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La Familia Del Siglo XXI

meyin28 de Septiembre de 2014

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La familia siglo XXI

Introducción

De inicio referiré mi concepción sobre este encargo apoyado en mi particular percepción, concerniente a un tema tan real y tan difícil de opinarlo a la hora actual. Empiezo diciendo que nunca imaginé que terminaría defendiendo, por una necesidad de supervivencia, elementos propios y tradicionales de la vida en sociedad del Siglo XX, cuando en temas como la familia, la mamá en casa, el hombre en el trabajo, eran formas de vida y organización social que en nuestra juventud no se cuestionaban, que eran el hábitat normal en donde se desenvolvía la vida, la conformación natural de las familias, fuesen éstas más pobres o más ricas, porque había un sentido similar en cuanto a objetivos afectivos y materiales.

Una mujer y un hombre se unían en un matrimonio obviamente heterosexual, con un proyecto permanente en el cual fundaban la esencia vital de los afectos y el deseo, para procrear, vivir juntos y apoyarse en las buenas y en las malas, en salud y en enfermedad, para formar y dejar una descendencia lo más unida posible, con hombres y mujeres de bien que continuaran la labor silenciosa de hacer comunidad, de hacer país, de hacer Patria. Ese fue el sentir de mis abuelos, de mis padres y de mi compañera y yo como pareja, cuando llenos de ilusiones nos asomábamos a los años setenta.

Crisis de la familia

La familia en la actualidad enfrenta desafíos importantes como son la pobreza, la migración, la transformación cultural y el cambio de roles; ya que el tradicional rol principal de la mujer como ama de casa, esposa y madre poco más o menos desapareció. Antes cuando la madre trabajaba era mal vista ante la sociedad ya que el verdadero rol de madre era altamente valorado y contribuía a su desarrollo personal femenino; así mismo sancionaba el fracaso del hombre como sostén económico del hogar rol principal del varón.

El desempleo y los bajos salarios hoy provocan la desintegración de la familia y aumentan el grado de desintegración familiar, sin embargo se ha convertido en una estrategia positiva para obtener mayores recursos económicos

Los cambios culturales han actuado también como factores desafiantes en la vida familiar; las familias tenían mayor estabilidad, pegadas a una cultura comunitaria fiel a las tradiciones. Hoy en día las relaciones entre las generaciones dentro de la familia se están volviendo más inciertas y confusas. Los padres están enfrentando problemas con respecto a cómo mantener su autoridad en una sociedad y una cultura que da más espacio a los niños y jóvenes.

Mientras el discurso social reproduce la idea y el miedo sobre el ocaso de la familia, en las encuestas de opinión y en las de investigación dura; aparece una y otra vez el deseo de los jóvenes de formar sus propias familias y el de los adultos de mantenerse viviendo en familia. Está claro que se ha extendido la desorientación y generado incertidumbre sobre el futuro de la familia como la primera institución social, baste ejemplificar con los discursos mediáticos que nos muestran el declive de los valores tradicionales y el aumento de la tasa de divorcios. Pero también queda claro que la gran mayoría de las personas queremos vivir en el amor, compartir nuestra vida con otra persona y todavía en muchos casos trasladar ese “amor” a otros, a los hijos (sean biológicos o adoptados). También queda claro que el punto de refugio más importante sigue siendo la familia. Entonces, ¿Qué es lo que realmente está pasando? ¿Qué le espera a lo que hasta ahora hemos llamado familia? ¿Cuáles son las predicciones que podemos hacer sobre su fragilidad, resistencia y capacidad de acomodación? ¿Por qué hoy la familia se percibe descuidada por un pseudo progresismo que ha relativizado instituciones como el matrimonio? ¿Porqué los valores tradicionales de familia en que nos formamos hoy sufren el embate de invasivas tendencias al libertinaje?

Explicaciones puede haber muchas y lo que se percibe es una recurrente reacción pendular en la sociedad, que pasa de etapas de oscurantismo a otras de averiguación; cuando el ideal sería encontrar términos medios de relativa sensatez y así tratar de explicar esta crisis familiar actual.

Para responder a las preguntas enunciadas debemos tomar conciencia del momento histórico-social en el que estamos viviendo y que algunos han bautizado como posmodernidad, otros como modernidad tardía, se lo que fuere conviene primero hacer una exploración sobre las problemáticas de la familia que del siglo XXI.

La familia actual

La familia actual, debe analizarse a la luz del momento histórico que le corresponde, lo cual supone y ha supuesto oportunidades y presiones para su fortalecimiento. En este sentido, la lógica de la vida contemporánea ha dejado de centrarse en los ideales homogéneos y definidos que caracterizaron otra época de la familia y se han trasladado a la desmitificación, el individualismo y el riesgo que se manifiestan en el placer, al consumo masificado, la fragmentación y la labilidad, que hoy priman en el hogar.

