Atención Psicologica
paraguero3 de Julio de 2014
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Atención psicológica a la familia del enfermo oncológico
El enfermo de cáncer enferma a sus padres, o a su familia, en las sesiones informativas, es necesitan que reciban atención profesional y apoyo psicológico con más urgencia que el paciente.
Se debe registrar en la historia clínica del enfermo una valoración del ámbito familiar acerca de: (Barreto 2000; Bowen 1987; Thomas et alt, 1973),
Cómo es la estructura familiar del paciente: cerrada o abierta, nuclear o ampliada, acogedora-hostil-indiferente frente al enfermo, etc.
Qué tipo de discurso prima en la familia respecto al cáncer: aterrorizante, negador, culpabilizante, persecutorio, apoyante, etc.
Qué tipo de rol fundamental juega cada uno de los miembros en la familia (el cohesionador familiar, el arregla problemas el eterno quejica, el dinamizador del
Grupo etc), y qué conflictos esperables puede generar el que haya reconfiguración de esos papeles por causa de la enfermedad.
Cómo vive el enfermo a su familia, y a la vez cómo vive la familia al enfermo (en algunos casos, se le considera ya muerto)
Qué comportamientos facilitadores o entorpecedores se puede esperar de cada miembro del núcleo familiar: alianzas, odios, soportes emocionales o económicos o instrumentales.
También es necesaria una atenta
Evaluación de la familia para detectar necesidades de intervenciones específicas a nivel grupal familiar o para alguno de sus miembros en especial, tanto sea a nivel psicológico, sanitario, económico-social o en otras áreas. Para ello se recomienda:
Un firme apoyo organizativo, explícito y sistemático, desde los más altos peldaños directivos de la entidad hospitalaria así como de la Administración Publica
Un Entretenimiento específico del personal sanitario (médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeros).
El desarrollo de una programación previa, con protocolos basados en la mejor evidencia disponible, sobre qué actividades a realizar en Atención Familiar, no dejándolo a la improvisación o buena intención del staff.
Para cumplir con ello es necesario disponer de una serie de recursos operativos (Barreto 2000; Neidhardt et alt 1989; Nevado et alt 2007; Nezu et alt 1999; Schwartz et alt 1998):
• Aportar a la familia una información realista sobre el cáncer, su causa, condicionantes y evolución esperable. Tal información ayuda a: 1-reducir mitos a veces terroríficos sobre el cáncer, 2- atenuar miedos y malentendidos, 3- aumentar en la familia la sensación de control y asunción de responsabilidades sobre el enfermo. 4- además, la familia trasmite por su parte al enfermo una imagen realista de su enfermedad, funcionando como "control de realidad" de las fantasías distorsionantes del paciente, colaborando a que éste admita de forma menos traumática su condición de paciente oncológico.
• Ser capaces de entrenar por lo menos a algún familiar en habilidades para la comunicación eficaz con el enfermo, a nivel verbal y no-verbal. Se trata con ello de: 1- romper las destructivas conspiraciones de silencio, 2- de saber ventilar esos fantasmas no aireados pero que ensombrecen la relación cotidiana paciente-familia, 3- de disminuir el sentimiento de aislamiento y soledad del enfermo. Es fundamental saber practicar la "escucha activa": cuidar de no interrumpir al paciente cuando habla de su enfermedad; usar incentivos verbales de asentimiento y atención; acompañar con gestos y expresiones faciales adecuadas; cuidar la postura corporal para que no resulte defensiva; mantener el contacto visual; resumir lo dicho por el otro y sugerir ampliación de información, etc.
• Asesorar a la familia acerca de cómo comportarse con un enfermo crónico o grave. Se puede formar acerca de tales temas: 1- respeto de la intimidad y el establecimiento de los límites de su privacidad en el hogar, 2- rechazo asertivo, pero no agresivo, de conductas infantiloides del paciente u otros miembros de la familia (exceso de dependencia, claudicación de responsabilidades, etc.) y manipulativos (chantajes emocionales, amenazas de suicidio, etc.), 3- manejo de las posibles crisis depresivas, ansiosas o de llanto (què sì hacer: quedarse a su lado, escucharle todo lo que diga sin interrumpir, evitar que otros interrumpan el llanto, ser silencioso pero apoyante con contacto físico, etc.; y qué no hacer: intentar que el enfermo no siga llorando, intentar animarle trivialmente, cambiar de tema, dejarle solo, llamar a otros para que se ocupen del problema, minimizar su pena, culpabilizarle apelando a su ética o sobre que hace sufrir a otro, etc.).
