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Historia Aocial Y Politica Argentina


Enviado por   •  26 de Octubre de 2014  •  8.160 Palabras (33 Páginas)  •  264 Visitas

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Introducción

Entendemos por historia a aquella ciencia cuyo objeto de estudio es el pasado de las sociedades humanas. La historia es considerada como una de las ciencias sociales que más utilidad le ha dado al ser humano no sólo para conocer el conjunto cultural de las diferentes civilizaciones que han pasado por la historia sino también para permitirle construir su propia identidad, buscando y tomando datos de tiempos pasados que le faciliten más la elaboración de su propia idiosincrasia.

Durante el desarrollo de la cátedra se fue revelando la importancia de conocer los hechos históricos dentro de un contexto y como consecuencia de un proceso que se va desarrollando y desencadenando sucesos; para luego poder analizarlos y así sacar nuestras conclusiones.

El presente trabajo se desarrolla a partir de la guía de temas solicitadas por la docente en la misma debíamos desarrollar obligatoriamente cuatro temas y uno a elección.

Desarrollo

1) Conquista del Desierto. Indios. Gauchos

Hace aproximadamente treinta mil años, tribus provenientes de Asia y Oceanía comenzaron a ocupar el territorio americano, desde el Estrecho de Bering hasta Tierra del Fuego. El tiempo y la geografía configuraron diversos pueblos con diferentes culturas y modos de vida.

Los wichís, los araucanos, los pampas, los tehuelches subsistieron gracias a la caza, la pesca y la recolección de frutos. Otros, como los incas, llegaron a construir ciudades imponentes y lograron afianzar un extenso imperio, que abarcaba los actuales territorios de Perú, Bolivia y el norte de Argentina y Chile. Se calcula que la población total hasta la llegada de los españoles en el siglo XV, era de dos millones de habitantes originarios.

Desde la llegada de don Pedro de Mendoza al Río de la Plata, la política adoptada fue la de las hostilidades con los habitantes originarios: la apropiación de sus tierras y su posterior dominación por medio de la fuerza y la religión. Las líneas divisorias entre los asentamientos españoles e indígenas fueron, durante largo tiempo, fluctuantes y reñidas.

La creación del Virreinato del Río de la Plata y la consecuente presencia de un poder político y militar fuerte permitieron establecer una línea de fronteras medianamente alejadas de los centros urbanos. De esta manera, los territorios que quedaron fuera de esta línea pasaron a formar parte del denominado desierto, con la intención de evocar un lugar despoblado, aun cuando esos territorios continuaban habitados por las comunidades aborígenes.

Muchos fueron los que pensaron que esos grupos y su forma de vida no pertenecían a la civilización sino a la barbarie. El indio era el bárbaro, el salvaje al que había que domesticar o exterminar.

La Conquista del Desierto, llevada a cabo durante el último tercio del siglo XIX, tuvo como misión eliminar definitivamente la línea fronteriza impuesta como un cordón de seguridad cortando el mapa de la Argentina a la altura del sur de la provincia de Buenos Aires, La Pampa y Neuquén. Ese paralelo imaginario dejaba cautiva, en poder de los indígenas, toda la Patagonia y las zonas más productivas del centro del país (la región Pampeana). Su presencia impedía el desarrollo del ferrocarril, las explotaciones mineras (carbón), forestales (bosques de coníferas), agrícolas y de ganado ovino, sectores sobre los que tenían especial interés las empresas británicas.

La región pampeana estaba habitada por una de las naciones más importantes del subcontinente, los araucanos, dividida a su vez en numerosos grupos étnicos entre los que destacaban los mapuches, los ranqueles, los puelches y los tehuelches. En el extremo sur del continente, al sur de la provincia Argentina de Santa Cruz y en la isla de Tierra del Fuego, ejercían su particular cultura del frío, las tribus ona, alacaluf y yaghan.

El ascenso de Rivadavia a la presidencia en 1826, significó para los pampas la pérdida de una enorme cantidad de territorio. Todas las tierras públicas de la provincia quedaron hipotecadas como garantía del empréstito tomado con la casa bancaria Baring Brothers de Londres.

Rivadavia decidió entonces aplicar el sistema de enfiteusis, por el cual los productores rurales podían ocupar y hacer producir las tierras públicas, no como propietarios sino como arrendatarios. La ley promulgada en julio de 1826 lo establecía sin lugar a dudas. "Quedan especialmente hipotecados al pago del capital e intereses de la deuda nacional las tierras y demás bienes inmuebles de propiedad pública, cuya enajenación se prohíbe en toda la Nación".

En vez de fraccionar la tierra y entregarla en lotes a pequeños y medianos productores para que la trabajaran, la enfiteusis rivadaviana entregó miles y miles de hectáreas a quienes ya eran grandes propietarios. Como la ley no establecía límites, ni exigía la introducción de ganado, ni la población de los campos, permitía el subarriendo y la transmisión de derechos, prestándose para todo tipo de especulaciones con la tierra pública; 8.600.000 hectáreas pasaron a manos de 538 propietarios privados.

Para controlar las fronteras y garantizar la tranquilidad de estos propietarios, Rivadavia contrató al mercenario prusiano Federico Rauch, que recibió el grado de coronel del Ejército Nacional.

Su estrategia consistía en atacar por sorpresa y asesinar indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños.

Al momento de morir Rauch, el 28 de marzo de 1829, en el Combate de las Vizcacheras, fue derrotado y degollado por el ranquel Arbolito, los 30.000 km² de pampas que poseía Buenos Aires, se habían transformado, por el avance del ejército, en más de 100.000.

Entre 1833 y 1834, al concluir su primera gobernación, Juan Manuel de Rosas, emprendió la primera campaña financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses preocupados por la amenaza indígena sobre sus propiedades, Para intentar aislar a las tribus de indios puelches y ranqueles. Tribus nómadas sin localizaciones específicas, inventoras de la "guerra de guerrillas", sus ataques se producían en grupos reducidos, llamados malones, que lograban sembrar el pánico entre las poblaciones fronterizas.

La expedición contó con el apoyo de las provincias de Córdoba, San Luis, San Juan y Mendoza. Rosas combinó la conciliación con la represión.

