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Autismo Infantil

Lessslieee27 de Mayo de 2015

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Definición

Autismo es un término empleado con frecuencia, aunque con cierta impresión, para referirse a comportamientos centrados en el propio sujeto (del griego, autos=uno mismo; propio). Esta palabra fue creada por el psiquiatra suizo E. Bleuler. Con este término designaba la pérdida del contacto de la realidad que padecían los enfermos mentales adultos. Al retomar el término Leo Kanner modificó su sentido, puesto que en el niño aún no existe ningún contenido metal susceptible de perderse; se trataría, más bien, de una incapacidad para adquirirlo. Kanner considera el autismo como un síndrome comportamental que se manifiesta por una alteración del lenguaje, de las relaciones sociales y los procesos cognitivos en las primeras etapas de la vida. Estableció tres rasgos principales: el deseo de preservar la invariancia del ambiente, que implica un comportamiento repetitivo, rígido y limitado en sus propósitos; la soledad autista que se refiere a la incapacidad de relacionarse normalmente con otras personas y situaciones; y subordinada este punto, el déficit en la comunicación y el lenguaje, por su ausencia, uso literal o ecolalia.

Por otro lado, Frances Tustin, psicoterapeuta y psicoanalista que se ha dedicado al estudio y tratamiento de infantes autistas por más de 20 años, menciona que el niño autista no es capaz de mantener un adecuado vínculo afectivo ni siquiera en el mínimo grado biológicamente necesario, lo cual le imposibilita no sólo aprender sino incluso responder a los estímulos del ambiente; en consecuencia vive en un nivel infrahumano, más exactamente vegetativo, hasta el punto que muy a menudo no llega a desarrollar ninguna forma de lenguaje y apenas dispone de los mecanismos primarios indispensables para subsistir.

Tustin describe a estos niños como seres que por esconder en su interior unas heridas permanentes e intensamente dolorosas y sensibles se acorazan con una armadura que les permite escudarse del intolerable, hostil e intrusivo mundo de los estímulos. Así erigen un mundo casi infranqueable que los aísla y protege del contorno. Sólo mantienen con el mundo externo un mínimo nexo-por ejemplo, a través del tacto-, y se orientan en términos de unos pocos objetos. Con frecuencia la única vía con la que se puede lograr una comunicación con éstos niños es guiándolos físicamente por la mano: todo otro intento de lenguaje, por la palabra o señales, resulta enteramente vano. Por lo común éstos niños se atrasan en diversas habilidades, por lo cual muy a menudo son confundidos con débiles mentales, a pesar de que en casos en que fueron accesibles al tratamiento se pudo comprobar que tenían un nivel mental alto.

La condición autística se manifiesta desde el nacimiento; ello abre la discusión acerca de sí este cuadro es generado por un factor hereditario y constitucional, o por una deficiencia ambiental en el proceso de aprendizaje; pero en general, casi todos los especialistas están convencidos de que el autismo es un trastorno de origen biológico. Se ha demostrado que la intervención de factores como la rubéola, anomalías en el embarazo y parto, niveles anormales de ciertos neurotransmisores, irregularidades físicas leves, ondas cerebrales anormales y alteraciones estructurales en el hemisferio cerebral izquierdo, están íntimamente relacionados con la presencia de este grave problema.

El autismo también es conocido como síntoma de Kanner y se presenta, aproximadamente, en 15 de cada 10 mil nacimientos; además, es cuatro veces más frecuente en niños que en niñas. Se localiza a nivel mundial sin importar el grupo étnico o el nivel social que se trate. Abarca distintos niveles de gravedad, que van desde el autismo con trastornos muy severos hasta aquél en donde éstos son relativamente leves.

Diagnóstico

Es difícil definir a qué tipo de niños nos referimos con el término autista, aunque no es preciso delimitarlo con precisión puesto que: a) diferentes niños muestran diferentes grados de gravedad del síndrome, b) el autismo puede adoptar formas diferentes en los diferentes niños y c) los síntomas (es decir, las conductas observables) cambian con el desarrollo del niño. Existe también la dificultad práctica d) de que todavía hoy muchos doctores, incluidos los especialistas, destacan diferentes aspectos de la conducta anormal del niño y por lo tanto no siempre llegan al mismo diagnóstico.

En 1970, O’ Gorman propuso la utilización de una lista de criterios de diagnóstico:

1.- Huida de, o fracaso en el intento de comprometerse con la realidad; fracaso, sobre todo, en el establecimiento de una relación normal con la gente.

2.- Grave retraso intelectual con islotes de funciones intelectuales o destrezas más desarrollados, casi normales o excepcionales.

3.- Fracaso en la adquisición del habla, o bien en el mantenimiento o mejora del nivel del habla ya adquirido, o en el uso para la comunicación del nivel que ya se posee.

