Teorías Pedagógicas
TonyRamm22 de Octubre de 2013
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ROUSSEAU
Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712 - Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778) fue un polímata: escritor, filósofo,músico, botánico y naturalista franco-helvético definido como un ilustrado; a pesar de las profundas contradicciones que lo separaron de los principales representantes de la Ilustración.
Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución francesa, el desarrollo de las teorías republicanas y el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en sus dos más célebres frases, una contenida en El contrato social: El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado; la otra, contenida en su Emilio, o De la educación:El hombre es bueno por naturaleza, de ahí su idea de la posibilidad de una educación.
Esta novela filosófica educativa, escrita en 1763, fundamentalmente describe y propone una perspectiva diferente de la educación, que es aplicada en Emilio. Rousseau, partiendo de su idea de que la naturaleza es buena y que el niño debe aprender por sí mismo en ella, quiere que el niño aprenda a hacer las cosas, que tenga motivos para hacerlas por sí mismo. Como Jurgen Oelkers, escritor del artículo Rousseau and the image of ‘modern education’ dice, La educación debe tener su lugar dentro de la naturaleza para que el potencial del niño pueda desarrollarse según el ritmo de la naturaleza y no al tiempo de la sociedad. Rousseau cree que todo hombre y niño es bueno. Sobre todo, especula que la humanidad que plantea una educación a base de un transcurso natural sería una sociedad más libre. Sandro de Castro y Rosa Elena, en su artículo Horizons of dialogue in Environmental Education: Contributions of Milton Santos, Jean-Jacques Rousseau and Paulo Freire dicen: Escribiendo Emilio, o De la educación, Rousseau coloca la base para una educación capaz de formar a un hombre verdadero, porque ante todo hay que formar al hombre. Formar al hombre es la primera tarea, la segunda es formar al ciudadano, porque no se puede formar a ambos al mismo tiempo».
Rousseau atacó al sistema educativo a través de esta novela, en la que presenta que los niños deben ser educados a través de sus intereses y no por la estricta disciplina.
Su principal obra fúe la del Emilio o de la educación.
La novela está dividida en cinco partes. Las tres primeras se dedican a la niñez, la cuarta se consagra a la adolescencia y la última se refiere a la educación de Sofía, mujer ideal, y a la vida paternal, política y moral de Emilio
Libro Primero
Desde el vientre de la madre se puede decir que uno está vivo. Así pues, mientras el niño va creciendo, según Rousseau, debe por su propia voluntad ir adquiriendo conocimiento. Él dice: «Nacemos capacitados para aprender, pero no sabiendo ni conociendo nada», al igual que dice que la educación del hombre empieza al nacer, a base de experiencias propias y adquisiciones generales. Sin darnos cuenta, desde que nacemos somos libres y por nuestra propia voluntad conocemos lo que es placer, dolor y rechazo.
Rousseau también afirma que el aprendizaje es muy necesario, especialmente en esta etapa de la vida. Volviendo a su tema de la libertad, Luiz Felipe Netto en el artículo ‘The notion of liberty in Emile Rousseau’ dice: «Más bien, un niño está libre cuando puede lograr su voluntad». Piensa que debemos dejar al niño manifestar su voluntad y curiosidad por lo que le rodea. Es decir, dejar al niño tocar, saborear, poner en práctica sus sentidos sensoriales para aprender.
Libro Segundo
En esta sección Rousseau dice: «La naturaleza formó a los niños para que fuesen amados y asistidos». También dice que si los niños escuchasen a la razón, no necesitarían que los educaran. A los niños se les debe tratar con suavidad y paciencia; explica que al niño no se le debe obligar a pedir perdón, ni imponer un castigo. La norma de hacer bien es la única virtud moral que debe imponerse.
Libro Tercero
Esta sección sigue refiriéndose a la niñez, entre los doce y trece años. El cuerpo sigue desarrollándose y la curiosidad natural también. Rousseau dice: «El niño no sabe algo porque se lo hayas dicho, sino porque lo ha comprendido él mismo», sugiriendo que el niño se inspire por su voluntad, que sólo se le den métodos para despertar su interés y no su aburrimiento. Entonces es cuando Rousseau empieza a enseñarle a conservar, de modo que tenga más derecho moral.
También piensa que el niño debe aprender del intercambio de pensamientos e ideas. Él ve un beneficio social en que el niño pueda integrarse en la sociedad sin que lo perturben.