Pactó con los pampas y se enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá. Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la conquista, el saldo fue de 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 cautivos blancos.

Hasta la caída de Rosas se vivió en una relativa tranquilidad en las fronteras con el indio, pero a partir de 1853 reaparecieron los malones. En marzo de 1855, el gobierno de la provincia envió una expedición militar hacia la zona de Azul al mando del coronel Bartolomé Mitre. Mientras acampaba en Sierra Chica, la división fue cercada y diezmada por los lanceros del cacique Calfucurá.

La consolidación del Estado Nacional hacía necesaria la clara delimitación de sus fronteras con los países vecinos. En este contexto, se hacía imprescindible la ocupación del espacio patagónico reclamado por Chile durante décadas. Sólo la pacificación interior impuesta por el Estado nacional unificado a partir de 1862, permitió a fines de la década del 1870, concretar estos objetivos con el triunfo definitivo sobre el indio.

El gobierno de Avellaneda, a través del ministro de Guerra, Adolfo Alsina impulsó una campaña para extender la línea de frontera hacia el Sur de la Provincia de Buenos Aires.

El plan de Alsina era levantar poblados y fortines, tender líneas telegráficas y cavar un gran foso, conocido como la "zanja de Alsina", con el fin de evitar que los indios se llevaran consigo el ganado capturado.

Antes de poder concretar del todo su proyecto, Alsina murió y fue reemplazado por el joven general Julio A. Roca. La política desarrollada por Alsina había permitido ganar unos 56 mil kilómetros cuadrados, extender la red telegráfica, la fundación de cinco pueblos y la apertura de caminos.

El nuevo ministro de Guerra aplicará un plan de aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática.

El plan de Roca se realizaría en dos etapas: una ofensiva general sobre el territorio comprendido entre el Sur de la Provincia de Buenos Aires y el Río Negro y una marcha coordinada de varias divisiones para confluir en las cercanías de la actual ciudad de Bariloche. En julio de 1878, el plan estaba en marcha y el ejército de Roca lograba sus primeros triunfos capturando prisioneros y recatando cautivos.

El 14 de agosto de 1878, el presidente Avellaneda envió al Congreso un proyecto para poner en ejecución la Ley del 23 de agosto de 1867 que ordenaba la ocupación del Río Negro, como frontera de la república sobre los indios pampas. El Congreso sancionó en octubre una nueva ley autorizando una inversión de 1.600.000 pesos para sufragar los gastos de la conquista.

Con la financiación aprobada, Roca estuvo en condiciones de preparar sus fuerzas para lanzar la ofensiva final. La expedición partió entre marzo y abril de 1879. Los seis mil soldados fueron distribuidos en cuatro divisiones que partieron de distintos puntos para rastrillar la pampa. Dos de las columnas estarían bajo las órdenes del propio Roca y del coronel Napoleón Uriburu, que atacarían desde la cordillera para converger en Choele Choel. Las columnas centrales, al mando de los coroneles Nicolás Levalle y Eduardo Racedo, entrarían por la pampa central y ocuparían la zona de Trarú Lauquen y Poitahue. Todo salió según el plan con el acompañamiento de la armada que con el buque El Triunfo, a las órdenes de Martín Guerrico, navegó por el Río Negro.

El 25 de mayo de 1879 se celebró en la margen izquierda del Río Negro y desde allí se preparó el último tramo de la conquista. El 11 de junio las tropas de Roca llegaron a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Pocos días después, el ministro debió regresar a Buenos Aires para garantizar el abastecimiento de sus tropas y para estar presente en el lanzamiento de su candidatura a presidente de la República por el Partido Autonomista Nacional. Lo reemplazaron en el mando los generales Conrado Villegas y Lorenzo Vintter, quienes arrinconaron a los aborígenes neuquinos y rionegrinos en los contrafuertes de los Andes y lograron su rendición definitiva en 1885.

El saldo fue el de miles de indios muertos, catorce mil reducidos a la servidumbre, y la ocupación de quince mil leguas cuadradas, que se destinarían, teóricamente, a la agricultura y la ganadería.

Las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos, la pobreza y el hambre aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos sobrevivientes.

El éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto” prestigió frente a la clase dirigente la figura de Roca y lo llevó a la presidencia de la república. Para el estado nacional, significó la apropiación de millones de hectáreas. Estas tierras fiscales que, según se había establecido en la Ley de Inmigración, serían destinadas al establecimiento de colonos y pequeños propietarios llegados de Europa, fueron distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder, que pagaron por ellas sumas irrisorias.

Algunos de ellos se dedicarán a la explotación ovina poblando el desierto con ovejas; otros dejarán centenares de miles de hectáreas sin explotar y sin poblar, especulando con la suba del precio de la tierra. Aún hoy, el territorio de Santa Cruz tiene un porcentaje de medio habitante por kilómetro cuadrado.

Muchos descendientes de los pueblos originarios de esas tierras aún viven ignorados y marginados como en aquellos días de la Conquista, cuando fueron brutalmente masacrados o condenados a sobrevivir aislados en pequeñas comunidades luchando por que concluya el tiempo de dominación sistemática ejercida por el hombre blanco.

El Gaucho

Parece ser que la palabra gaucho deriva del término quechua "huachu", que significa sin padres. Esta palabra se usó en las regiones del Plata, Argentina, Uruguay y aún en Brasil, para designar a los jinetes de la llanura o pampa dedicados a la ganadería.

El gaucho es una especie de vagabundo de la pampa, rústico y varonil que sabe defender su honor y demuestra valentía en circunstancias de peligro Su origen criollo proviene de la mezcla de sangre entre el español y el indígena.

El gaucho luchó durante doscientos años contra las hostilidades de los indígenas y la tierra. Forjó un espíritu noble y osado. Vivió nómada, sin apegos ni prejuicios, cantó su rebeldía y amó la libertad. Nunca tuvo patrones y se ganó el sustento trabajando en el campo. Hábil jinete y criador de ganado se caracterizaba por su destreza física, su altivez y su carácter reservado y melancólico.

Realizaba casi todas las faenas a caballo, animal que era su mejor compañero y toda su riqueza. El lanzamiento del lazo, la doma, el rodeo de hacienda y las travesías, eran llevadas a cabo por los jinetes que hacían del caballo su mejor instrumento.

