Calidad Educacional

Calidad educativa o calidad humana

Luz Célida Marulanda

(Responsable de la Red Pedagógica del Área de Educación y Desarrollo Integral Popular.)

En esta época, todos hablan de calidad: Calidad de productos, calidad de procesos, calidad de servicios, calidad de sistemas.....muy poca gente habla de calidad humana, calidad de vida. Sin embargo, todos y todas sabemos que, sin ella, lo demás es apariencia, no tiene fundamento, es agua que se va por el agujero de un cántaro viejo.

Digámoslo sin tardanza: la calidad humana constituye la finalidad primera y última de la educación; una educación que no pretende formar personas cuyo único afán sea el tener más, sino el ser más. Por una sencilla razón: las personas son más importantes y mejores que las cosas. Y la educación alcanza su más profundo sentido, cuando no se limita a trasmitir conocimientos sino que ayuda a descubrir la bella complejidad de la persona humana y de sus anhelos más sublimes.

No podemos admitir ni llamar educación, a aquello que no cambie desde dentro, desde la raíz del ser; o que no afecte de lleno el modo en que vive la persona, el fin que aspira, la forma en que actúa. Ese cambio no es una intromisión artificiosa; por el contrario, es un delicado y gentil cultivo de lo que cada persona lleva dentro de si, de aquello a lo que está llamado a ser.

Quiero recordar una conocida Fábula de caballeros medievales, que nos puede servir muy bien para reflexionar el tema de la calidad educativa:

El caballero medieval llegó a una amplia explanada en medio del bosque. Allí, numerosos obreros trabajaban en una gran construcción. -¿Qué hacéis? pregunto a uno de los obreros.

-“Poniendo piedras, mi Señor” contestó el humilde hombre.

El Caballero se alejo un poco y vio a otro hombre subido a los altos andamios de la construcción, untando argamasa sobre las piedras. El caballero volvió a preguntar:

-“ Que hacéis?”

- “Ganarme el pan, su señoría” respondió a gritos. Y así, en el mismo estilo, preguntó a cuanto hombre trabajaba en la enorme obra. Finalmente, guiado por su cabalgadura

se acercó a los cimientos del edificio, donde cientos de obreros se esforzaban por equilibrar enormes columnas de piedra. Volvió a repetir su pregunta y esta vez

le contestaron:

- “Señor, estamos construyendo una Catedral”

Vista la realidad, desde fuera de ella, como un mero observador, todas las personas parecían estar haciendo el mismo trabajo; sin embargo, el valor de lo que hacían era muy distinto, porque sus fines también lo eran. Poner piedras, unas sobre otras, o ganarse el pan, es muy necesario; pero puede verse como muy ingrato y aburrido. En cambio, quien está construyendo una Catedral, participa de la grandeza de ese objetivo, pese a la humildad de su propia aportación; en consecuencia, es el fin y no la mera actividad, lo que otorga sentido y valor a lo que se hace.

Como maestros y maestras, no es una catedral de piedra la que estamos construyendo, sino una Catedral Humana; la noble finalidad de este empeño nos llama a dar lo mejor de nosotros mismos.

Hablar de Calidad Educativa, supone una elección: o nos damos del todo…o no nos damos. No hay ideales neutros, tibios. Por ello, la Educación Popular depende del concepto que tengamos del ser humano; depende del respeto que tengamos al grupo que está en nuestras manos. Esta tarea es de suyo de gran humanismo y, para poder cultivar esta cualidad, hay que ser humanos, profundamente humanos; cultivar con esmero los potenciales ocultos, los propios y aquellos de los alumnos. Para poder orientar a otros, es preciso saber para donde vamos; solo quien conozca qué hay dentro del hombre, puede orientar y desarrollar rectamente sus facultades hacia un fin adecuado; quien no sepa o no tenga en cuenta el milagro que se le ha confiado, no podrá ofrecer una educación de calidad humana.

No lo olvidemos: la tarea educativa alcanza su más profundo sentido cuando no se limita a cultivar capacidades o técnicas, sino que ayuda a descubrir su más recto empleo; porque

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