ORIGEN SOCIAL DEL SISTEMA EDUCATIVO
Carla Alvarez GarciaApuntes25 de Noviembre de 2015
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Desde niños nos acostumbramos a acudir a un centro de enseñanza cada día. La cotidiana relación con el ambiente escolar llega a hacernos creer que el sistema escolar y lo que él representa es una realidad natural dada, haciéndonos olvidar, frecuentemente, que es una construcción social fruto de la interacción de contextos sociales cambiantes, estructuras y agentes sociales en continua transformación y, lo que es más importante, de intereses diversos, también cambiantes y contrapuestos.
Esta visión naturalizada del hecho educativo puede ser muy peligrosa en un futuro docente, pues fácilmente tenderá a suponer que “su experiencia escolar” es “la experiencia”. Las imágenes que ha interiorizado a lo largo de su proceso de formación se pueden convertir en la referencia única y válida desde la que afrontar su práctica educativa cotidiana.
Para relativizar esa experiencia y poder tomar conciencia de lo que pueden significar las instituciones educativas y, en particular, la enseñanza media, vamos a tratar de presentar lo que ha sido esa enseñanza desde su origen y cómo ha evolucionado hasta llegar a la actual configuración que ha adoptado el sistema educativo a través de la LOGSE y más recientemente de la LOE.
1.1.- ORIGEN SOCIAL DEL SISTEMA EDUCATIVO
Desde una perspectiva histórica, se puede señalar cómo a finales del siglo XVIII algunos estados fomentaron la creación de un incipiente sistema educativo con el fin de dotar de formación suficiente a los futuros ciudadanos que habrían de servir en el ejército. Así, necesidades de una política expansionista habrían llevado a crear escuelas. Pero más allá de este hecho, sin duda cierto, cabe plantearse la cuestión de cómo fue posible que la creación de escuelas y centros de enseñanza –recibida con recelo en un principio- llegara a alcanzar el éxito social que ha tenido y que le ha permitido situarse, en muchos aspectos, como una de las primeras industrias de los países avanzados: transporte escolar, comedor, construcciones, profesorado, etc., son aspectos nada despreciables de la economía de un país.
Junto con ello, poco a poco, esa misma gran industria ha pasado a ser considerada como un monstruo ingobernable, de escasa productividad y fuertemente contestado desde todos los sectores sociales, si bien con finalidades distintas y, muchas veces, contrapuestas.
El impacto de la Revolución Industrial, que supuso cambios fundamentales en la división del trabajo, en la organización y concepción del tiempo y en las formas de vida, asentó los pilares básicos sobre los que se sustentaron unas concepciones educativas nuevas; al tiempo que la Revolución Francesa y el Movimiento Ilustrado le dieron el soporte ideológico. Ambas revoluciones, como señala Nisbet (1969) ayudaron a liquidar las estructuras del Antiguo Régimen, a la vez que creaban las condiciones materiales e ideológicas en las que la educación, puesta al servicio de la regeneración moral de la sociedad, de la creación de un mutuo consenso, juega un papel primordial.
La implantación de los sistemas educativos no se hizo sin esfuerzos, por el contrario fue fuente de oposición y lucha. Por un lado, los enfrentamientos iglesia-estado, que se dieron a lo largo de los siglos XIX y XX y cuyo ejemplo modélico lo representa el caso francés, siendo, tal vez, modelo contrapuesto el caso español. Por otro lado, partidos políticos de uno y otro signo, y con razones encontradas, frenaban su aparición. Incluso los mismos padres no dejaban de ver peligroso el ceder una de sus funciones fundamentales a la escuela.
Ahora bien, hemos de dejar claro que, si bien hubo fuerte resistencias, en un principio, luego la educación llegó a convertirse en una de las reivindicaciones sociales permanentes. Día a día, de forma constante, se fue reclamando una mayor extensión de la misma a todas las capas y grupos sociales en todos los niveles, no sólo en el primario.
Pues bien, la siguiente pregunta que es necesario hacer es: ¿Por qué se produjo ese cambio en la manera de concebir al sistema de enseñanza? F. Ortega (1989:91-92) señala tres razones primordiales: la teoría de la igualdad de oportunidades, la progresiva especialización laboral y las reivindicaciones llevadas a cabo por grupos e ideologías radicales que ven en la educación la posibilidad de concienciación de las grandes masas sociales. Ciertamente, estos factores fueron sin duda decisivos para su aparición, pero no en todos los casos. Así, ha habido países en los que el desarrollo de sus sistemas educativos ha estado vinculado más a factores de carácter ideológico, como es la sensibilización de la sociedad, caso de Holanda o Francia o de lucha ideológica, como nos demuestra la historia de la antigua Unión Soviética. Sin embargo, en el caso de España, los factores anteriormente mencionados sí parecen haber actuado de forma conjunta. Así, en nuestro país, con el final de la II Guerra Mundial, el proceso de reconstrucción social y económica que se desencadena, así como el cambio originado en las relaciones internacionales y en el plano económico, serán los elementos que influirán de forma determinante en la transformación del, hasta entonces, raquítico sistema educativo español.