Del conquistador recibe el caballo y la guitarra; del indio, el poncho, la vincha, el mate y las boleadoras. El refrán es su forma típica de respuesta.

"Cortito como patada e' chancho" "Atravesau como trote e'cuzco" "Se defiende como gato panza arriba" "Quedó como hormiguero patiao" "Más pegau que estampilla en sobre viejo"

Si bien en el sur argentino los gauchos mostraban cierta indisciplina, en el norte de Argentina de principios del siglo XIX tuvieron un papel distintivo, ya que tuvieron un trascendental desempeño militar en las luchas por la independencia de España. Este se dio particularmente en la frontera con el Alto Perú.

2) Línea de tiempo a escala: Educación Común Nº 1420, Creación del Registro Civil, Ley Electoral Sáenz Peña, Ley de Residencia, Ley de Creación de los Territorios Nacionales.

• Ley de educación común 1420:

La ley de Educación Común 1420, se aprobó el 8 de julio de 1884, estableció la instrucción primaria obligatoria, gratuita y gradual. La obligatoriedad suponía la existencia de la escuela pública al alcance de todos los niños, medio para el acceso a un conjunto mínimo de conocimientos, también estipulados por ley. Los padres estaban obligados a dar educación a sus hijos. Por último, la formación de maestros, el financiamiento de las escuelas públicas y el control de la educación –privada o pública- quedó en manos del Estado.

• Creación del Registro Civil

Durante el período colonial los nacimientos, defunciones y casamientos eran registrados por las autoridades eclesiásticas en los Libros Parroquiales. A partir del 31 de octubre de 1884 se dio sanción a la Ley de Registro Civil, Ley Nº 1565, durante el gobierno del Presidente Julio A. Roca y establecía que dentro de los seis meses siguientes a la promulgación de la Ley, las Municipalidades de la Capital y Territorios Nacionales establecerán una o más oficinas de Registro del Estado civil de las Personas, estipulando lineamientos generales de organización, que fueron punto de partida de la evolución jurídica del Registro civil (como por ejemplo el duplicado de libros en tres rubros de registración: nacimiento, matrimonio y defunciones).

• La Ley Sáenz Peña

La Ley 8.871 sancionada por el Congreso de la Nación Argentina el 10 de febrero de 1912, estableció el voto universal, secreto y obligatorio para los ciudadanos argentinos varones, nativos o naturalizados, mayores de 18 años de edad, habitantes de la nación y que estuvieran inscriptos en el padrón electoral. Esta ley debe su nombre a su impulsor, el Presidente Roque Sáenz Peña

En la ley el derecho al voto no fue establecido universalmente. En principio, excluyó de plano a las mujeres (el voto femenino sería aprobado más de 30 años después, en 1947) y a los habitantes de los territorios nacionales. Otras personas que se consideraban incapaces de ejercer el derecho fueron los dementes declarados en juicio y los sordomudos que no podían expresarse por escrito. Por su estado y condición se hallaban imposibilitados de votar, los religiosos, los soldados y los detenidos por juez competente. Por causas de indignidad, no podían sufragar los reincidentes condenados por delitos contra la propiedad, durante cinco años después de cumplida la condena, los penados por falso testimonio y por delitos electorales, por el lapso de cinco años.

La primera aplicación de la ley fue en abril de 1912, en Santa Fe y Buenos Aires. Las primeras elecciones presidenciales realizadas bajo el sistema de la ley ocurrieron en 1916, cuatro años después de su sanción, y resultaron el triunfo del candidato por la Radical, Hipólito, la principal fuerza opositora al Partido Autonomista Nacional y que hasta entonces no había accedido al poder.

• Ley de Residencia

La Ley Cané o la ley 4.144 de Residencia, sancionada por el Congreso de la Nación Argentina en 1902 que permitió y habilitó al gobierno a expulsar a inmigrantes sin juicio previo. La ley fue utilizada por sucesivos gobiernos argentinos para reprimir la organización sindical de los trabajadores, expulsando principalmente anarquistas y socialistas. Surgió a partir de un pedido formulado por la Unión Industrial Argentina al Poder Ejecutivo Nacional en 1899, a raíz del cual el senador Miguel Cané presentó ante el Congreso de la Nación el proyecto de expulsión de extranjeros.

Durante sus 56 años de vigencia se utilizaron diversos "criterios de expulsión", pero fundamentalmente dirigidos contra los movimientos de resistencia obrera —sobre todo en sus primeros tiempos de aplicación—, en ocasiones también para la deportación de tratantes de blancas u otros delincuentes y de espías alemanes concluida la Segunda Guerra Mundial, y alcanzó incluso a los pequeños comerciantes (almaceneros españoles) durante la campaña peronista "contra el agio y la especulación", en 1946. Fue derogada en 1958, bajo el mandato presidencial de Arturo Frondizi.

• Ley 1532 Territorios Nacionales

Esta ley fue dictada durante el año 1884, la cual organizaba la administración de los llamados territorios nacionales, ubicados fuera de los límites de las primitivas catorce provincias. Eran los territorios de Misiones, Chaco, Formosa, La Pampa, Neuquén, Rio Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.

Aquella ley prescribía, que los gobiernos de esos territorios estarían constituidos por un gobernador elegido por el poder ejecutivo nacional con acuerdo del senado que duraría tres años; y determinaba, así mismo, que los territorios que llegaran a 30.000 habitantes, tendrían una legislatura con facultades restringidas, pero estas no llegaron a funcionar. Disponía finalmente que cuan la población de cada territorio llegara a las 60.000 almas el congreso podría transformarla en provincia.

3) Presidencia de Yrigoyen: La Semana Trágica; La Patagonia Rebelde y la división de la UCR.

El primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922)

El 2 de abril de 1916 se realizaron por primera vez en la historia argentina, las elecciones presidenciales mediante el voto secreto, la UCR obtuvo 370.000 votos, contra 340.000 votos de todos los demás partidos. El gobierno de la Unión Cívica Radical significó la llegada al gobierno y a la dirección de los organismos estatales de integrantes de los sectores medios que hasta ese momento estaban excluidos de hecho de esas funciones.

