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SUCESOS HISTÓRICOS EN LA EDUCACIÓN ARGENTINA

marabfejaTrabajo2 de Julio de 2017

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SARMIENtO                                   [pic 24]

Sarmiento vivía en San Juan siendo, joven ya había creado una escuela para niñas, le preocupaba los habitantes que no sabían leer. Predicaba contra el racismo como consecuencia fue excarcelado y en 1840 fue exiliado en Chile. Durante su destierro visitó Estados Unidos quedó impresionado por los aspectos más democráticos del naciente sistema educativo norteamericano, propuso darle a la población una educación básica integral que elevara su cultura. Imaginaba un sistema educativo extenso, que llegara a todos los habitantes educables, promovió el sistema educativo formalmente más democrático de su época, al mismo tiempo que realizó una operación de exclusión de los sectores populares.

Fue fundador de la sociología de la educación Argentina, anunciaba el positivismo pedagógico. Se educaría democráticamente entonces  constitutivamente del imaginario pedagógico sarmientino. De su visita a EEUU y Europa extrajo los modelos  educativos más participativos, los sistemas de enseñanza que garantizaban el arraigo de la educación en la comunidad. La instrucción pública sería una responsabilidad colectiva, aunque sus principales sostenedores fuera del estado serían las cooperadoras, asociaciones de padres, sociedades populares y bibliotecas públicas.

La educación era el factor prioritario en el proceso de cambio y modernización. El fin de la educación pública era aumentar cada vez mas el número de individuos que la posean, la necesidad de proponer hacia una enseñanza utilitaria, racional y científica, intensificar la educación desde una perspectiva utilitaria y suplir las deficiencias de la población nativa con la atracción de inmigrantes. Propugnó una enseñanza concentrada en la agronomía y minería, descartó la industria, la ganadería. La cultura para él era la del inglés, excluía la población que había en argentina; decía que era necesario modificar a los niños hijos de familia oligárquica o de familias pobres porque las identidades sociales y culturales de origen eran infértiles para conformar el elemento humano de una nación sin grandes fracturas sociales. La enseñanza tenía un papel socialmente estabilizador, tendió siempre a relativizar el poder de acción del Estado en materia educativa, preveía que los sectores eventualmente interesados en dar educación a sus hijos, económicamente poderosos se orientarían hacia las carreras de prestigios tradicionales.

El pasaje de la barbarie a la civilización demandaba una acción política con presencia estatal en la escuela pública.

Los niños eran destinatarios, generación futura, infancia fundadora del orden social nuevo. El alumno era menor de edad y menor de razón, sin derechos propios y subordinado a la autoridad de los adultos. Menores eran todos los niños sin distinción social y conservaba ese estatus en el interior de la escuela. Negaba la bondad infantil, lo consideraba de naturaleza animal domesticable. El niño callejero constituía un peligro social futuro, condenados a no inscribirse en el orden de la cultura porque jamás se instruiría. Excluídos a fin de que no contaminen moral o físicamente a la masa.

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SARMIENTO Y EL SISTEMA EDUCATIVO- INCLUSION- EXCLUSION Y LEY 1420.

Sarmiento ha expuesto su convicción en cuanto a la necesidad de promover la instrucción primaria universal, como medio de superar la “barbarie” y difundir la “civilización”. En función de este objetivo, se desentiende de abordar el análisis de la educación superior, que es desplazada de su centro de interés. El modelo de EE.UU. inspira su propuesta de una educación que tiene, en su perspectiva, dos funciones: preparar para la producción, pero, también, para el orden……la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean.

La dignidad del Estado, la gloria de una nación no pueden ya cifrarse, pues, sino en la dignidad de condición de sus súbditos; y esta dignidad no puede obtenerse, sino elevando el carácter moral, desarrollando la inteligencia, y predisponiéndola a la acción ordenada y legítima de todas las facultades del hombre.

Teniendo en cuenta que el territorio estaba desintegrado y desarticulado era necesario establecer vínculos de comunicación y solidaridad para sentar bases de la futura conformación del Estado.

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Para que sea factible la formación de ese Estado anhelado se necesitaba externalizar el poder para ser reconocidos internacionalmente por otros estados, institucionalizar la autoridad porque no hay nación sin un sistema que lo reconozca.

La conformación del Estado forjaba su curso simultáneamente al camino de la conformación del sistema educativo. Estado y Educación se sobre determinaban.

