Ad portas de un cambio paradigmatico
Sebastian123GTarea8 de Abril de 2016
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AD PORTAS DE UN CAMBIO PARADIGMATICO……..
Referirnos al “Suicidio” evoca en cada uno de nosotros, toda una suerte de interpretaciones, imaginarios, creencias y representaciones construidas en los escenarios sociales en los que nos movemos, pero sin duda, sin importar ese contexto, surgen también incertidumbres y cuestionamientos alrededor del por qué una persona navega en el mundo de las ideaciones suicidas, “comete” el intento de suicidio y/o lo cristaliza. Son esos significados que los seres humanos construimos para poder comprender lo que ocurre en nosotros mismos y en nuestro alrededor, siendo esta una manera particular de ver el mundo, los sucesos que acontecen, las acciones de los demás y las propias. Esta forma de representación es singular en cada persona y le permite generar interpretaciones de la realidad como verdad, lo que debe ser y hacer. Este marco es el sistema de creencias que sustenta el accionar y el existir de un ser humano en el mundo.
Las creencias “Son un conjunto de supuestos o premisas habituales que se hallan implícitas en las relaciones entre las personas y su entorno, y que pueden ser verdaderas o falsas......... premisas que rigen la adaptación o des-adaptación al medio físico y humano”. Gregory Bateson, citado por Castañeda y Figueroa 2002. Son entonces, argumentaciones que cada individuo crea desde una condición autopoiética para poder relacionarse en su medio social, convirtiéndose en una cualidad esencial de los seres vivos, donde esas creencias son las reglas que se han construido en su experiencia y serán los marcos referenciales a partir de los cuales se percibe el mundo como estructura cognitiva, única para cada persona haciendo que de ésta manera se vuelvan comprensibles en cada uno de nosotros, los modos de significar y actuar.
Es entonces en ese ir y venir que negociamos la manera en cómo decidimos mantener las reglas de un contexto, en cómo las vivimos, las incorporamos y las perpetuamos.
Desde muchas disciplinas el fenómeno del “suicidio” se ha enmarcado en lecturas que han tratado de dar soluciones tanto para ayudar a las familias que han sido “víctimas” de que un ser querido haya optado por no vivir, como también para darle respuesta a la necesidad imperativa de preservar la vida a través del diseño de programas que apunten a la prevención o a la intervención individual de personas deprimidas que pueden acercarse al lindero de la muerte.
La psicología no se escapa a la invitación que como ciencia social le hacen la sociedad, los diferentes estamentos comprometidos con la comprensión del fenómeno del suicidio, las ciudades, los barrios, las familias; invitación en sobre de oro a construir aproximaciones que de alguna manera demuestren visiblemente la disminución de las tasas de frecuencia de intentos de suicidio en zonas particulares del país, dejándola como una disciplina atrapada en las redes de un control que no alcanza a retomar la complejidad de dicho fenómeno.
Mientras escribo estas letras pienso en el título de este texto, un título que me permita abrir puertas a otras interpretaciones alrededor del suicidio, para usted el lector. Revisar el otro polo, ese relacional en el que construimos formas insospechadas de vivir y/o morir, como emergencia de un contexto social disfuncional, inmerso en la ecología social - familiar en la que sin duda se encuentra el problema y la solución invisible.
“LAS PARADOJAS DE LA PAUTA SUICIDA”
En nuestra cotidianidad, y desde lo más simple, construimos muchas paradojas entendidas estas como el resultado de la comunicación en la que se incluye dos mensajes que se califican mutuamente de manera conflictiva. Es decir, enviamos toda una suerte de mensajes a través de la información que transmitimos, pero desde la comunicación analógica (posturas corporales, gestos, emociones, tonos de la voz) enviamos mensajes contrarios que intentan anular la comunicación primera. Es en realidad en la segunda comunicación que se establecen los vínculos relacionales entre seres humanos, dando como resultado fenómenos que no esperamos que pasen, pero que sin darnos cuenta los concertamos con el otro. Diría entonces que cuando hablamos de muerte inevitablemente debemos referirnos a la vida, y viceversa, y es en esta dialogisidad que construimos la magna “paradoja del suicidio”, vive pero muere en el intento.