La primera presidencia de Hipólito Yrigoyen impulsó una serie de políticas de nuevo tipo que en conjunto señalaban una tendencia nacionalista transformadora, entre las que se destacaron: la creación de la empresa petrolera estatal YPF, las nuevas leyes rurales, el fortalecimiento de la red pública de ferrocarriles, la Reforma Universitaria y una política exterior fuertemente autónoma de las grandes potencias. En materia laboral impulsó algunas leyes obreras como la ley de la jornada de 8 horas y la ley de descanso dominical e intervino como mediador neutral en los conflictos entre sindicatos y grandes empresas,

A poco de comenzar la presidencia de Yrigoyen estallo la revolución socialista en Rusia, y las vagas aspiraciones revolucionarias de ciertos sectores obreros se encendieron ante la perspectiva de una transformación mundial de las relaciones entre el capital y el trabajo. Las huelgas comenzaron a hacerse más frecuentes y más intensas, pero no solo por algunos grupos muy politizados esperaban desencadenar la revolución, sino también porque, efectivamente, crecía la desocupación a medida que se comprimía la industria de emergencia desarrollada durante la guerra, aumentaban los precios y disminuían los salarios reales. Obreros ferroviarios, metalúrgicos, portuarios, municipales, se lanzaron sucesivamente a la huelga y provocaron situaciones de violencia que el gobierno reprimió con dureza. Dos dramáticos episodios dieron medida de las tensiones sociales que soportaba el país. Uno la huelga general que estallo en Buenos Aires en enero de 1919, y el otro fue la huelga de los Trabajadores rurales de la Patagonia.

 La Semana Trágica:

En diciembre de 1918 comenzó una huelga en los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos. La industria metalúrgica se había visto profundamente afectada por la Primera Guerra Mundial e intentaba bajar costos. Los obreros, a su vez, pretendían obtener mejoras en sus condiciones de trabajo y en sus salarios. La huelga pronto se convirtió en un conflicto sindical generalizado que terminó con 700 muertos y cerca de 4000 heridos, y pasó a la historia como la Semana Trágica.

Antecedentes: Cuando Yrigoyen asumió la presidencia de la nación, la ciudad de Buenos Aires contaba con más de medio millón de obreros. Aproximadamente la mitad estaba ocupada en el sector industrial y la mayor parte vivía en el sur de la ciudad. Una multitud de talleres y de pequeñas industrias poblaban los barrios obreros de Nueva Pompeya, Barracas y La Boca, mientras que, en la provincia de Buenos Aires, Avellaneda se destacaba por la presencia de los trabajadores de los frigoríficos. Esta concentración geográfica contribuyó a la formación de una cultura de la clase obrera, es decir, de valores, costumbres e ideales compartidos. En ese marco, la aspiración a una sociedad más justa, en la que no existiera la explotación del hombre por el hombre, constituía un elemento importante.

Durante las primeras décadas del siglo, socialistas y anarquistas habían competido para ganarse la adhesión de los trabajadores. El presidente Yrigoyen, lejos de ignorar esta realidad, intentó modificarla mediante el afianzamiento de un nuevo tipo de relación entre el Estado y la clase obrera urbana, Desde su punto de vista, el Estado debía ser un árbitro de los conflictos entre los empresarios y los trabajadores. Por consiguiente, la represión debía sustituirse por la negociación entre las partes.

Los trabajadores, pese a la favorable actitud inicial de Yrigoyen, vivían tiempos difíciles por tres motivos centrales:

1. La inflación. La reducción de las importaciones generada por la Primera Guerra Mundial favoreció el aumento de los precios de los artículos de consumo.

2. La desocupación. La pérdida de mercados provocada por la guerra repercutió sobre la actividad económica y aumentó el número de desocupados, situación que comenzó a revertirse al finalizar el conflicto.

3. Los bajos salarios. Mientras mayores eran la desocupación y, por lo tanto, la demanda de empleo, mayor era la facilidad de los empresarios para minimizar sus gastos en el pago de la mano de obra.

Causas de la Gran Huelga: La guerra había afectado gravemente a la industria metalúrgica argentina, dado que su funcionamiento dependía de suministros provenientes del exterior. Para atenuar la crisis, la empresa metalúrgica Vasena, ubicada en el barrio obrero de Nueva Pompeya, decidió reducir el "costo laboral": bajó el salario en un 50% y contrató a mujeres y niños. Los trabajadores respondieron a estas medidas con una huelga, que fue también secundada por trabajadores de otros gremios de la capital y de todo el país.

La empresa Vasena contrató "rompehuelgas", que contaron con el apoyo de la policía y de grupos civiles armados, quienes se dedicaron a perseguir, golpear, detener o asesinar obreros. Estos civiles habían recibido armas en el Club Naval que presidía el contralmirante Domecq García y, pronto, a fines de enero, estrenaron sigla propia: Liga Patriótica Argentina. Sobre sus integrantes recayó parte importante de la responsabilidad por los asesinatos, cuyo número oscila entre 1000 y 2.000, según las fuentes.

Finalmente el 11 de enero el gobierno radical llegó a un acuerdo basado en la libertad de los presos que sumaban más de 2.000, un aumento salarial de entre un 20 y un 40 %, según las categorías, el establecimiento de una jornada laboral de nueve horas y la reincorporación de todos los huelguistas despedidos.

La rebelión social duró exactamente una semana, del 7 al 14 de enero de 1919. La huelga había triunfado a un costo enorme. El precio no lo pusieron los trabajadores sino los dueños del poder, que hicieron del conflicto un caso testigo en su pulseada con el gobierno al que consiguieron presionar en los momentos más graves e imponerle su voluntad represiva.

 La Patagonia Rebelde:

En 1920 y 1921 se generaron huelgas de peones que ya vivían en condiciones inhumanas. En 1922 impulsados por F.O.R.A. (Federación Obrera regional Argentina) exigieron mediante estas huelgas mejoras salariales y condiciones de trabajo. Paralelamente grupos de delincuentes se infiltraron y cometieron desmanes que se lo atribuyeron a los obreros. Los terratenientes reprimieron con violencia estos hechos.