Cuando se inicia la reconstrucción social y económica de la devastada Europa, bajo un clima de guerra fría, aparece la necesidad de formar cuadros técnicos y medios que apoyen esa reestructuración y que lo hagan en competencia con un enemigo imaginario o real que pugna por hacerlo antes y mejor, al tiempo que con supuestos ideológicos opuestos. En ese proceso de expansión educativa se empieza a configurar una nueva teoría económica: la teoría del capital humano, que va a tener un fuerte impacto en la demanda y oferta educativa. En estos años de crecimiento económico sostenido, se comienza a observar que los beneficios que se obtienen no provienen sólo del capital invertido, ni de la tecnología empleada, sino también de la cualificación de la mano de obra. Es decir, se comienza a pensar la educación no sólo como gasto, con beneficios sociales diversos, sino también, y sobre todo, como inversión, lo que conlleva unos beneficios prácticos muchos más rentables. Más claramente se concluye que si se invierte en educación se obtienen más beneficios. Igualmente, si se reciben más beneficios, parte de éstos revierten a las clases populares, las cuales pueden dedicar sus excedentes a la educación de sus hijos e hijas, que alcanzarán mayores niveles educativos y, por tanto, obtendrán más beneficios y así sucesivamente. De esta forma, y de un golpe parece que todos los problemas tienen solución: la obtención de mano de obra cualificada y la redistribución de la riqueza. El viejo ideal de igualdad parece plausible, se va a poder pasar del plano de la igualdad política –un hombre, un voto- al plano de la igualdad económica y social.
Esta teoría tuvo grandes efectos sobre las políticas planificadoras del desarrollo de los años 50 y 60, puesto que van a incluir a la educación como factor fundamental en la planificación del mismo. Asimismo, actuó sobre el conjunto de la sociedad, pues ésta depositó en la educación una fuerte carga de expectativas. Esta política de planificación es la que se adopta, con variantes propias, en España por los sucesivos gobiernos, los cuales llevan adelante los planes de estabilización. A la vez se hace patente pare el conjunto de la población que no estudia el que “vale” sino el que “puede”. De la confluencia de estos dos factores y de algún otro del que no es posible dar cuenta en estas páginas, surge la Ley General de Educación que, con sentido propio, permitirá la creación de un sistema educativo y el desarrollo de la Educación Secundaria.
Pero antes de entrar en este aspecto, conviene dilucidar qué fue y cómo se configuró la Enseñanza Media a lo largo del siglo XIX y mitad del XX, puesto que muchos de los supuestos implícitos y explícitos siguieron vertebrando el sistema educativo en la década de los 70 y proyectaron su sombra en la renovada Educación Secundaria que vio la luz a través de la LOGSE y posteriormente de la LOE..
1.2.- LA ENSEÑANZA MEDIA DE LA LEY MOYANO
La Junta de Instrucción Pública de las Cortes de Cádiz fue la encargada de sentar las bases de nuestro sistema educativo. Dichas bases vivieron en permanente reivindicación durante un siglo y medio, excepción hecha del reducido período que impuso la II República Española. Pues bien, dicha Junta estableció una educación universal, gratuita y transmitida a través del idioma español, no en latín como hasta entonces. El problema es que esa propuesta educativa no llegaría a hacerse realidad hasta el curso 1979-1980, bajo el gobierno democrático de la U.C.D.
La Ley Moyano de 1857 establece, por primera vez, un sistema educativo estructurado en tres niveles: Enseñanza Primaria, Enseñanza Media y Estudios Superiores Universitarios –ver Gráfico 1.1-. Esta estructura pretende dar respuesta a las necesidades de formación de toda la población española. La Enseñanza Primaria estaba destinada a dotar de los elementos básicos de enculturación; léase, lectura, escritura, nociones de cálculo y bases de una cultura humanística referida a la exposición de las obras, autores y periodos más representativos de la historia cultural de nuestro entorno. Sin embargo, estos objetivos no se lograron. Durante todo el siglo XIX, y buena parte del XX, la población española siguió siendo, mayoritariamente, analfabeta. Así, como afirmara el profesor Lerena (1976), el aprendizaje de la lectura, escritura y nociones básicas de cultura humanística que podrían ser apreciadas como un instrumento de culturalización, eran, en realidad, un instrumento de dominación, a través del cual presentar el contrato escrito y las formas urbanas de vida como superiores a la palabra dada y las formas rurales.
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