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Doctrina social de la Iglesia. La sinderesis


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2021  •  Documentos de Investigación  •  2.035 Palabras (9 Páginas)  •  123 Visitas

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[pic 1]Universidad de Piura Doctrina social de la Iglesia [pic 2][pic 3]

 Doctrina social de la Iglesia

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La sindéresis, comienzo y guía de la vida moral

El conocimiento de la verdad y del bien comienza por dos virtudes o hábitos intelectuales: el intelecto y la sindéresis. En realidad, se trata de dos virtudes de la misma potencia: la razón. Del mismo modo que le razón, en su función especulativa, parte de verdades evidentes, gracias al hábito del intelecto (intellectus), la razón, en su función práctica, parte de principios conocidos de la misma manera, que provienen del hábito de la sindéresis (1).

El intelecto o entendimiento, virtud de la razón especulativa, nos da la evidencia de las primeras verdades del conocimiento humano, sobre las que se asientan los demás conocimientos. Son verdades evidentes –no necesitan fundamentación- y necesarias. De su necesidad se deriva la necesidad de las verdades que sobre ellas se asientan. (…)

  1. Naturaleza de la sindéresis

  1. El término sindéresis procede del griego synteréo, que significa observar, vigilar atentamente, y también conservar. Para santo Tomás equivale a razón natural (2).

 

  1. La importancia de la sindéresis radica en que constituye el comienzo y, a la vez, la guía natural de toda la vida moral de la persona.

  1. Es un hábito que perfecciona a la razón práctica. Gracias a él, la razón, de modo natural, señala y preceptúa el bien y rechaza el mal. Por eso, el hombre no es indiferente ante el bien y el mal, sino que experimenta de modo natural que debe amar el bien y evitar el mal.

  1. Es un hábito cognoscitivo: su función propia consiste en juzgar la conducta para orientar a la persona acerca de lo que debe obrar. Puede decirse que la sindéresis es el primer nivel de la conciencia moral, la proto conciencia.
  1. Es un hábito prescriptivo (de orden, precepto, mandato): no sólo proporciona un conocimiento teórico del bien, sino también práctico; no se conforma con señalar el bien y el mal, sino que además prescribe o manda hacer el bien y prohíbe hacer el mal.
  1. La sindéresis puede juzgar y mandar el bien porque conoce de modo natural y habitual los fines virtuosos que la persona debe perseguir y, por tanto, los primeros principios de la ley moral natural. Es un hábito natural a nuestra mente. (…) No es un hábito adquirido como consecuencia de la repetición de actos: por eso, la existencia de este hábito no se ve amenazada por los actos posteriores, y gracias a eso siempre es posible la rectificación moral. Pero por ser un hábito, se puede usarse con libertad, es decir, podemos cumplir o no cumplir lo que preceptúa.
  1. Una consecuencia de lo anterior es que la sindéresis es una luz inextinguible: permanece siempre en el hombre, aunque éste puede oscurecerla a fuerza de no seguir sus indicaciones. En este sentido, la sindéresis representa un punto de esperanza, porque siempre está ahí para hacer oír su voz a quien quiere encaminar su vida moral.

 

  1. Otra consecuencia de su carácter natural es que no yerra nunca. Los errores morales no se deben a la sindéresis, sino a otras causas. La sindéresis señala siempre y a todos los hombres el verdadero bien.

  1. La sindéresis es la versión práctica de la sabiduría: activa a la voluntad y encamina a la razón para que busque los bienes auténticos y, en último término, el Bien Absoluto.

  1. El comienzo de la vida moral

La vida moral puede nacer y desarrollarse porque gracias a la sindéresis, de modo natural, conocemos el bien y el mal, y no solo lo conocemos, sino que nos sentimos llamados a amar el primero y a evitar el segundo: el bien conocido no es algo que está ahí, sin más, ante lo que puedo permanecer indiferente, sino que me interpela, me exige una respuesta personal.

La sindéresis, por tanto, preceptúa a la persona que busque y realice el bien verdadero, y, de este modo, constituye el arranque de toda la vida moral (que tiene también otros supuestos, como la voluntas ut natura o tendencia natural de la voluntad al bien).

 

La sindéresis es el origen del deber moral, que no es otra cosa que el bien en cuanto mandado por la sindéresis. La sindéresis manda hacer el bien porque es un bien: el deber moral se funda en el bien que es propuesto como debido por la sindéresis. Por tanto, lo que mueve al deber es el bien. No se puede decir, en cambio, que lo que mueve al bien es el deber, pues lo primero en la intelección es el bien. Una consecuencia de esto es que todo el bien en su conjunto (alcanzar la perfección) es un deber para el hombre. No tiene sentido, por tanto, dividir la vida moral en dos niveles, el de lo debido (como un primer nivel obligatorio para todos) y el de lo perfecto (un nivel superior para los que “libremente” quieran aspirar a la perfección moral).

La orientación natural hacia el bien, que la sindéresis proporciona, no significa que el hombre no sea libre. La sindéresis no basta para determinar la conducta en una dirección; el hombre puede actuar en contra de lo que ella le señala.

Precisamente, ante el bien que me interpela como algo que debo hacer, adquiero conciencia de mi libertad, porque me doy cuenta de que depende de mí hacerlo o no. A la vez, experimento que mi libertad no es absoluta, porque el bien me reclama de modo absoluto, sin condiciones. Mi respuesta es libre, pero mi respuesta libre es la respuesta a una llamada absoluta, es un deber.

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