En Santa Cruz, los trabajadores de las estancias y los frigoríficos protagonizan una huelga. El detonante son los despidos, provocados por la crisis lanera mundial, pero los reclamos revelan problemas más profundos: pago en vales o mercancías, hacinamiento en las viviendas, arbitrariedad de patronos, ausencia de autoridad pública. La huelga trae desmanes: ataques a estancias, robos, secuestros. Actúan militantes anarquistas y “maximalistas”, lo que aumenta el pánico de los propietarios.

El presidente Yrigoyen envía tropas, al mando de Héctor B. Varela, un militar sensible a los problemas de los trabajadores, que propone un laudo contemplando la mayoría de sus demandas. La solución escandaliza a los grandes propietarios, a las empresas extranjeras vinculadas con ellos y a la Liga Patriótica, que acusa de blandura al gobierno radical. Los propietarios hacen caso omiso del laudo, por lo que se reanuda la huelga y reaparecen los piquetes y los saqueos. Varela vuelve con sus tropas e instrucciones ambiguas: debe poner orden.

La represión militar de violencia inaudita estuvo a cargo de dos regimientos de caballería. Varela decretó por su cuenta la ley marcial y fusiló a decenas de huelguistas en las cercanías del lago Argentino y en otros parajes.

Ante la gravedad de lo ocurrido, Yrigoyen desautorizó al represor. En 1923, apenas ocurridos estos acontecimientos, Varela era asesinado por un anarquista que deseaba venganza.

Ineficaz en el terreno económico, en el que no adopto medida de fondo ni se previeron las consecuencias del cambio que se operaba en el sistema mundial después de la guerra, el gobierno de Yrigoyen fue contradictorio en su política obrera, paternalista frente a casos particulares, pero reaccionaria frente al problema general del crecimiento del proletariado industrial. Sin embargo, satisfizo a vastos sectores que veían en él un defensor contra la prepotencia de las oligarquías y un espíritu predispuesto a facilitar el ascenso social de los grupos marginales. Cuando Yrigoyen concluyo su presidencia, su prestigio popular era aun mayor que al llegar al poder. A él le toco designar sucesor para 1922, y eligió a su embajador en Paris, Marcelo T. de Alvear

El gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922-1928)

En 1922 la Unión Cívica Radical obtuvo 450.000 votos contra 200.000 de la Concentración Nacional (conservadores). Marcelo T. de Alvear desarrollará una presidencia marcadamente diferente, en estilo y contenido a la de Hipólito Yrigoyen.

En primer lugar, el radicalismo durante su mandato, manifestó una clara vocación de diálogo y alianzas con otras fuerzas políticas, en particular socialistas y demócratas progresistas. En segundo término, Alvear asistía a la inauguración de monumentos, plazas y parques, a diferencia de Yrigoyen quien era más reservado.

Algo más separaba, con todo, a Alvear de su antecesor. Le disgustaba la escasa jerarquía que tenía la función pública y aspiraba a que su administración adquiriera la decorosa fisonomía de los gobiernos europeos. Esta preocupación lo llevo a constituir un gabinete de hombres representativos, pero más próximos a las clases tradicionales que a las clases medias en ascenso. Era solamente un signo, pero toda una acción gubernativa confirmo esa tendencia a desplazarse hacia la derecha.

Demócrata convencido, Alvear procuro mantener los principios del orden constitucional y trato de mantener una administración eficaz y honrada. Los presupuestos no fueron saneados, porque la situación económica no mejoro sustancialmente durante su gobierno, pero la organización fiscal fue perfeccionada y su funcionamiento ajustado. Solo los problemas de fondo quedaron en pie sin que advirtiera siquiera su magnitud, pese a que bastaba una ligera mirada al panorama internacional para observar que los desequilibrios de la economía de posguerra repercutirían inexorablemente en el país.

Era evidente que la situación económica y financiera del mundo se acercaba a una crisis, y como Gran Bretaña estaba incluida en ella, no era difícil prever que las posibilidades del comercio exterior argentino corrían serio peligro. Por otra parte, la crisis social y política había cobrado forma con la revolución rusa y se manifestaba de otra manera, en el fascismo italiano, proponiéndose así diversos sistemas de soluciones que los distintos grupos sociales recibían como experiencias utilizables. Finalmente, la posición de los grupos capitalistas que operaban en el país se habían complicado desde 1925 con el incremento de los capitales norteamericanos, que llegaban en parte aprovechando el vacío dejado por las exportaciones alemanas, y en parte como consecuencia dl plan general de expansión de los Estados Unidos en Latinoamérica. Todas estas cuestiones debían repercutir sobre la débil estructura económica dl país, pero era evidente que gravitaría sobre todo el proceso de ascenso de las clases medias y de los sectores populares. Pero el radicalismo no percibió el problema y se mantuvo imperturbable en una política de buena administración y de mantenimiento del sistema económico tradicional.

Los sectores conservadores, por el contrario, reaccionaron en defensa de sus propios intereses. Estos consideraban a los radicales como recién llegados al poder, sin que el respaldo popular fuera suficiente para legitimarlos, estimaban que no poseían dotes sociales necesarios para hacer un buen papel y que su manera de vestir, de hablar y de comportarse en sociedad deterioraba el sentido de autoridad.

La simparía popular se mantenía fiel a Yrigoyen, cuya figura adquiría poco a poco más que los caracteres de un caudillo, los de un santón. Un grupo de militares encabezado por el ministro de guerra Agustín P. Justo comenzó a organizarse para impedir el retorno de Yrigoyen al poder; pero Alvear se opuso que se siguiera por ese camino, sin poder evitar, sin embargo, que la conspiración continuara subterráneamente con el apoyo de los sectores conservadores. Distanciado de Yrigoyen, el presidente prefirió, en cambio, estimular la formación de un partido de radicales disidentes que se llamaron antipersonalistas, estos propugnaban la conducción orgánica, institucional del partido y entendían que Alvear respondía a ese tipo de liderazgo. El fuerte liderazgo de Yrigoyen y la carencia de bases programáticas específicas condujeron a que el caudillo fuera el depositario de la ortodoxia partidaria. Esto produjo resistencia en algunos seguidores, que terminaron en producir una escisión dentro del radicalismo, los que siguieron a Yrigoyen se denominaron personalistas.

