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Psicologia Comunitaria


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2014  •  4.478 Palabras (18 Páginas)  •  152 Visitas

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En las líneas que siguen intentaremos capturar, en un espacio relativamente reducido, algunas de las ideas y características básicas que definen a la Psicología Comunitaria (PC) como concepto teórico y como campo de intervención. Precederemos el intento con una contextualización socio-histórica de sus orígenes y lo cerraremos con una mínima bibliografía seleccionada. Por razones de agilidad y digeribilidad obviaremos las referencias bibliográficas, salvo algunas excepciones aconsejables. Debemos reconocer, no obstante, las aportaciones enriquecedoras de personas ligadas al grupo de trabajo de Psicología Comunitaria (PC) y de los propios estudiantes de Psicología Comunitaria de esta Facultad.

1. Orígenes: la salud mental comunitaria

Aunque existen raíces y precedentes, la PC cristaliza institucional y académicamente en Estados Unidos, en la década 1960-70, ligada al campo de salud mental (SM). La historia y prehistoria del movimiento comunitario estadounidense está suficientemente detallada en varios libros (como el de Levine, 1981) y capítulos, lo que nos exonera de su relato factual. Nosotros mismos (Sánchez, 1988) hemos intentado sintetizar el cómo y el porqué del surgimiento de la PC.

Por citar algunas fechas, 1963 y 1965 son dos a destacar. En 1963 la Administración Kennedy aprueba la creación mental comunitarios, núcleos básicos e iniciales del movimiento comunitario. En 1965 se reúne en un barrio de Boston un grupo de psicólogos, profesionales de la salud mental que ya trabajaban en la comunidad, para discutir la formación en ese ámbito. Acaban, sin embargo, con una propuesta mucho más amplia y cuasi-revolucionaria que asigna al psicólogo el papel de agente de cambio social y conceptualizador participante en las transformaciones comunitarias y que es apropiadamente denominada Psicología Comunitaria.

En el surgimiento de la PC, vienen a concurrir una serie de fuerzas y factores (técnicos, profesionales y sociopolíticos) que habían ido madurando dentro del contexto de al aplicación de la Psicología, posterior a la Segunda Guerra Mundial, y del activismo e intervencionismo de los científicos sociales auspiciados por el momento histórico de ebullición y apertura al cambio social de los años sesenta. Por un lado, se vivencia la insuficiencia del modelo médico-clínico de enfermedad y del hospital, su eje maestro, para entender y solucionar no sólo muchos de los problemas de salud mental, sino las nuevas patologías psicosociales (drogas, marginación, violencia, desintegración familiar, etc.) resultantes de las profundas dislocaciones y desintegración social acompañantes de los cambios tecnológicos y sociales en curso. Añádanse el desencanto de la psicoterapia para cumplir las expectativas generadas inicialmente y la imposibilidad de alcanzar por ese método a todos los necesitados de ayuda psicológica (especialmente a los más marginados: la psicoterapia ha sido siempre un valor y práctica de las clases mdio-altas).

El rol del psicólogo es replanteado, no sólo para trascender los estrechos límites fijados por la jerarquía médica en los hospitales psiquiátricos, sino también para definir su participación en la crisis y cambios sociopolíticos en marcha dentro de los diversos ámbitos en que trabaja: salud, educación, justicia, bienestar social, etc. Esto, unido al creciente intervencionismo de la profesión psicológica, la demanda creciente de la calidad de vida y la necesidad de reconocer los problemas sociales emergentes, prevenirlos y darles solución sobre el terreno en vez de estudiarlos y hablar de ellos en arcanas cátedras y laboratorios, produce un acercamiento a la comunidad y un replanteamiento de las estrategias tradicionales del trabajo psicológico.

También en Latinoamérica se ha desarrollado un poderoso movimiento comunitario con comunidades con el del vecino norteño, pero también con diferencias notables, como una base teórica más psicosocial y una mayor orientación más política que técnica y de salud mental (ver Rivera y Serrano, 1988).

La corta historia del movimiento comunitario en España está aún por escribir. Por lo que conocemos indirectamente, parece que el movimiento prende de engarce, en la década de los setenta, de las inquietudes sociales -y el compromiso político- de los psicólogos recién titulados con las posibilidades, abiertas en los sistemas de prestación de servicios o iniciación de nuevos proyectos autogestionados, en el contexto de influencias como: la salud pública, la antipsiquiatría británica o italiana, el movimiento pedagógico freiriano, los centros de servicios sociales y salud ligados a los ayuntamientos, las tradiciones reivindicativas y autogestionadas de los movimientos urbanos y asociativos etcétera.

No deben olvidarse tampoco, a nuestro entender, las raíces socioestructurales de estos acontecimientos: la industrialización y desarrollo de los sesenta generan posibilidades de diferenciación social mucho mayores (así aparecen los grupos sociales marginados y descolgados) y unos cambios socioculturales profundos (aumento de la competitividad, individualismo, disminución de la solidaridad y del rol de los grupos sociales primarios, instauración de los valores del éxito frente a la realización personal o la afiliación, etc.) que plantean problemas adaptativos dramáticos a grandes grupos de población -emigrados, parados...-, sobre todo en los cinturones urbanos de las ciudades donde, no por casualidad, se inician muchos de los nuevos programas. La emergencia de las primeras promociones de psicólogos a principios de los setenta y de los ayuntamientos democráticos en 1977 son también condicionantes coadyuvantes importantes.

2. Psicología Comunitaria: definición y modelos teóricos

En este punto abordaremos la parte teórica de la PC.

Lo haremos desde una perspectiva desarrollista o de recursos, frente a otra, complementaria, residualista o marginalista, de prestación de servicios. No entraremos aquí en la discusión de la interrelación y asunciones de cada postura, nos limitaremos a constatar que existen, son básicamente distintas y que, probablemente, cada una es por si sola insuficiente, por lo que, aun adoptando la opción general desarrollista, recogemos algunos elementos de su complementaria marginalista.

Reconocemos también que no es fácil codificar conceptualmente la PC por haberse definido el campo primordialmente a través de la acción y no de la teoría, casi siempre muy descuidada, lo que hace este empeño tanto más necesario. Lo que sigue es un modesto y breve intento de definir sistemáticamente la PC como campo teórico

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