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Globalización y relaciones laborales


Enviado por   •  21 de Enero de 2019  •  Trabajos  •  3.565 Palabras (15 Páginas)  •  91 Visitas

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Globalización y relaciones laborales[1]

Mikel de la Fuente

UPV/EHU

Globalización: ¿realidad o mito?

Una parte de los investigadores considera que la apertura económica internacional y los movimientos internacionales de capital, reducen la capacidad de maniobra de los Estados y les impiden llevar a cabo políticas que combinen la eficacia económica, el pleno empleo y la justicia social. Entienden que la globalización es una fuerza económica externa que se impone a los gobiernos. Otra línea interpretativa, que comparto, insiste en que los problemas del Estado del Bienestar y los derechos sociales no se deben fundamentalmente a constricciones económicas externas sino a un cambio profundo de orientación de los gobiernos y las clases dominantes, el neoliberalismo, entendiendo por tal a la teoría que preconiza un orden económico cuyo rasgo fundamental consiste en la conducción de los procesos económicos por el mercado, es decir, por el juego de la libre competencia. Esta teoría está basada en una enorme abstracción, definida de la siguiente forma por el sociólogo francés F. BOURDIEU: “la que, en nombre de una concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad,  identificada con la racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales de las disposiciones racionales y de las estructuras económicas y sociales que son las condiciones de su ejercicio”.  La función del Estado, según la ideología neoliberal, sería la de promover la libre competencia. En su versión más extrema, postula que el principio de la competencia debe extenderse al sistema educativo, la justicia y la defensa nacional.

El discurso neoliberal exacerba arbitrariamente la oposición entre la lógica económica basada en la competencia, que sería portadora de la eficacia, y la lógica social, sometida a la regla de la equidad.  Sin embargo, como argumenta BOURDIEU, ese discurso originariamente desocializado y ahistórico tiene en la actualidad la posibilidad de hacerse verdadero y “empíricamente verificable” debido a que juega a favor de un mundo de relaciones de fuerza que contribuye a consolidar, especialmente orientando las opciones económicas de los que dominan las relaciones económicas, agregando a ellas su fuerza específicamente simbólica.  

La internacionalización de la economía ha ido estrechamente  ligada a la política e ideología neoliberal, proporcionando una coartada permanente para la puesta en práctica de las políticas de recortes sociales. La utilización del término globalización – o mundialización usado a menudo de forma equivalente - desde los años ochenta, no se presenta sólo en términos de paradigma interpretativo de la creciente multiplicación e interrelación de redes productivas e informativas mundiales, sino que por parte de los medios políticos y empresariales se propone como objetivo a alcanzar: la globalización se ha convertido en una ideología y a ese objetivo indiscutible debe subordinarse cualquier otra consideración. La globalización tiene asimismo un enorme coste ambiental: aunque las dimensiones negativas del crecimiento económico no son nuevas, la globalización acentúa las presiones competitivas y productivistas consustanciales al capitalismo.

El alcance económico de la globalización no es en absoluto evidente y no faltan voces críticas que consideran que la misma es un proceso ideológico debido a la creciente intensidad de la competencia durante los últimos 25 años y que, como tal noción es inútil para el análisis objetivo, siendo su función real la de “presionar a la baja sobre las condiciones de vida de los trabajadores asalariados y a estimular las mejoras en la rentabilidad del capital, a través del aumento reforzado de la tasa de explotación” (GIUSSANI). Es en el ámbito financiero donde más se ha desarrollado la globalización, debida a la desregulación financiera que tuvo lugar durante los ochenta, impulsada por los gobiernos anglosajones (factor “exógeno”) y a la combinación de bajos tipos de interés y rentabilidad decreciente del capital, que impulsó el desplazamiento hacia las finanzas (factor “endógeno”, más importante y que presionó hacia la desregulación) (GIUSSANI). La reducción de los tipos de interés durante los últimos años, no ha repercutido fundamentalmente en el incremento de la inversión directamente productiva, sino que ha dado lugar a que el capital se haya dirigido masivamente hacia la especulación bursátil (TORRES LÓPEZ; RECIO).

En todo caso, lo que es evidente es la enorme polarización de los ingresos que está teniendo lugar: cuando la fortuna de tres multimillonarios sobrepasa el producto interior bruto de 48 países y cuando una persona de la periferia muere de hambre cada cuatro segundos, no hay más remedio que pensar que el ensanchamiento del abismo entre los países avanzados y los subdesarrollados obedece a relaciones de opresión. Parece indudable que esa asimetría no es un acontecimiento pasajero que sería corregida por los supuestos beneficios de la deslocalización. Los países periféricos no son solamente los perdedores de la mundialización sino que soportan una intensificación de las transferencias de ingresos que han frenado históricamente su desarrollo. Es sangría ha provocado la multiplicación de la miseria extrema en los 49 países más pobres. También tiene efectos en los países con un cierto nivel de industrialización ya que los sectores insertos en la división internacional del trabajo no encuentran salida interior para su producción

Ese deterioro tan pronunciado no encuentra explicación suficiente en la política neoliberal, es necesario acudir a la teoría del imperialismo que atribuye esas asimetrías a la transferencia sistemática del valor creado en la periferia hacia los capitalistas del centro. Por poner algún ejemplo, el thatcherismo ha aumentado la pobreza en Gran Bretaña, como muestran de forma magnífica las películas de Ken Loach, pero en Argentina ha provocado la malnutrición que está causando muertes de niños todos los días y la indigencia (a ver si los magníficos cineastas argentinos lo describen); el ensanchamiento de la distancia de los ingresos ha reducido los salarios en los Estados Unidos, pero en Méjico ha supuesto la miseria y la emigración masiva; la apertura comercial ha debilitado la economía japonesa pero la misma ha devastado a Ecuador. Estas diferencias se deben al carácter central o periférico de cada país en el orden mundial.

El neoliberalismo y el gobierno de las empresas

A partir de los años 1970 la dominación del capital financiero ha alcanzado un nivel desconocido desde el surgimiento del capitalismo industrial. La difusión de los principios de la corporate governance, impulsada por los inversores instituciones anglosajones contribuye a la internacionalización de una regulación rentista.

La corporate governance ha contribuido a un enorme reforzamiento del poder de los accionistas y, al presionar a los dirigentes a gestionar las empresas con el único criterio de maximizar el rendimiento financiero a corto plazo de las mismas,  ha  acrecentado el riesgo de empeoramiento de las condiciones salariales y laborales de los trabajadores.  Esta evolución conduce a la desestabilización de los sistemas productivos que sean objeto de los movimientos especulativos de divisas, con las consecuencias que se desprenden de aumento del desempleo y que han  producido gravísimos problemas sociales en los últimos años en varios países latinoamericanos y asiáticos, pero que también afectan a la Unión Europea. La regulación laboral y de la protección social, que se mantiene básicamente en la esfera estatal, ha pasado a utilizarse de forma instrumental al servicio de la política económica, cuyos objetivos y medios de reducción de la protección laboral y recorte de los gastos sociales se presentan ineluctables como consecuencia de la globalización. La  reducción del desempleo ha sido presentada como justificación más habitual de las políticas desreguladoras en la Unión Europea, presentada como paradigma de la “rigidez” frente a la “flexibilidad” de los Estados Unidos. Sin embargo, no se ha probado que exista una relación evidente entre las tasas de paro y las características de los mercados de trabajo, ni que la “mayor rigidez” de la Unión Europea en relación con los Estados Unidos explique su menor creación de empleo.

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