Por otro lado, los socialistas tenían una relación distante con el gobierno. En términos generales miraban a Yrigoyen como un reformista a medias, consideraban que su obra social era limitada y que los había traicionado en los sucesos como los de la Patagonia. En El caso de los socialistas independientes prefirieron aliarse con los conservadores, antes de apoyar a Yrigoyen en las elecciones.

El nuevo grupo político por los nacionalistas que miraban hacia Europa, al igual que los conservadores y los socialistas, si bien cada uno veía cosas diferentes. Hubo dos tipos de nacionalismos: uno volcado hacia el tipo de experiencia que harían José Antonio Primo de Rivera y la Falange Española; el otro observaba a la Italia de Mussolini como fuente de inspiración.

Ambos tenían alta estima al ejército y la marina. En su perspectiva, los militares eran lo que luego llamarían “la reserva moral de la Patria”, el sector no contaminado por la corrupción y la demagogia. Confiaban en la “patria fuerte”; para logarla, era necesaria la eliminación del Congreso y la supresión de la democracia.

Cuando en 1928 llego el momento de la renovación presidencial, el nuevo partido (UCR anti personalistas) con la formula Melo – Gallo, fue derrotado e Yrigoyen volvió al gobierno.

El segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen (1928-1930)

El segundo gobierno de Yrigoyen coincide con la Gran Depresión mundial de 1929 que paralizó la actividad económica y puso en crisis al propio sistema capitalista. El radicalismo, seriamente dividido y con Yrigoyen en la presidencia, no supo encontrar respuestas.

Yrigoyen fue muy criticado por una serie de intervenciones a provincias y asesinatos de opositores, entre ellos el del Senador Lencinas, y al realizarse las elecciones parlamentarias de 1930, el radicalismo perdió estrepitosamente en la ciudad de Buenos Aires, resultando tercero detrás del Partido Socialista Independiente y el Partido Socialista, perdiendo también en el total nacional. Aún faltaban cuatro años para las elecciones presidenciales y la debilidad del gobierno de Yrigoyen se hizo crítica.

En cierto momento, todos los factores adversos del gobierno coincidieron y desencadenaron un levantamiento militar.

El 6 de septiembre de 1930 el general José Félix Uriburu derrocó al gobierno constitucional. El triunfo de la revolución cerro el periodo de la republica radical, sin que Yrigoyen pudiera comprender las causas de la versatilidad de su pueblo, que no mucho antes lo había aclamado y lo abandonaba ahora en manos de la oligarquía.

4) Línea de Tiempo a escala: los golpes militares y los Gobiernos de Facto del Siglo XX

En Argentina se realizaron seis golpes de estado durante el siglo XX, en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. En los 53 años que transcurrieron desde el primer golpe de estado en 1930, hasta que cayó la última dictadura en 1983, los militares gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de «presidente», uno cada 1,7 años. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas) fueron interrumpidas mediante golpes de estado.

 Golpe del 6 de septiembre de 1930

El golpe militar del 6 de setiembre de 1930 fue liderado por el General José Félix Uriburu y derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928.

Luego de proscribir a la Unión Cívica Radical, el régimen organizó una salida electoral aparente, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas que dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la Década Infame. El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadero artífice intelectual del golpe de estado.

 Golpe del 4 de junio de 1943

La Revolución del 43 originada en el golpe militar del 4 de junio de 1943 tuvo características distintivas a todos los demás:

- En primer lugar no derrocó a un gobierno legítimo. Ramón Castillo, el presidente derrocado, era parte del régimen conservador conocido como década infame, originado en el golpe militar de 1930 y apoyado en el fraude electoral generalizado, la represión y la corrupción.

- En segundo lugar no mantuvo relaciones de alianza con los grandes terratenientes y empresarios.

- En tercer lugar, su desencadenamiento estuvo vinculado a las presiones de Estados Unidos para que la Argentina abandonara su tradicional neutralismo frente a la Segunda Guerra Mundial, con el fin de afectar los intereses británicos en el país y reemplazar a Gran Bretaña como poder económico dominante en la Argentina.

Los dictadores que presidieron este golpe fueron: Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell.

 Golpe del 16 de septiembre de 1955

La llamada Revolución Libertadora fue una dictadura militar originada en el golpe de estado que derrocó al Presidente Juan Domingo Perón entre el 16 y el 23 de septiembre de 1955, día éste último en que el jefe de la insurrección juró con el título de presidente, a la vez que disolvió el Congreso. Al día siguiente designó como «vicepresidente» al almirante Isaac Rojas.

La Revolución Libertadora contó con una Junta Consultiva integrada por la mayor parte de los partidos políticos: Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Demócrata Nacional, Partido Demócrata Cristiano y Partido Demócrata Progresista.

El grupo golpista se dividió en dos sectores: un sector nacionalista-católico liderado por el General l grupo golpista se dividió nacionalista-católico liderado por el General Eduardo Lonardi, que tomó el gobierno al comienzo, y un grupo liberal-conservador liderado por el General Pedro Eugenio Aramburu y el Almirante Isaac Rojas. Este último sector terminó predominando y dando un golpe de estado interno, por el cual Lonardi fue reemplazado por Aramburu como presidente.

 Golpe del 29 de marzo de 1962

El golpe militar del 29 de marzo de 1962 tuvo elementos tragicómicos que determinaron que no fuera un militar, sino un civil, quien accediera al gobierno luego de derrocar al Presidente Arturo Frondizi (radical intransigente). El hecho que precipitó el golpe fue la amplia victoria del peronismo en las elecciones realizadas once días antes, en diez de las catorce provincias, incluyendo la estratégica Provincia de Buenos Aires, donde triunfó el dirigente sindical textil Andrés Framini. El peronismo había sido proscripto por la dictadura militar de 1955, pero Frondizi volvió a habilitarlo electoralmente, aunque manteniendo la prohibición a Juan Perón de presentarse como candidato y volver al país. Frondizi inmediatamente intervino las provincias en las que había ganado el peronismo, pero el golpe era indetenible. Producido el levantamiento militar el 29 de marzo de 1962, el Presidente Frondizi, detenido por los militares en la Isla Martín García, se negó a renunciar (“no me suicidaré, no renunciaré y no me iré del país”). Eso llevó a interminables movimientos, amenazas y gestiones que agotaron a los líderes de la insurrección, quienes se fueron a dormir antes de asumir formalmente el poder. En la mañana del 30 de marzo, el General Raúl Poggi, líder de la insurrección victoriosa, se dirigió a la Casa Rosada para hacerse cargo del gobierno, y se sorprendió con el hecho de que los periodistas le comentaban que un civil, José María Guido, había jurado como presidente en el palacio de la Corte Suprema de Justicia.

