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Informe De Lectura

crespa3123 de Octubre de 2014

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Escuela de Historia y Ciencias Sociales

Estado y Sociedad Civil de Chile Republicano

Profesor Miguel Valderrama

Segundo Informe de Lectura

Estudiante: Katherine Quijada

La historiografía tradicional con la cual se ha educado la mayoría de la población, principalmente la enfocada a los aspectos de desarrollo político institucional, ha mostrado al siglo XIX como un período marcado enfrentamientos doctrinarios, luchas teológicas y polarizado en 2 ejes: conservadores y liberales. Dicho diagnóstico estanca la posibilidad de escarbar en la forma en que se estructura y consolidaba a la vez un nuevo orden, el cual si bien se basa en el mantenimiento de estructuras coloniales como base, no esconde la posibilidad de construir un nuevo escenario político y social.

Las coyunturas político institucionales no bastan para explicar el devenir de una sociedad. El descontento acumulado históricamente por los sectores populares no se apaga con la pugna conservadora - liberal, la exclusión social, avalada por la Iglesia Católica, que se acerca nuevamente al Estado con Portales y su precariedad económica que lo obligaba a deambular en búsqueda de mejores horizontes es la historia que nos importa y que destacan autores como Salazar que en el siguiente informe abordaremos, pasando también por autores más clásicos como Jocelyn-Holt

Al remitirnos al texto El peso de la noche de Alfredo Jocelyn-Holt, veremos que el autor nos muestra el ideario político de Diego Portales, al citar una de sus cartas podemos ver la visión política de Portales que a partir de sus convicciones, moprales también, expresa como debiese gobernarse Chile:

“Un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino de orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos”

Desde ésta cita podemos desprender que el pensamiento de Portales poseía un alto grado de idealismo, habla desde lo que espera que sea y no desde lo real. Por otra parte posee una contradicción profunda entre el liberalismo y el conservadurismo que expresa, puesto que le atribuye requisitos morales al pueblo para poder gobernarlo y poder alcanzar la felicidad, el cual se traduciría al gobierno “liberal, libre y con ideales”. Además es una visión paternalista de lo que es el gobernar, por lo que juzga a la población chilena de antemano, señalando que no están a la altura valórica de lo que él considera que es correcto. Jocelyn-Holt resalta la visón autoritaria de Portales, señalando que Chile ha sido marcado por éste pensamiento instalándolo en la historia como un autoritarismo institucional , donde Portales para resolver el problema de autoridad, pone el poder en ausencia del orden y opta por la dictadura.

Para el autor, la historiografía se equivoca al mirar a Portales como un hombre de Estado, si no que es un hombre de la sociedad civil , un ser civil, que le tocó vivir un momento histórico y lo asumió. Nos indica que: “Portales no restaura nada; a lo más apela a que ciertos fenómenos no perezcan, no desaparezcan, no sean avasallados. Portales preserva, no restaura; no innova, pero tampoco reacciona”. Su propuesta en “El peso de la noche”, el autor propone a un Portales que se remite a un orden social, el cual opera porque el orden liberal e ilustrado no existe, ya que carece de “hombres que lo hagan posible”, donde hay una masa en reposo, que le da un carácter frágil, pero proporciona poder.

No obstante, consideramos que existe una incorcordancia en el autor al decir que Portales no reestructura nada, que mas bien conserva lo que aún no se ha dañado. Debemos reconocer que Portales instala un paradigma político renovador al interior de las filas del conservadurismo, que le permite articular y unificar tras de sí, los intereses de los grupos dirigentes.

Finalmente, el autor nos propone que lo que busca Portales es el poder y como queda claro en la última frase, quien permite que Chile sea un país ordenado y con una tradición es la elite. Sin embargo, no basta con caracterizar al conservadurismo chileno, por su apego a las tradiciones o al orden colonial. Hay que reconocer también, su capacidad para instalar su proyecto como hegemónico, anulando, por la vía política y por la vía militar, cualquier asomo de oposición.

Gabriel Salazar, hace alusión a esta situación señalando que fueron los terratenientes los que construyeron la Nación y el Estado, si no que fue la oligarquía mercantil, ocultados detrás de la clase terrateniente, donde Portales solo fue un instrumento político de una clase de mercaderes que no les importan las Naciones ni las construcciones de Estados, ya que por su naturaleza librecambista, no tienen patria.

