Educar en la sobriedad en nuestra sociedad consumista
andreadiazeTutorial6 de Junio de 2013
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Educar en la sobriedad en nuestra sociedad consumista
Hace poco, un niño —llamado Björn— celebró su decimosegundo cumpleaños. Para esta ocasión, los padres habían organizado una fiesta: habían invitado a los abuelos, a varios tíos y muchos amigos. Después de las felicitaciones, Björn se encontró rodeado de un montón de paquetes, de todos los tamaños y colores. Sin decir ni una palabra, empezó a deshacer el primero, miró el regalo y lo puso a un lado. Después deshizo el segundo, miró el regalo y lo puso al lado del primero. Así seguía deshaciendo los paquetes en silencio, mientras que los visitantes, cada vez más tensos, formaron un círculo alrededor de él. Björn miró los regalos y los puso a su lado. Por fin le preguntó uno de sus tíos: "¿No te gusta ninguno de nuestros regalos?" Y la respuesta tajante fue: "Si no digo nada, todo está bien."
Así es la sociedad de consumo. Estamos acostumbrados a tener muchas cosas, y a recibir cada vez más. Esto trae consigo algunos peligros y retos. Pero antes de hablar de ellos, quiero subrayar una cosa. Nuestra sociedad no es "mala". Tiene aspectos positivos y negativos como todas las demás. Es la sociedad que nos ha tocado vivir, y podemos sentirnos muy felices de vivir en ella. Disfrutamos del internet, y tenemos contacto con personas estupendas en todo el mundo. Algunos pretenden distanciarse de la técnica y de los demás logros tan apasionantes de nuestro tiempo. Otros rechazan abiertamente nuestra civilización; desarrollan un cierto cinismo y difunden un pesimismo cultural. Estas actitudes son preocupantes: engendran, con frecuencia, un clima asfixiante que apaga cualquier iniciativa y apenas deja respirar y pensar por libre. Bloquean las aspiraciones nobles de los que se sienten pioneros de un nuevo milenio. Y lo que es más importante: no parece que se inspiren en la Buena Nueva de Jesucristo. No dan lugar a un amor auténtico hacia todo lo humano, ni a la alegría profunda de quien se sabe hijo de un Padre omnipotente y misericordioso. No se trata de despreciar los bienes de esta tierra. Se trata más bien de utilizarlos rectamente, con verdadero señorío y libertad, y de ponerlos al servicio de la persona humana, y de Dios. Se trata, en definitiva, de vivir según la dignidad de nuestra naturaleza en la sociedad que nos rodea.
Pero, ¿cómo es esa sociedad? ¿Se comprenden los planteamientos cristianos hoy en día? Los educadores, ¿pueden percibir alguna inquietud religiosa en los jóvenes? ¿Pueden, al menos, contar con una cierta sensibilidad para las cuestiones que atañen a la trascendencia?
1. El background cultural
En nuestra cultura actual, muchos viven un cierto ateísmo práctico, pero pocos hablan de la "muerte de Dios". Los grandes teóricos de la secularización (y de la construcción de un mundo sin Dios) abandonaron ya en los años setenta sus antiguas posiciones, en nombre de las cuales tantos cristianos sintieron el deber de cambiar su vida notablemente. Uno de esos antiguos maestros llegó incluso a afirmar que "el cambio de estructuras, sin que el hombre se cambie a sí mismo, es una gran ilusión."
1.1. El antiguo movimiento "hippy"
Parece que hay una relación entre el abandono del movimiento de la "muerte de Dios" y la aparición del fenómeno "hippy", típico de aquellos años. Algunos calificaban a los "hippies" como neomísticos. Su mensaje a la gente de Occidente no era cristiano. Pero, ¿se puede negar que se inspiraba en algunos valores del Evangelio? Rezaba más o menos así: "¡No os dejéis engañar! Las nuevas sociedades consumistas no os traen la libertad tan deseada. Engendran más bien un nuevo tipo de esclavitud, porque os seducen a ataros a un sinfín de cosas superficiales y superfluas..." Los mismos "hippies" cargaron con las consecuencias.
Se negaban a acumular riquezas; estaban despreocupados de la construcción de este mundo, deseosos de no insertarse en el sistema, temerosos de que un cambio de estructuras sólo sirviera para llegar a un bienestar material aún mayor. Optaron por una vida alternativa, marcada por el "desprendimiento" optimista, la fiesta y la contemplación. El fenómeno en su traducción religiosa e incluso cristiana, como puede ser el movimiento "Jesus-People", no se interesó por Jesús porque él fuera a resolver los problemas socio-políticos (de los que el "hippy" se marginó voluntariamente), sino porque trae la paz al corazón. Es decir, consciente o inconscientemente se buscaba algo que pertenece a la experiencia religiosa.