Los peligros de la modernidad tardía, implican que al darse la ruptura con el modelo basado en la tradición, se ha obligado al individuo, por lo tanto a la familia, a cimentarse en sí mismo, no se ha tomado conciencia sobre las implicaciones de esta elección y con ello se ha empezado a visualizar la expansión continua de los riesgos y los miedos que han entrado en la escena de ahora.

Es decir, antes, la tradición implicaba que al casarse lo “lógico” era la llegada de los hijos y que si por algún motivo había problemas, se rogaba para que las cosas mejoraran; en ese acto se delegaba a Dios o alguien la búsqueda de soluciones y se quedaba cobijado en su sapiencia. Ahora, la sola percepción de tener un abanico de posibilidades dispuestas y factibles de ser elegidas por el individuo, deviene en una realidad caótica que hace evidente la responsabilidad de quién la elige, los errores u omisiones son referidos directamente al sujeto y no a una divinidad o organismo externo.

Si tratamos de visualizar a la familia en este escenario podemos detectar una serie de “nuevas condiciones” que la vuelven un fenómeno complejo a nuestra comprensión, entre las que destacamos: la instalación de la filosofía de la igualdad, la emancipación de la mujer, como las importantes.

Instalación de la filosofía de la igualdad. La idea de igualdad con el otro (o los otros), de tener los mismos derechos y privilegios, de ejercer una vida más democrática, deja de ser privativa del debate público y se instala en la esfera de lo privado. El espacio de lo privado por excelencia, ha sido el de la familia, es ahí donde las ideas se engendran porque al final de cuenta los pensadores también viven en familia, es ahí a donde también regresan ya reelaboradas por la opinión pública y en el proceso de “apropiación” o “naturalización”, tales ideas transforman tanto a la familia como a la sociedad. Así, la percepción de igualdad en la familia, se detecta en varios niveles. Un síntoma claro del, llamémosle, síndrome de la idea de la igualdad, es lo que sucede en la relación entre padres e hijos:

a) Mientras los padres, después de tantas exposiciones sociales que recomiendan, a propósito de la democracia y del modelo padres-amigos con educación horizontal, en unión al modelo padres-formadores o autoritarios, sufren la indecisión del rol que deben tomar, “temen el autoritarismo que ellos vivieron, y no saben cómo ejercer la autoridad”. Esto, que parece hasta tan “simple” trae como resultado el debilitamiento de la autoridad de los padres, de los educadores y en general de los adultos para enseñar no sólo dentro las normas sociales, de urbanidad o profesionalización, sino también en la construcción de valores a los niños y jóvenes. ¿Cómo pueden un padre o un adulto ser tomado en serio en la inculcación de lo correcto si carece de autoridad para dirigir y decidir lo que es bueno y malo?

b) Por otra parte, la idea de que somos iguales viene protegiendo la posición cómoda de los hijos o de los jóvenes de merecer lo que se disfruta, sin tener qué ganárselo, por lo menos como cuando nos tocó ser adolescentes. La mayoría, de los niños y sobre todo los jóvenes estudiantes (con sus excepciones claro) pese a no tener condiciones socioeconómicas favorables, despliegan una actitud hedonista. Los hijos, instalados en la casa paterno-materna, rechazan los trabajos encomendados, por considerarlos inferiores (ayuda en el negocio, en la empresa familiar, tareas de casa, dependientes, ayudantes de obras, etc.), aún así, requieren de ropa, calzado (a la moda por supuesto), enseres y complacientes de ocio (televisión, computadora, internet, play station, walkman, CD, automóvil, viajes, entre otros) que por supuesto toca a los padres la responsabilidad de pagar por ellos.

Sin embargo, pese a que son los padres quienes solventan los gastos son incapaces de exigir a los hijos que cumplan con las normas del hogar, cuando las hay, porque no saben muy bien cómo habrán de hacerlo. Porque, también habrá que decirlo, el síndrome del igualitarismo se combina con el síndrome de la culpabilidad de los padres que trabajan. Hoy por hoy ambos padres ganan, lo cual ha generado la idea de que no se dedica el tiempo suficiente para “educar” o “estar” con los hijos. Entonces el problema se agrava porque no se entiende bien el concepto de autoridad y todavía existe la culpabilidad para ejercerla; peor en el caso cuando por el igualitarismo de la pareja se crean problemas de infidelidad o divorcio

La cuestión se agrava aun más al ampliarse los beneficios sociales a los diversos grupos

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