4.-Respuesta anormal a uno o más tipos de estímulo sensorial (normalmente sonidos)

5.- Exhibición manifiesta y sostenida de manierismos o peculiaridades de movimiento, que incluyen la inmovilidad y la hipercinesia, excluyendo tics.

6.- Resistencia patológica al cambio. Puede manifestarse en:

a) Insistencia por atenerse a rituales en la propia conducta del paciente o en la de quienes le rodean,

b) Vinculación patológica a los mismos entornos, ropas, juegos y personas (aún cuando la relación con las personas en cuestión pueda ser meramente mecánica y carente de emotividad).

c) Preocupación excesiva por objetos particulares o por alguna de sus características sin relación con sus funciones comúnmente admitidas.

d) Cólera, terror o excitación fuertes, o aumento de la reacción de huida, cuando se ve amenazada la regularidad del entorno (debido a extraños, por ejemplo).

Rutter (1978) enumera como criterios esenciales (en la conducta de un niño de antes de 5 años), 1. Un brote antes de los 30 meses de edad; 2. Desarrollo social deteriorado que posee una serie de características y que está en desarmonía con el nivel intelectual del niño; 3. Desarrollo retardado y anómalo del lenguaje, que tiene también ciertos aspectos definidos y está desajustado con el nivel intelectual del niño: e 4. Insistencia en la regularidad, tal como se manifiesta en pautas estereotipadas de juego, preocupaciones anormales o resistencia al cambio.

En conjunto, estas dos descripciones no difieren mucho. Por lo mismo se establece que cuando se habla de niños autistas nos referimos a niños que muestran todas o la mayoría de las siguientes peculiaridades de conducta: a) fracaso o casi fracaso en el establecimiento de relaciones sociales normales; b) resistencia a aventurarse en un mundo no familiar; c) falta de desarrollo o regresión del habla; d) ejecución frecuente de un repertorio limitado de “manías o estereotipias”; e) evitación de, y resistencia a los cambios en su mundo (físico y social) incluidos los cambios de costumbres; f) retraso general, aunque a menudo aparezcan “islotes de rendimientos buenos o excelentes”; y, a menudo, g) dificultades para dormir.

Manifestaciones

Varios autores han descrito cómo el síndrome cambia a medida que el niño autista se desarrolla. Durante el primer medio año el niño puede continuar siendo “poco exigente”, pero pronto queda claro que no se está dando cuenta de las idas y venidas de la madre. La respuesta de sonrisa no aparece o es diferida. A los cuatro o cinco meses no se produce la respuesta anticipatoria normal cuando van a cargarlo. A menudo un bebé que no responde a juguetes tales como un pájaro que se mueve, un sonajero o una barra de gimnasia de las que ponen en las cunas, puede ser, paradójicamente, hiperreactivo al sonido producido por la aspiradora, la lavadora, o el teléfono. La vocalizaciones más tempranas-arrullos y balbuceos- pueden no aparecer o retrasarse de un modo considerable.

Durante la segunda mitad del año, el bebé exhibe a menudo una respuesta inusual ante la introducción de alimentos sólidos, se niega a aceptar, retener, masticar o tragar alimentos de textura gruesa. Sin intervención, algunos niños autistas se mantienen a base de alimentos propios del bebé durante varios años. Los juguetes son echados a un lado; los hitos del desarrollo motor, como sentarse, gatear, dar impulsos para ponerse en pie e iniciar el paso. Hay ocasiones en que se aceleran, aunque es mucho más probable que se retrasen. El bebé carece de afectividad. Con frecuencia no aparece el “miedo ante el extraño” propio de los ocho meses. Puede que se inicie el habla, pero se pierde de nuevo. A veces el bebé autista puede aparecer excitado e incluso aterrorizado por los mismos sonidos inesperados y fuertes a los que en otras ocasiones es completamente ajeno: variaciones en otras modalidades sensoriales también pueden despertar desasosiego en él.

Durante el segundo y tercer año el niño busca estimulación en todas las modalidades sensoriales y a menudo cae en manierismos peculiares que parecen proporcionarle esta estimulación. Puede tratarse por ejemplo de un rechinar ruidoso e intenso de los dientes, o el niño raspará superficies escuchando con atención el sonido que produce. Continuará mirando de un modo resuelto los movimientos de sus propias manos y dedos. El andar de puntillas, que es algo normal y transitorio puede convertirse en una conducta permanente. Aparecen numerosas estereotipias; los juguetes son ignorados o utilizados sin referencia a su función o significado. El juego no es imaginativo y adopta, por ejemplo, la forma de dar vueltas a los objetos.

Gran parte de su conducta se mantiene durante el

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