Las pautas, por su parte, son consensos comunicacionales entre individuos que se coordinan en secuencias emocionales, afectivas, conductuales y que determinan de manera circular las retroacciones repetitivas de las interacciones. Dicho en otras palabras y partiendo del axioma de que “es imposible no comunicar”, permanentemente a través de la comunicación estamos construyendo acuerdos, pactos explícitos e implícitos con los otros y con nosotros mismos y que se ven reflejados en el tipo de contextos relacionales que tejemos. Tanto las pautas como las paradojas se construyen con sutileza en los intercambios de los miembros de un sistema relacional.
Como título de este texto la pretensión es centrarme en las grandes paradojas de la vida que construyen la necesidad de la muerte. Pensar que un fenómeno tan complejo como el “suicidio” pueda seguirse entendiendo al interior de la familia y del contexto inmediato, como un problema intrapsíquico, como una conducta, como un acto desencadenado por factores llamados de riesgo y no como un dilema de las relaciones disfuncionales de los mismos, hace que no se involucren como gestores de cambio, sino como espectadores del cambio del suicida al deseo de querer vivir. “Existe una continua interacción dinámica entre los factores biológicos que determinan la vida del ser humano y el medio social dentro del cual interactúa y que el conflicto interpersonal precede al conflicto intrapsíquico, que no es sino el resultado de conflictos interpersonales interiorizados”. Ackerman.
Existe toda una suerte de factores coadyuvantes que llevan a un niño (a), adolescente, adulto, adulto mayor a tomar la decisión de quitarse la vida, pero sin duda la investigación desde la Psicología Sistémica apunta a desvelar la dinámica relacional de cada familia entendida como un sistema y de los subsistemas que le dan vida. Al hablar entonces de “pauta suicida” me refiero a las secuencias comunicacionales que establecen las parejas conyugales, las relaciones entre padres e hijos, las relaciones filiales y los vínculos con las familias extensas inmensas todas ellas en un macrocontexto social – cultural.
Numerosas investigaciones en la terapia familiar nos remiten a estos aspectos. Joseph Teicher y Jerry Jacobs mencionan que los adolescentes suicidas establecen relaciones débiles con sus padres enmarcadas en conflictos familiares que no permiten su crecimiento, ni el fortalecimiento de herramientas para afrontar los avatares de la vida. Christopher Williams y Cristina Lyons presentan una reseña en la que apuntan que los adolescentes suicidas viven en familias nucleares desorganizadas. Mattsson, Seese y Hawkins anotan además que los adolescentes suicidas experimentan las relaciones con sus padres cargadas de resentimientos, peleas y abandono emocional. Mara Selvini Palazzoli y cols. utilizando la expresión “juego” como una metáfora, nos hace pensar que toda interacción humana se encuentra enmarcada en la necesidad de los jugadores de establecer acuerdos, reglas, límites, jerarquías, alianzas, coaliciones, que nos vuelven expertos en la manera de jugar con otros para crear las mismas historias. Castañeda y Figueroa le dan relevancia al tejido del afecto, ese que induce al establecimiento de vínculos, que se van a conservar toda la vida, siendo una relación complementaria, vínculos que se afectan desde un contexto relacional. La mayor parte de las emociones surgen alrededor de la formación, el mantenimiento, la modificación y la renovación del apego, objetivo particular para mantener el vínculo afectivo experimentando el mundo emocional. El afecto es el núcleo constituyente del sí mismo. Se entiende que la existencia y la universalidad de los afectos se generan por la evaluación automática de las situaciones en la relación con las necesidades que se apoyan en el mundo emocional, ese que es desconocido por las personas significativas del futuro suicida.
Partiendo entonces de estas argumentaciones, resulta utópico e inocente encasillar el fenómeno complejo del suicidio en simples características particulares de aquellas personas que lo ven como una opción de muerte para la vida o considerar que el alcoholismo, la toxicodependiencia, la violencia son factores de riesgo, dado que desde la perspectiva ecosistémica estos fenómenos son comprendidos también como pautas nacidas en la comunicación disfuncional y que resultan tan complejas como el mismo fenómeno del suicidio.
Al encontrarse la persona en transición suicida en este tipo de contextos relacionales, en una situación de comunicación paradójica permanente provoca la total desorientación y conlleva a la disolución del sí mismo. Ha agotado sus recursos, ha intentado repetidamente y manera fallida otros caminos para salir del malestar y mover los equilibrios actuales de sus familias, pero al final, parece que la única solución es quitarse la vida.
Cuáles son entonces esos patrones familiares comunicacionales desde las relaciones, como secuencias frecuentes que aprisionan al futuro suicida?
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