Evaluacion Institucional

La Evaluación Institucional en el Ámbito Educativo

Al hablar de evaluación institucional se hace necesario conceptualizarla y contextualizarla. En ese sentido Staker (2006) la define como el acto de describir y juzgar programas educacionales, con base en un proceso de razonamiento formal, haciendo énfasis en la recolección de datos descriptivos y de juicios procedentes de diversos actores y de la sociedad en general.

La evaluación institucional es uno de los instrumentos básicos de apoyo a la toma de decisiones y funcionamiento con miras a la mejora continua y para la planificación y gestión estratégica de la institución. En ese orden Tejedor y Rodríguez (1990), la definen como la investigación que se lleva a cabo en una institución educativa para obtener información que apoye y facilite la toma de decisiones sobre la gestión, planificación y política institucional.

Se puede definir entonces la evaluación institucional, como el conjunto de actividades encaminadas a describir las funciones, actividades y características de la institución, a evaluarlas críticamente, tanto de forma externa como interna, proporcionando datos que apoyen la toma de decisiones en las mismas.

Por otra parte Medina y Villalobos (2006), hacen referencia a la evaluación institucional como un proceso permanente e integrador que se desarrolla dentro y/o fuera de la institución, con el objetivo de favorecer la calidad educativa, mediante juicios de valor, dando base así para la toma de decisiones favorables al desarrollo de la organización.

La evaluación institucional en otras palabras es una práctica reflexiva, sistemática y autorereguladora de identificar y reunir información para romper prácticas no convenientes a la institución. Se puede decir también que es el proceso que permite hacer un diagnóstico sobre el estado actual del funcionamiento organizacional, estableciendo el nivel de cumplimiento de objetivos y metas de calidad planificadas.

Es por ello que la orientación de la evaluación institucional en la mayoría de los casos es de diagnóstico. En tal sentido Elliot (1990), señala que ésta tiene como objeto básico la identificación de problemas a resolver y como foco de atención los componentes de gestión escolar.

En ese orden los objetivos de la evaluación han de responder a las necesidades y fines de las propias instituciones y de los entes evaluadores, en tal sentido Borrel y Chavarría (2003), los resumen en conocer, comprender y explicar el funcionamiento institucional; contribuir al mejoramiento en las prácticas, enriqueciendo la toma de decisiones mejorando la comprensión que los actores tienen de su propia institución y estimulando la reflexión sobre el sentido y el significado de las tareas que se realizan.

Además de viabilizar a la organización de bases de datos que puedan nutrir la gestión, posibilita la redirección de los proyectos académicos, asegurando medidas correctivas y de superación de los problemas diagnosticados y una estructuración del proceso continuo de evaluar.

Por otra parte la evaluación institucional no presenta mayor limitante, pues aunque requiere de la utilización de todo tipo de metodologías y análisis, tiene un carácter multidisciplinar donde además de lo educativo intervienen las políticas institucionales, lo económico. Lo sociológico, psicológico, etc., sin perder su objeto de interés: la institución y su funcionamiento.

En lo que se refiere a los beneficios de esta importante herramienta educativa, Medina y Villalobos(2006), refieren además de la orientación en las toma de decisiones, la autorregulación institucional con vista a lograr paulatinamente resultados de mayor calidad y pertinencia social; además del incremento de los niveles de eficiencia, eficacia e impacto institucional, mejorando el nivel de desempeño y satisfacción de los integrantes de la institución, por ende con la misma se consigue la promoción efectiva de la gestión de la calidad, la información y autonomía institucional.

La evaluación institucional proporciona un amplio nivel de análisis destacando las fortalezas, debilidades y oportunidades, ofreciendo directrices específicas para mejorar la funcionalidad de la organización, delimitando recomendaciones que mejoren el desempeño de las áreas identificadas con menor rendimiento.

En ese sentido se hace necesario resaltar que la evaluación adquiere el verdadero sentido cuando es guiada por principios ético, pues contribuye al ejercicio responsable de la autonomía, asumiendo el compromiso de una revisión permanente y sistemática de la gestión, suponiendo madurez institucional en beneficio de la sociedad a la cual pertenece, por lo que ésta ha de estar impregnada de transparencia, objetividad, confiabilidad y confidencialidad.

En esta nueva dinámica de apertura y evaluación de las instituciones educativas, Lafourcade(1982) plantea que los centros educativos tienen la capacidad de mejorarse a sí mismos, si se les da la oportunidad y si se contribuye para que su personal esté informado y posea autonomía para tomar decisiones que mejoren los procesos educativos, constituyéndose de este modo la autoevaluación como el esfuerzo en conjunto de los miembros de la comunidad educativa por realizar un examen crítico de los componentes y aspectos escolares a fin de influenciar en el quehacer institucional.

En tal sentido la autoevaluación como tarea de la institución, ha de aportar

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