 Golpe del 28 de junio de 1966

El 28 de junio de 1966 un levantamiento militar liderado por el General Juan Carlos Onganía derrocó al Presidente Arturo Illia (radical del pueblo). El golpe dio origen a una dictadura autodenominada Revolución Argentina, que ya no se presentó a sí misma como «gobierno provisional», como en todos los golpes anteriores, sino que se estableció como un sistema de tipo permanente. Este tipo de dictaduras militares permanentes, se instalaron por entonces en varios países latinoamericanos en esos años (Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay, etc.) La Revolución Argentina dictó en 1966 un Estatuto que tenía nivel jurídico superior a la Constitución y en 1972 introdujo reformas constitucionales, algo que también la distinguió de las dictaduras anteriores. En general la dictadura adoptó una ideología fascista-católica-anticomunista, apoyada abiertamente tanto por Estados Unidos como por los países europeos. La alta conflictividad política y social generada durante la Revolución Argentina y las luchas entre los diversos sectores militares produjeron dos golpes internos, sucediéndose en el poder tres dictadores militares: Juan Carlos Onganía (1966-1970), Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973).Económicamente la dictadura entregó el Ministerio de Economía a los sectores civiles más conservadores-liberales. Hay que señalar sin embargo, que durante la dictadura de Levingston, predominó un sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas. Acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, la dictadura organizó una salida electoral con participación del peronismo (aunque impidiendo la candidatura de Perón), en 1973, en la que triunfó precisamente el candidato peronista Héctor J. Cámpora, con el 49,53% de los votos, asumiendo el 25 de mayo de 1973. Cámpora renunció para permitir elecciones libres, en las que ganó Juan Perón con el 62% de los votos, quien moriría menos de un año después de haber sido electo, y el gobierno peronista, en manos ahora de la Vicepresidenta María Estela Martínez de Perón, sería también derrocada por un golpe militar en 1976.

 Golpe del 24 de marzo de 1976

El 24 de marzo de 1976 una nueva sublevación militar derrocó a la Presidenta María Estela Martínez de Perón instalando una dictadura de tipo permanente (Estado burocrático autoritario) autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», gobernada por una Junta Militar integrada por tres militares, uno por cada fuerza. A su vez la Junta Militar elegía a un funcionario con el título de «presidente», con funciones ejecutivas y legislativas.

Al igual que la dictadura anterior, la Junta Militar sancionó en 1976 un Estatuto y dos Actas de carácter complementario con jerarquía jurídica superior a la Constitución.

El Proceso fue gobernado por cuatro juntas militares sucesivas:

 1976-1980: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti

 1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Omar Domingo Rubens Graffigna

 1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Isaac Anaya

 1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco, Augusto Jorge Hughes

En cada una de estas etapas, las juntas designaron como «presidentes» de facto a Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone respectivamente, todos ellos integrantes del Ejército. Bignone, fue el único "presidente" que no perteneció a la junta.

El «Proceso de Reorganización Nacional» llevó adelante una guerra sucia en la línea del terrorismo de estado que violó masivamente los derechos humanos y causó la desaparición de decenas de miles de opositores.[

En 1982 el gobierno militar emprendió la Guerra de Malvinas contra el Reino Unido, en un acontecimiento sobre el cual siguen siendo muy oscuras las causas desencadenantes. La derrota infligida provocó la caída de la tercera junta militar y meses más tarde la cuarta junta llamó a elecciones para el 30 de octubre de 1983, en las que triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín, quien asumió el 10 de diciembre de 1983.

Los jefes militares fueron enjuiciados y condenados, y muchos de ellos llevados a prisión, en complejos procesos que se extendieron en el tiempo.

La dictadura militar llamada «Proceso de Reorganización Nacional» fue la última. Si bien entre 1987 y 1990 se produjeron varias insurrecciones militares, denominadas carapintadas, ninguna de ellas logró derrocar a los gobiernos democráticos.

5) Análisis de los siguientes Textos:

“La primavera de los Pueblos” Luis Alberto Romero. Breve Historia de la Argentina

Se trataba de un coro múltiple, heterogéneo pero unitario, regida por una lógica de la agregación, al que se le sumaban voces de otros intereses heridos. Unos y otros se legitimaban recíprocamente y conformaron un imaginario social sorprendente, una verdadera “primavera de los pueblos”

No era difícil encontrar por entonces en todo el mundo señales confirmatorias de esas primaveras. Los vastos acuerdos sociales que habían presidido el largo ciclo de prosperidad posterior a la Segunda Guerra Mundial estaban agotándose, como se advertía en la ola de descontento que recorría a la sociedad, y sobre todo en la rebelión de su grupo más sensible, los estudiantes. Se expreso en Praga, México o Berkeley, y culmino en Paris en mayo de 1968, clamando contra el autoritarismo y por el poder de la imaginación. La expresión más notoria del poder autoritario trastabillaba visiblemente frente a la ola de movimientos emancipatorios: la resistencia del pueblo de Vietnam mostro la imagen derrotada de un gigante que, además, debía lidiar en su propio frente interno con estudiantes, negros y una sociedad entera que reclamaba sus derechos. Si la Unión Soviética, había dejado de encarnar una utopía, China y su revolución Cultural proclamaban la posibilidad de otro comunismo, a la vez Nacional y antiautoritario. La imagen del presidente Mao, así como la de Fidel Castro, oscilaban entre el mundo socialista y un Tercer Mundo, cada vez más volcado a la izquierda, en el que distintas expresiones nacionales del socialismo podían encontrar un camino común de reconocimiento y acción.

