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HISTORIA DE LA REVOLUCION EN TABASCO MEXICO (EL GENERAL CUTIERREZ)

Laura HernandezBiografía12 de Junio de 2019

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...Indispensable

              “...Así hubo de hacer frente al ejército federal. A las 11:30 de la mañana sonaron los primeros disparos de una avanzada revolucionaria frente a que abrían la marcha del cuerpo enemigo. Durante cuatro horas y media se combatió en la explanada del pueblo, frente a la iglesia, en condiciones tan desventajosas los maderistas, que sólo la temeridad pudo impulsarlos a la suicida resistencia que opusieron. Con armamento anacrónico, vencido por el tiempo y el uso, de cañones de cuyo manejo no se tenía la menor idea, el desequilibrio de fuerzas resultaba manifiesto.

             Luego había que agregar la inexperiencia frente a la preparación de los federales. Del lado revolucionario se entregaron a los montados los pocos rifles en buenas condiciones que hubo a mano, y no faltó quien comentara que como la lucha sería en la selva que rodeaba el pueblo, allí cada infante equivaldría a 10 ‘dragones’, que, además, muchos de estos a la hora de la lucha, acaso se acordaran primero de su caballo que de su flamante rifle.

             La crónica de ésta __digámosle así__ batalla no acusa a nadie de incumplimiento de su compromiso, pero por sus renglones resulta más una matanza que un combate. La superioridad militar y de armamento atropelló el valor y el entusiasmo y arrastró consigo a cientos de heridos, decenas de muertos, entre ellos el propio General Gutiérrez Gómez, al que se le escapó la vida por una de las femorales, el capitán Aguilera Colorado, a quien un balazo en un pie lo dejó lisiado mientras vivió, que fueron muchos años aún, Virgilio Izquierdo, artillero improvisado, resultó muerto de bala por un federal, que lo sorprendió por la espalda mientras luchaba con otro, machete contra marrazo.

            Mucho dolor en el pueblo, dolor y despojos de hombres, armas, alimentos, todo abandonado por los que aún pudieron correr y hallaron oportunidad de hacerlo. Adentro de cada choza, un horror diferente, un desconocido pánico mantenía estremecidos a sus moradores, ellos nunca habían asistido a crimen alguno, de ahí que les espantase el que ahora presenciaban. En los humildes anales del pueblo de Aldama quedaban algunos renglones tristes, escritos por el primer heroísmo revolucionario y las últimas expresiones de la Dictadura.

            Antes de morir, Ignacio Gutiérrez Gómez encomendó a Domingo Magaña y Manuel Arenas que no abandonaran la causa revolucionaria y protegieran a su familia, ellos, a su vez, se juramentaron hacerlo, para el caso de que alguno muriese, como en esos momentos el general.

           Y fue el 21 de abril de 1911, cuando allá en el Paso, Tex., Madero y los representantes de Porfirio Díaz concertaban un armisticio con el objeto de negociar la paz”.

 

           Tal se dice en el Capítulo III de Historia de la Revolución Mexicana en Tabasco, al hablar el suscrito del protomártir de nuestra parte en el movimiento nacional iniciado el 20 de noviembre del año anterior. La información está en la obra El General Gutiérrez, de José Coffin, publicada en Paraíso, Tab., en 1912 y que ahora se ofrece en segunda edición.

           Poco se sabe de su circulación hace 68 años, pues la avalancha revolucionaria arrastró en el remolino a todo cuanto careció de fuerzas para resistir, de ahí, en primer lugar, que el libro de Coffin sea muy poco conocido, en segundo lugar puede atribuirse a este párrafo: “El producto de la venta de esta obrita será dedicado íntegramente al Colegio Presbiteriano para Niñas y Señoritas, de Paraíso, Tabasco”. No obstante lo uno y lo otro, en 1954 pudo obsequiar a Pepe Bulnes el ejemplar que ahora sirve de base a esta edición.

         Coffin era pastor presbiteriano, hijo de uno de los inmigrantes americanos llegados a Tabasco luego de la Guerra de Secesión. El lector verá, por esta obra__única que escribió__su liga con Ignacio Gutiérrez y las causas de haberla escrito. Lo demás está en las páginas que siguen, huella bondadosa y útil de quien, sin ser escrito ni historiador, contribuyó a conservar en Tabasco el recuerdo de su primer mártir revolucionario.