• Ofrecer entrenamiento en resolución de problemas específicos del cáncer, preparando a la familia para enfrentar situaciones difíciles pero probables. Con ello: 1- se minimiza el shock emocional cuando tal situación llegue a presentarse, 2- se aumenta la eficacia sanitaria de la intervención domiciliaria, 3- se consolida la seguridad del paciente de estar en buenas manos y de no temer ser abandonado en cuanto aparezca un problema.
• Facilitar que la familia asista a sesiones conjuntas informativas, de asesoramiento o de terapia (siempre con el consentimiento del enfermo). Así, se pueden tratar, aclarar y solventar temas específicamente de pareja o familia tales como: 1- hábitos de relaciones sexuales, 2- preparación de los hijos menores ante un posible incremento de hospitalizaciones de su parental o incluso de su fallecimiento, 3- decidir qué nivel de información se debe aportar a las amistades, trabajo, etc., 4- comportamientos adecuados en situaciones sociales comprometidas, 5- negociar cambios necesarios en las rutinas domésticas de los miembros de la familia, 6- expectativas comunes y elaboración de planes de futuro a compartir entre todos, 7- grado de feedback mutuo óptimo y deseable, 8- establecimiento de hábitos saludables de vida y de auto-cuidado (véase epígrafe correspondiente más adelante), etc.
Algunos resultados en la práctica
Es legítimo preguntarse si con este enfoque no se está realmente delegando en la familia una sobrecarga adicional de responsabilidades a la que ya soporta y para la que pueden no estar preparados algunos de sus miembros, y que finalmente podría llegar a agobiarles y facilitar el cuadro del "burn-out" (Garcìa-Piñàn 2004) del familiar cuidador de enfermo de cáncer.
Como respuesta se pueden exponer las experiencias recopiladas por Jeanne Achterberg y colaboradores (1976), que muestran claramente que cuando la pareja o familia toma parte activa como co-terapeutas de los enfermos oncológicos, la calidad de vida subjetivamente valorada por estos últimos mejora muy significativamente (hasta el 86% de los casos), los familiares ven enriquecida su vida y se encuentran más satisfechos de ella (74% de los casos), y hay una mejoría de ambos en sus estados de ánimo disfóricos, psicomètricamente validados (68% de los casos).
Autores que trabajan con enfermos graves y terminales de cáncer, tales como Stephanie y Carl Simonton et alt (1975, 1976, 1993, 1994, 1996) o Bancon et alt (1952) o Spiegel (1992) incluso indican que el tiempo medio de supervivencia de estos pacientes se podría ver incrementado en aquellos inmersos en una estructura familiar cohesiva y apoyante (tanto emocional como instrumental). Asimismo, otras estadísticas muestran un retraso en la aparición de síntomas subjetivamente invalidantes (Greer 1987, Holland et alt 1990) en las áreas de dolor, trastornos psicomotores, nauseas y mareos, disfunciones cognitivas (desorientación, confusión mental, apatía-abulia, déficits de memoria婮
Hay que tener en cuenta que el cáncer es una enfermedad cuya sintomatología oportunista depende estrechamente del estado del sistema inmunológico, infecciones secundarias, alergias inducidas堨Rasmussen 1996). Y existe una amplia y contrastada experiencia en la clínica psicosomática indica que los estados afectivos negativos de estrés, ansiedad, soledad, desesperanza, y depresión afectan negativamente al medio interno neuroendocrino y al estado de los sistemas de defensa autoinmunes. (Bovberg 1991; Die 1999; Doloman 1996; Guir 1983; Kissen et alt 1994; Lazarus 2000, Simonton 1996). Por lo tanto todo esfuerzo dirigido al mantenimiento de la estabilidad emocional y cognitiva del paciente oncológico repercutirá en la optimización real de sus recursos fisiológicos a nivel de organismo puramente biológico (Bayès 1985; Simonton et alt 1975). La familia (e incluso el voluntariado tipo ONG), en este aspecto del apoyo psicosocial puede convertirse en un "portador de vida" para el enfermo de cáncer (Matthews-Simonton 1993; Thomas et alt 1973).
Informar sobre el cáncer a la familia
El diagnóstico inicial de padecer cáncer, si no es adecuadamente comunicado y manejado por el personal clínico desde un principio, puede movilizar de forma patológica un variado tipo de angustias tanto en el paciente como en sus familiares (Hennezel 1996): inseguridad general frente al futuro, temores de invalidez o/y muerte, miedo al dolor, ansiedades de separación y de soledad, responsabilidades excesivas弯font>
Ello provoca una serie de reacciones emocionales que pueden ser muy intensas (Cruzado et alt 1996; ACS 1994; Kubler-Ross 1975), tales como depresión o ataques de pánico, ideación de suicidio para evitar el desolador panorama del futuro, bloqueo emocional que puede llegar hasta la despersonalización o desrealización catatónica, bloqueo cognitivo disminuyendo la capacidad para comprender los datos objetivos y asì tomar decisiones
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