En América Latina donde los prospectos de la Alianza para el Progreso y el apoyo a las democracias habían quedado definitivamente archivadas, los campos estaban bien delimitados: si para el poder autoritario del desarrollo era un fruto de la seguridad nacional, para quienes lo enfrentaban la única alternativa a la dependencia era la revolución, que conduciría a la liberación. Cuba constituía un ejemplo fundamental por su papel activo en lo que sus enemigos llamaban la exportación de la revolución. Y así se alineaban las guerrillas urbanas del Brasil o del Uruguay, los partidos marxistas Chilenos que llevaron a Salvador Allende a la presidencia por vía electoral, o militares nacionalistas y populistas. Hasta la Iglesia, tradicional baluarte de los sectores oligárquicos, se sumaba, al menos en parte, a esta primavera. En 1976 los obispos del Tercer Mundo proclamaron su preocupación prioritaria por los pobres (reales y no solo de espíritu) así como la necesidad de comprometerse activamente a la reforma social y a asumir las consecuencias de ese compromiso. Una “teología de la liberación” adecuo el mensaje de la Iglesia a los conflictos de la hora, y la afirmación de que la violencia “de abajo” era consecuencia de la violencia “de arriba” autorizo a franquear el limite, cada vez más estrecho ente denuncia y la acción.

En Argentina, desde 1968, los religiosos, y los laicos que los acompañaban, militaron en las zonas más pobres, particularmente en las Villas de emergencia, promoviendo la formación de organizaciones solidarias e impulsaron reclamos y acciones de protesta. Su lenguaje evangélico fue haciéndose cada vez mas político.

El estallido ocurrido en Córdoba en el 69 vino precedido de una ola de protestas estudiantiles y de fuerte agitación sindical.

La ola de movilización social que inauguró este hecho se expreso de maneras diversas. Una de ellas fue un nuevo activismo sindical, ya que los conflictos no se limitaron solo a lo salarial sino que se extendieron a las condiciones de trabajo, los ritmos, los sistemas de incentivos, las clasificaciones y categorías. Esto permitió que sugieran conducciones con orientaciones marcadamente diferentes al sindicalismo nacional, estos nuevos dirigentes gremiales ponían el acento en la honestidad, la democracia interna y a la atención de los problemas de la planta. Las explosiones urbanas se prolongaron en manifestaciones callejeras, a las que se sumaban los estudiantes universitarios en permanente estado de ebullición.

Por estas y otras vías se incorporaban a un activismo, contingentes de jóvenes cuyo perfil resultaba irreconocible para muchos.

Para muchos, y especialmente para los jóvenes sin experiencias políticas anteriores, ejerció una atracción muy fuerte el peronismo, proscripto y resistente, donde encontraban el mejor espacio de contestación. Del peronismo pasado y presente, y del propio Perón, podían derivarse muchas imágenes, y los nuevos militantes también construyeron una.

En sus nuevos portadores, y a falta de quien legitimara una única ortodoxia, el peronismo resulto permeable a múltiples discursos, provenientes del catolicismo y el nacionalismo, del revisionismo histórico y también de la izquierda. Buena parte de la izquierda acepto profesar la religión, algunos con sinceridad otros con reserva de conciencia, para fusionarse con el “pueblo peronista” esperando ser reconocidos como su vanguardia.

Los que optaron por el peronismo terminaron de redondear su revisión ideológica y de encontrar el lugar que ese movimiento ocupaba en el gran proceso de construcción del socialismo.

En otras versiones “la línea” incorporaba actores diversos, pero todos compartían la convicción de que había una línea que separaba la historia en dos bandos inconciliables y eternamente enfrentados, que culminaba con el enfrentamiento entre el poder autoritario y el pueblo peronista.

“Viviendas y villas miserias” Ris y Winter

La continuidad de la política de congelamiento de los alquileres iniciada en el 1949 llevo a que se retirara del mercado numerosas viviendas, al dejar de ser un bien de renta. Bajando así la población que alquilada de un 62 en el 1947 paso a un 14.8 en 1980. Luego la Ley 21.342 de normalización de locaciones urbanas libero el mercado y lentamente comenzó a aumentar la oferta de alquileres pero con precios muy altos. En capital federal había 100.000 viviendas desocupadas y cerradas mientras que e habilitaban piezas de pensión a precios que no coincidían con las comodidades que ofrecían.

Para 1980 2.700.000 familias tenían problemas habitacionales, entre 1976 y 1983 se construyeron apenas unas 18.000 viviendas por año con los planes del FONAVI (Fondo Nacional para la Vivienda) que se financiaba con un impuesto especial.

En Capital Federal el 73 de las viviendas estaban constituido por departamentos y el 4 por viviendas precarias, en el total del país, 1 de cada 3 de las viviendas existentes eran precarias.

Hubo intentos de erradicar las villas trasladando a sus habitantes a viviendas económicas, pero las crisis sucesivas crearon nuevas villas en los mismos lugares que se abandonaba. Entidades de bien público realizaba emprendimientos de autoayuda entregando materiales de construcción y terrenos a un precio mínimo, a cambio de participación comunitaria.

Las villas surgieron en la década de 1930, aunque su número creció a partir de los años cuarenta, en el marco de intensas migraciones internas (fundamentalmente rural–urbana) y fue relacionado a la descomposición de las economías rurales del interior del país. Este proceso urbano está ligado a la etapa en que Argentina comenzó la industrialización sustitutiva de importaciones, actividad económica concentrada en las grandes ciudades, que fueron lugar de atracción de la población migrante. Desde la década de 1970 y 1980 el tipo de migración fue predominantemente urbana–urbana.

Las villas pueden ser calificadas como auto urbanizaciones informales producto de ocupaciones de tierra urbana vacante o de la afectación de tierras fiscales para asentar familias provisoriamente por parte del estado,

Los pobladores las consideraban en sus orígenes un hábitat transitorio hacia un anhelado ascenso social y mejores condiciones habitacionales.

Con el tiempo, las vieron simplemente como un lugar posible donde vivir en la ciudad, más estable que otros.

Las condiciones de vida precarias que se evidencian en las villas fueron objeto de reivindicaciones por parte de quienes las habitaban, quienes formaron un tipo de organización social que tuvo peso en la conformación de su identidad urbana y en la construcción de demandas ante el estado para mejorar su situación.

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