México, julio de 1980

Manuel González Calzada

A MI PUEBLO

             A vosotros los tabasqueños que aun esperáis un nuevo día de paz y prosperidad, después de las tremendas aflicciones y luchas de 1911, a los que de buena fe y acariciando altos y nobles ideales de fidelidad o libertad militaron en uno u otro bando político pero que aman más a su suelo natal que a su partido, a cuantos quieran dedicar un pensamiento a una plabra de simpatía a los huérfanos, viudas y demás víctimas inocentes de la guerra, a todos los que admiran el heroísmo donde quiera que dignamente se manifiesta:  dedico humildemente las siguientes páginas sin más pretensión que recoger un puñado de episodios que desearía tomaran en consideración los que escriban más tarde con mejor pluma la historia completa de la revolución maderista en el Estado.

            Ajeno hasta hoy a los credos políticos de mis conterráneos, soy de los que reconocen en las labores administrativas del Sr. Gral. Díaz grandes y meritísimos hechos consumados bajo el apoyo del buen sentido de muchos mexicanos, para gloria dela patria.

           Pero movido por un sentimiento de justicia no puedo abandonar al olvido tanta nobleza, tanto infortunio y valor tan heroico como se hundieron trágicamente la noche del 21 de abril en la sepultura cavada al machete en las montañas de Aldama.

            Hablaré del General Ignacio Gutiérrez como de un tabasqueño, como de un hermano, “que cayó vencido pero no deshonrado”, y aunque no escribo para los críticos de la lengua o de la historia, agradeceré las indicaciones que me hagan respecto a los involuntarios errores en que caiga mi humilde pluma, pues así podré ratificar o rectificar oportunamente mis conceptos.

José Coffin.

Paraíso, Tab. A 21 de enero de 1912.


I

LA MONTERÍA

   Hace medio siglo las cercanías de Aldama no estaban llenas de ranchos y haciendas en la actualidad.

      Las vegas de los ríos Santa Bárbara, Tular yTortuguero constituían la región más rica de toda la Chontalpa para l explotación de la caoba.

       Centenares e familias llegaban de todas partes internándose en el corazón de aquellas vírgenes selvas, morada exclusiva de loros, faisanes, venados, jabalíes, tigres, lagartos y culebras: allí estaba la preciosa madera, la que producía muchas onzas de oro, la que enriquecía a empresarios y labradores en poco tiempo.

        Aunque aquel negocio no debía durar muchos años y traería consigo perjuicios como la ruinosa costumbre dela emigración entre los mejores peones de campo, que abandonando sus fértiles tierras año tras año se ven a las lejanas monterías de donde generalmente no regresan, sin embargo atrajo al país a muchos extranjeros que al fin se establecieron y en la vasta mayoría de los casos han sido buenos elementos de progreso; hizo conocida nuestra riqueza natural en muchos centros comerciales, aumentando el crédito local y estimulando las energías del pueblo trabajador.

      En esos días llegó a las montañas de Aldama una cuadrilla de labradores de madera a poner una montería o campamento perteneciente a nuestro gran negociante D. Policarpo Valenzuela.

      Rápidamente se levantaron al pie de los corpulentos árboles las galeras o viviendas provisionales para la gente y se formaron los corrales para la bueyada; los monteadores, haciendo interminables picadas, cruzaron en todas direcciones los legendarios bosques, en busca de los codiciados palos.

       La montería quedaba establecida.

       Todos conocemos sus costumbres: al primer canto del gallo tocan el tarro; hombres y mujeres salen de sus pabellones, colgados n tapezcos o en el suelo y mientras ellas hacen el pinol y calientan los totopostes para el desayuno, los hombres preparan sus machetes, hachas y escopetas que con el bastimento deben llevar a mano; a la orden del jefe o encargado de la montería poco después se reúnen, y entre chanzas y canciones generalmente demasiado libres, salen al trabajo siguiendo a la incierta claridad del alba, sus amplios y limpios callejones. Durante el día sólo se oyen los golpes del hacha sobre troncos y el estrepitoso caer de los árboles.

      Más tarde viene la pesada herramienta del servicio para el arrastre, baja y embarque de la madera.

      En esa monterías, como en las minas y campamentos militares, la moralidad anda generalmente de capa caída y es por esto  que tienen entre las familias una fama algo triste. Sin embargo, como en todas partes, hay gentes muy honradas que gustan de esa vida.

      Las distintas fases del negocio tienen sus tipos muy caracterizados

     El primero es el monteador.

     Es casi siempre joven con instintos de explorador y aventurero.

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