En este tema podemos agregar a otro autor, Luis Corvalán, quien cuestiona la existencia de un proyecto conservador, pues asocia la idea de proyecto a la de construcción de utopía. En su impresión, los conservadores solo los mueve mantener el llamado orden natural. “Si me preguntan si lo hubo, dándole al concepto de proyecto el sentido de utopía, diría que no existió proyecto conservador. Pero si le damos al concepto de proyecto otra significación, si lo entendemos como el deseo de hacer valer un orden considerado como bueno, diría que si lo hubo.”

Indica que éste es el primer proyecto conservador, el cual encontró su expresión principal en el bando estanquero que fue liderado por Portales, cuya base social fue la elite aristocrática, de los terratenientes y comerciantes de la zona central, cuyo rasgo esencial fue la defensa del principio de la autoridad.

Para el caso de lo propuesto por el profesor Gabriel Salazar en su libro Labradores, Peones y Proletarios, nos habla de las formas de sociabilidad del bajo pueblo que, como lo mencionamos en los párrafos anteriores, no menciona Alfredo Jocelyn-Holt.

Salazar nos muestra que después de 1865 la población flotante del país tendió a emigrar a la nueva región minera, pero también, y sobre todo, a las ciudades principales, en donde para el año 1813, la población urbana constituía, aproximadamente, el 10 por ciento de la población total del país. En 1920 constituía el 42,8 por ciento, “uno de los porcentajes más altos de América Latina”. Sin duda compartimos que este crecimiento se debió al peonaje itinerante , quienes se aglutinaban en torno y dentro de las grandes ciudades, realizando construcciones provisionales que levantaban donde podían, cambiando la planificación urbana trazada por los militares del siglo XVI y los mercaderes de los siglos XVII y XVIII, “como asimismo la plebeyización de las ciudades patricias y la pérdida de control sobre la evolución de las ciudades.”

Como el autor nos lo indica, el patriciado demostró ser un aliado importante, aunque inesperado, en el proceso de asentamiento urbano del peonaje, ya que al arrendar las tierras de ciudad “al detalle” a los pobres fue mucho más lucrativo que hacerlo “por estancias” a los ricos. Después de 1820, los mercaderes, habiendo comprendido esto, comenzaron a comprar y/o arrendar sitios y chacras suburbanas, a efectos de arrendarlos o sub-arrendarlos a grupos de 30 a 40 pobladores pobres. Otro dato que nos da el autor es que los ranchos urbanos no se diferenciaron mucho de los ranchos rurales, incluso tendieron a ser más insalubres, peor construidos, y más miserables , en donde la preocupación de las autoridades era que los rancherios tendían a convertirse en pantanos colectores de aguas servidas y en contaminantes de aguas limpias. Como lo indica el autor, y como lo hemos comprobado en otras lecturas, comenzó a hablarse de “una ciudad bárbara” y de una “ciudad oculta”.

Lo que queremos destacar del planteamiento de Salazar es cuando plantea que con la independencia política de Chile no cambió la situación del peonaje forzado, sino que “en cierto modo, la empeoró”.

Lentamente, el trabajo asalariado del peonaje libre se fue imponiendo sobre el presidiario y se comenzaron a formalizar los contratos colectivos de trabajo y nos ejemplifica la nueva mentalidad con lo indicado por el ingeniero H. Meiggs, quien alaba el trabajo de los peones chilenos, de su iniciativa y su profesionalismo, probándolo en el hecho de que, cuando el fue contratado para tender un atrevido ferrocarril en Perú y necesitó para ello una mano de obra conocida, “no titubeó en convocar otra vez a los peones chilenos”.

Otro dato que nos muestra Salazar es la situación dada por el ejército, quien lo considera como el más importante “empleador urbano”, en donde si bien, al principio se orientaron a reclutar campesinos y artesanos, más tarde optaron por enganchar vagabundos y peones urbanos. Dado que el servicio militar no tenía carácter profesional, sino más bien de dedicación ocasional, marginal o compulsivo, no llegó a ser un oficio del cual se pudiera vivir satisfactoriamente. A pesar de que el “contrato” de reclutamiento involucraba permanencia indefinida y un cierto salario, la “ambigüedad económica” del mismo era suficientemente grande como para inducir al peonaje a desertar de ese oficio en tiempos de paz, siendo una de las causas los sueldos impagos.

Los peones evitaban esas formas de trabajos asalariados, por lo que buscaban otras formas más flexibles para ganarse la vida, para lo cual las autoridades

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