Libro Cuarto
Con esta sección comienza la adolescencia. Rousseau afirma que «el niño no puede ponerse en el lugar de otros, pero una vez se alcanza la adolescencia, puede y hace así: Emilio por fin puede ser introducido en la sociedad». Ya en la adolescencia, Emilio tiene un mejor entendimiento de los sentimientos, pero también se exaltan las pasiones. Rousseau dice que «Nuestras pasiones son los principales instrumentos de nuestra conservación», pues para él, el sexo, la pasión y el amor son producto de un movimiento natural.
Formar al hombre a partir de la naturaleza no es hacerlo salvaje, sino no dejar que se gobierne. También en esta parte, se expone a Emilio a la religión, pero no logra verla como algo significativo para él.
Libro Quinto
Finaliza la adolescencia a los veinte años, cuando Emilio y su prometida Sofía van alcanzando la madurez y la vida matrimonial.
Étienne Bonnot de Condillac
Se dedicó al estudio de la filosofía impulsado por el matemático e ilustrado Jean Le Rond d'Alembert, primo suyo, y amistó con Rousseau, al que trató desde 1739, Voltaire y Fontenelle. Él mismo fue un ilustrado que difundió en Francia el empirismo liberal de John Locke y se opuso al racionalismo. A diferencia de Locke, negó al cabo la existencia de la «reflexión», segunda fuente de conocimientos aparte de las sensaciones, creando su propia filosofía, conocida como Sensualismo; las facultades y las reflexiones vendrían a ser nada más que sensaciones transformadas y nada habría en el intelecto que no hubiera estado antes en la sensación. Por ejemplo, el lenguaje no sería un vehículo del pensamiento, sino que jugaría un papel esencial en su elaboración, y distingue anticipándose a Saussure entre lengua colectiva y habla individual. Sin embargo, el no comprender el carácter que posee el nexo de las sensaciones con los objetos exteriores y el exagerar el carácter subjetivo de éstas llevaron a Condillac al idealismo subjetivo.
Teoría sobre las sensaciones.
He olvidado prevenir al lector acerca de algo que hubiera debido decir, y quizá repetir, en diversos lugares de esta obra; pero espero que la confesión de este olvido compense las repeticiones sin tener sus inconvenientes. Advierto, pues, que es muy importante colocarse exactamente en el lugar de la estatua que vamos a observar. Es preciso comenzar a existir con ella, no tener más que un solo sentido cuando ella sólo tiene uno, no contraer sino los hábitos que ella contrae; en una palabra, es preciso ser sólo lo que ella es. La estatua juzgará las cosas como nosotros sólo cuando tenga todos nuestros sentidos y toda nuestra experiencia, y nosotros juzgaremos con ella sólo cuando supongamos que estamos privados de todo lo que le falta.
Para cumplir con este objeto, imaginamos una estatua organizada interiormente como nosotros y animada por un espíritu privado de toda clase de ideas. Supusimos, además, que el exterior de mármol no le permitiría el uso de ninguno de sus sentidos, y nos reservamos la libertad de despertarlos, según nos pluguiera, a las diferentes impresiones de que son susceptibles.
Creímos conveniente comenzar por el olfato, pues de todos los sentidos es el que parece contribuir menos a los conocimientos del espíritu humano. Los demás fueron luego objeto de nuestras investigaciones posteriores y, después de haberlos estudiado separada y conjuntamente, vimos que la estatua se convertía en un animal capaz de velar por su propia conservación.
La estatua, limitada al olfato, no puede conocer más que olores.
1. Los conocimientos de nuestra estatua, limitada al sentido del olfato, sólo pueden extenderse a los olores. No puede concebir las ideas de extensión, de figura ni de nada que esté fuera de ella o fuera de sus sensaciones, ni tampoco las ideas de color, de sonido o de sabor.
Con relación a sí misma, la estatua no es más que olores.
2. Si le presentamos una rosa, nuestra estatua es, con relación a nosotros, una estatua que huele una rosa, pero con relación a sí misma no es más que el olor de esa flor.
En consecuencia, es olor de rosa, de clavel, de jazmín, de violeta, conforme a los objetos que actúen sobre su órgano. En una palabra los olores sólo son para ella sus propias modificaciones o maneras de ser, y nuestra estatua no podría creer que es otra cosa, ya que éstas son las únicas sensaciones de que es susceptible.
No tiene ninguna idea de materia.
3. Que los filósofos a quienes parece tan evidente que todo es material se coloquen, por un momento, en lugar de la estatua e imaginen cómo podrían sospechar que existe algo que se parezca a lo que llamamos materia.
No es posible mayor imitación en los conocimientos.
4. Por consiguiente, podemos estar convencidos de que bastaría aumentar o disminuir el
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