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DISCURSO FUNEBRE DE PERICLES


Enviado por   •  5 de Abril de 2015  •  6.687 Palabras (27 Páginas)  •  289 Visitas

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En el mismo invierno los atenienses, siguiendo la costumbre tra-

dicional, hicieron las ceremonias fúnebres en honor de los que pri-

mero habían muerto en esta guerra, procediendo del modo siguiente:

Exponen durante tres días los huesos de los muertos, y cada uno lleva

al suyo la ofrenda que quiere; y cuando tiene lugar el entierro, diez

carros transportan las cajas, que son de ciprés, cada una de una tribu

(las diez tribus de Clístenes); los huesos de cada uno de los muertos

están en la caja de la tribu a que pertenece. Además, se lleva un fére-

tro vacío y cubierto en honor de los desaparecidos que no hayan sido

hallados y recogidos. Acompañan al entierro los que lo desean de los

ciudadanos y extranjeros, y las mujeres de la familia se hallan junto

a la tumba llorando. Los entierran en el sepulcro público, que está en

el más hermoso barrio de la ciudad (el Cerámico), donde siempre en-

tierran a los que mueren en la guerra, excepto a los de Maratón, pues

considerando excepcional su valor, los enterraron en el mismo campo

de batalla. Y una vez que los cubren de tierra, un ciudadano elegido

por la ciudad, pronuncia en su honor el elogio apropiado; y después

de esto, se retiran. Así llevan a cabo el entierro; y a lo largo de toda la

guerra, cuando se presentaba la ocasión, seguían esta costumbre. En

honor de estos primeros muertos fue elegido para hablar Pericles, el

hijo de Jantipo, y una vez que llegó el momento oportuno, avanzando

desde el sepulcro a la tribuna que se había hecho muy elevada para

que pudiera ser oído por la multitud a la mayor distancia posible, ha-

bló así:

35. “La mayoría de los que han pronunciado discursos en este

lugar elogian al que añadió́ a la costumbre tradicional esta oración fú-

nebre, por ser hermoso que fuera pronunciada en honor de los solda-

dos muertos en la guerra que reciben sepultura. A mí, en cambio, me

parecería suficiente que ya que han sido de hecho unos valientes, les

honráramos también de hecho, de la manera que veis ahora mismo en

esta ceremonia fúnebre celebrada públicamente; y que la aceptación

del heroísmo de muchos no dependiera peligrosamente de un solo

hombre, que puede hablar bien o menos bien. Pues es difícil expresar-

se con justeza en circunstancias en que la creencia en la verdad queda

apenas asegurada. Y es que el oyente que ha sido testigo de los hechos

y lleva buena voluntad, quizá crea que aquel heroísmo es expuesto

como inferior a lo que quiere y sabe, mientras que el que los desco-

Nuevos Paradigmas de las Ciencias Sociales Latinoamericanas issn 2346-0377

noce puede creer por envidia, al oír algo superior a su natural, que se

exagera. Porque los elogios de otro son soportables en la medida en

que cada uno cree que es capaz de hacer algo de lo que oyó́; pero los

hombres, por envidia de lo que está por encima de ellos, no lo creen.

Mas ya que los antiguos juzgaron que este discurso era oportuno, es

preciso cumplir la ley e intentar satisfacer en todo lo posible el deseo

y la expectación de cada cual.

36. Comenzaré por nuestros antepasados, pues es justo y hermo-

so al mismo tiempo que en esta ocasión se les ofrezca el honor del

recuerdo. Porque fueron ellos quienes, habitando siempre este país

hasta hoy día mediante la sucesión de las generaciones, nos lo en-

tregaron libre gracias a su valor. Son merecedores de encomio y aun

mas lo son nuestros padres, puesto que se adueñaron, no sin trabajo,

del imperio que tenemos, a más de lo que habían heredado, y nos lo

dejaron a nosotros los hombres de hoy juntamente con aquello. Y el

imperio, en su mayor parte, lo hemos engrandecido nosotros mismos,

los que vivimos todavía, y sobre todo los de edad madura; y hemos

hecho la ciudad muy poderosa en la guerra y en la paz en todos los

aspectos. Mas de entre estas cosas dejaré a un lado las empresas gue-

rreras con que adquirimos cada una de nuestras posesiones e igual-

mente el que hayamos rechazado valerosamente a enemigos bárba-

ros y griegos, pues no quiero extenderme sobre ello ante gentes que

ya lo conocen; y mostraré en cambio, lo primero, la política mediante

la cual llegamos a adquirirlas, y el sistema de gobierno y la manera de

ser por los cuales crecieron, y pasaré después al elogio de nuestros

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