale la pena. ¿Y qué saber es el que vale la pena? Justamente aquel que no interesa a nadie, que a nadie preocupa, por el que nadie pregunta porque no tiene utilidad.

En los diálogos “socráticos”, Platón nos muestra a numerosas personas que se cruzaban con Sócrates afirmando saber sobre tal o cual cosa (la piedad, la virtud, la justicia, el valor…), e incluso algunos decían ser “sabios” sin más. Sócrates, siempre según Platón, en principio se mostraba complaciente e ingenuo, y después pasaba a la acción. Hacía ver a su interlocutor que realmente no sabía aquello que creía saber, o mejor dicho: que aquello que sabía no valía la pena y que lo realmente valioso le era desconocido. En otras palabras: le mostraba su ignorancia por cuanto lo que afirmaba saber era como no saber nada, y porque ignoraba cuál era el auténtico saber. La reacción del interlocutor podía ser de antipatía y desprecio eternos hacia Sócrates, o bien de sometimiento y aceptación. En este último caso Sócrates mostraba el camino que él mismo estaba recorriendo e invitaba a su desarmado interlocutor a seguirle. Según Platón, casi siempre sucedía lo primero; probablemente muy pocos griegos tenían paciencia para mantener una conversación cordial con él.

Sócrates, por tanto, partiendo de una ignorancia, la suya, llega a descubrir otra, la del interlocutor. ¿Son el mismo tipo de ignorancia? No exactamente: el sabio ignora algo respecto a lo ente (a saber: que aquello que cree saber en realidad no lo sabe, mientras que aquello que efectivamente sabe es un saber trivial, no el saber que él cree) pero también sabe algo respecto al ente (justamente este saber trivial); Sócrates ignora algo en el ámbito ontológico (ignora el saber auténticamente tal) y sabe algo a nivel óntico (lo mismo que sabe, aunque lo ignore, el sabio: este saber trivial), y además sabe otra cosa, que el sabio ignora: que este saber es trivial y aquel otro es auténtico.

Pongamos un ejemplo: supongamos que Sócrates dialoga con un sabio en justicia; veamos qué saben y qué ignoran cada uno:

EL SABIO SABE:

1. qué cosas son justas o injustas

2. que posee un determinado saber

EL SABIO IGNORA:

1. que el saber que posee sólo consiste en enumerar o reconocer qué cosas son justas o injustas

2. que eso que él sabe no es un auténtico saber

3. que el auténtico saber es saber qué es la justicia

4. qué es la justicia

SÓCRATES SABE:

1. qué cosas son justas o injustas

2. que saber esto es trivial, no es auténtico saber

3. que existe un saber auténtico: saber qué es la justicia

SÓCRATES IGNORA:

1. qué es la justicia

La cuestión es, por tanto, que aquello que el sabio sabe no tiene ningún valor, cosa que él ignora, mientras que aquello que ignora sí lo tiene, cosa que también ignora. En cambio, lo que Sócrates sabe tampoco tiene ningún valor y lo que ignora sí lo tiene, y Sócrates es consciente de ambas cosas. En fin: el sabio es ignorante de su propia ignorancia y por tanto no es sabio, y Sócrates en cambio conoce la suya. Así, el ignorante deviene sabio y el sabio ignorante, ya que la ignorancia ontológica de Sócrates le hace sabio en lo óntico, mientras que el saber óntico del sabio le hace ignorante óntico (de su propio saber) y ontológico.

La manera en que Sócrates pone de manifiesto todo este círculo de saberes e ignorancias es mediante el método mayéutico, que no consiste más que en preguntar “por qué”. Pero quien haya leído algún diálogo platónico verá que la pregunta socrática no es “¿por qué…?” sino “¿qué es…?”; sin embargo es exactamente la misma cuestión: “¿Por qué esto es justo?” “Porque en esto hay justicia” “¿Y qué es, pues, la justicia?” Sócrates es sin duda el más claro ejemplo de este proceder filosófico que consiste en preguntar sobre lo ente para descubrir el ser que lo hace presente.

En los diálogos socráticos, en los que probablemente Platón reprodujo con más fidelidad la metodología de su maestro, nos llevamos desilusiones porque nunca se llega a ninguna conclusión. La cadena de “porqués” se interrumpe sin llegar a la meta, no llegamos a saber qué es la justicia, la piedad, la virtud, la amistad o el valor; al final de los diálogos tanto Sócrates como su interlocutor

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