Los movimientos "hippy" y "JesusPeople" han reintroducido en nuestras sociedades algo muy interesante, que representa además un elemento antisecularizante: es, por un lado, el rechazo de una vida consumista, cómoda y aburguesada y, por el otro, la celebración de las fiestas, la importancia de los ritos. Son estas, sin duda, prácticas importantes que rompen la monotonía de lo profano. Pero ni los "hippies" ni los "JesusPeople" se esforzaron por fundamentar sus prácticas en una teoría. No consiguieron unir sus experiencias religiosas con una doctrina clara. De este modo, no lograron transmitir sus valores a una nueva generación.
Los hijos de los "hippies" ya no rechazan la sociedad consumista, sino que están completamente inmersos en ella. En general no son revoltosos como sus padres. Son "buenos chicos", les gusta el dinero, y muchos de ellos "no se sienten capaces de forjar un futuro", según los resultados de un estudio italiano. Cada vez más jóvenes se sienten incluso tan a gusto en la casa de sus padres que, a diferencia de las generaciones anteriores, no tienen ganas de salir de ella, independizarse y crear una familia propia. ¿Por qué terminar pronto los estudios y emprender un trabajo remunerado, si se tiene una vida tan fácil y cómoda en la familia de origen? Parece, a veces, que apenas tienen proyectos y metas personales, apenas aspiran a algo que no tenga que ver con el bienestar material, apenas expresan preguntas, inquietudes y preocupaciones...
1.2. La "espiritualidad secularizada"
Mirando la cultura que nos rodea, se suele hablar de los "nuevos dioses" que aparecen en las revistas y películas y, por supuesto, en los medios electrónicos. Son actores y actrices, deportistas, cantantes y otras personalidades de la vida pública, de los que se ha hecho un ídolo y, después de la muerte, un mito. Se suele hablar, a la vez, de una "nueva espiritualidad secularizada". Es la espiritualidad del esoterismo, de la NewAge y de las visiones orientales del mundo, el fruto de una religiosidad sincretista y pluralista, en la que se adora la naturaleza y las estrellas, y también la salud, la juventud y la belleza. Algunos la ven en la raíz de cualquier fenómeno de moda. Así se oye, por ejemplo, que hasta en el ejercicio físico y en el afán ecológico se manifiesta la "espiritualidad". El correr es interpretado como un viaje místico, como un ir "más allá" de sí mismo para poner a prueba las capacidades del cuerpo y sacar experiencias espirituales...
Ciertamente, cada vez más personas están dispuestas a realizar auténticos sacrificios para cuidar las plantas o el propio cuerpo. Se dedican diariamente al footing, comen poco más que yoghurt y manzanas, hacen su propio pan, participan con entusiasmo en manifestaciones contra la energía atómica y gastan generosamente su tiempo en observar el medio ambiente. Las preocupaciones por la salud y el aire puro dan lugar, además, a varias formas de ascesis y unos rituales estrictos: hay que hacer quince flexiones por la mañana, levantar el tronco treinta veces a mediodía, saltar cincuenta veces sobre el propio terreno por la noche... Todo ello es bueno y a veces necesario, por un lado, un poco exagerado, por el otro. Se puede descubrir en ello un cierto (y flojo) despertar del viejo espíritu "hippy", con sus ansias hacia una vida sencilla y con el rechazo de tantas cosas superfluas. Sin embargo, resulta sumamente confuso hablar en esos casos de "religión" y de "espiritualidad". ¿Es posible que el "mantenerse en forma" o la conservación del agua limpia se conviertan en el último sentido de la vida? ¿Es aconsejable ver los acontecimientos del mundo sólo bajo las exigencias de la ecología o de la salud? Ese modo de vivir puede disminuir la libertad y llevar a la manía. Y las teorías que fundamentan tales comportamientos, en vez de tener rasgos de religión se parecen más bien a rasgos ideológicos. Son ciertos signos de desesperación, y muestran lo que pasa cuando Dios está ausente. Tenemos que tener en cuenta que, quien hoy en día adora al Sol o dirige sus rezos hacia la "Madre Tierra", no es ya el ingenuo creyente de hace más de veinte o treinta siglos, sino el desencantado intelectual y científico. Chesterton dijo una vez con mucho acierto: "Cuando se deja de creer en Dios, ya no se puede creer en nada, y el problema más grave es que entonces se puede creer en cualquier cosa."
Por otro lado, mirando la cultura contemporánea queda patente que los hombres están ansiosos de religión. Tienen verdadera hambre de creer, aunque esa necesidad sea muchas veces inconsciente. Si no encuentran al Dios trascendente, se crean los dioses de la inmanencia. Pero, junto a ese fenómeno, se puede encontrar también una manifiesta nostalgia hacia el cristianismo, al menos en algunos
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