La instrucción pública, que tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, el conocimiento y hechos necesarios para formar la razón, es una institución puramente moderna. Hasta ahora la educación era para las clases gobernantes, para el sacerdocio, para la aristocracia; pero el pueblo, la plebe, no formaba parte activa de las naciones. Es por esto que el progreso en las instituciones ha tendido a este objeto primordial, y que la libertad adquirida en unos países, el despotismo mismo en otros para hacer perdonar su irregularidad han contribuido poderosamente a preparar a las naciones en masa, para el uso de los derechos que hoy no pertenecen ya a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre. Hay más todavía: los derechos políticos, esto es, la acción individual aplicada al gobierno de la sociedad, se han anticipado a la preparación intelectual que el uso de tales derechos suponen.  

En la ley 1420 “sobre principios generales de la educación del pueblo, y de la organización e higiene escolar” se señala entre otras consideraciones de no menor importancia, que  “los sistemas de educación pública deben responder a un propósito nacional en armonía con las instituciones de cada país”.Para Onésimo Leguizamón, el Estado Moderno, que no es una teocracia ni una monarquía, sino una democracia tiene la obligación de dirigir con carácter exclusivo la educación y ésta debe orientarse en el sentido de sus instituciones.

Además, la educación debe tener carácter obligatorio y gratuito (“si no fuese obligatoria, el deber de la educación existiría al lado del derecho de la ignorancia, y esto es más que una contradicción palmaria, es un absurdo”).

Así el Estado tiene el deber de proveer a la elevación intelectual de las masas; debe circunscribirse a hacer de ésta un negocio civil y puramente nacional.

Tal como Sarmiento llegaría a decir, al hacerse cargo de la presidencia de la Nación que su intensión era hacer de toda la república una escuela, lo que significa enseñar a todos lo mismo para que todos sean iguales.

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Recordar que la igualdad no es un concepto unívoco resulta útil para pensar la forma en que procesamos esta voluntad de igualar desde el sistema educativo. En la Argentina, la propuesta de Sarmiento y de otros miembros de su generación implicó algo similar: la imagen de ricos y pobres en el mismo banco de escuela y recibiendo la misma educación, fue motivo de orgullo para muchas generaciones. En el caso de la generación del ochenta, la propuesta fue más suavizar las desigualdades que construir una igualdad: "El amplio edificio de elegantes formas y detalles a que asiste el niño pobre como el rico, no solo tiene la ventaja de suavizar las diferencias de las clases sociales por el roce frecuente y la común educación, sino que es también una condición de nuestra democracia que necesita del molde común de la escuela, para formar la sociedad homogénea que, a la vez, haga posible el régimen representativo de gobierno, evite las catástrofes que la diversa educación y condición social han engendrado en todos los tiempos y en todas las partes del mundo" (Memorias del Consejo Nacional de Educación, 1887). Pero más allá, la escuela fue un medio importantísimo para conformar una ciudadanía letrada que se sintió parte de una comunidad inclusiva.
Sin lugar a dudas, la pretensión igualadora puso a la escuela dentro de un canon de tradición democrática, aunque también le dio las armas para excluir o derribar todo aquello que sus parámetros ubicaban por fuera de la igualación. Porque la igualación -a la vez que generaba corrimientos para igualar- construía parámetros acerca de lo deseable y lo correcto. La igualdad se volvió equivalente a la homogeneidad, a la inclusión indistinta en una identidad común, que garantizaría la libertad y la prosperidad general. No solo se buscaba equiparar y nivelar a todos los ciudadanos, sino también se buscó, muchas veces, que todos se condujeran de la misma manera, hablaran el mismo lenguaje, tuvieran los mismos héroes y aprendieran las mismas idénticas cosas. Esta forma de escolaridad fue considerada un terreno "universal", que abrazaría por igual a todos los habitantes. El problema radicó en que quienes persistían en afirmar su diversidad fueron muchas veces percibidos como un peligro para esta identidad colectiva, o como sujetos inferiores que aún no habían alcanzado el mismo grado de civilización. Eso sucedió con las culturas indígenas, los gauchos, los pobres, los inmigrantes recién llegados, los discapacitados, los de religiones minoritarias, y con muchos otros grupos de hombres y mujeres que debieron o bien resignarse a ser incluidos de esta manera, o bien pelear por sostener sus valores y tradiciones a costa de ser considerados menos valiosos.
En ese gesto de volver equivalentes la igualdad y la homogeneidad, la escuela hizo muchas cosas: fusionó las nociones de cultura, nación, futuro, territorio en torno a la idea de nosotros, de algo en común; siempre y cuando se adhiriera a los valores que ella consagraba. Si este "en común" no existía, debía construirlo; aunque esa construcción no estaba exenta de jerarquías y exclusiones.

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