Fase De Ensayo Didactico
nathaDelaRosa17 de Julio de 2013
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Según Herrera (1994), existe un elemento común en las escuelas que mejoran su gestión y es la existencia de una identidad institucional sólida, compartida por todos los miembros de la comunidad escolar, expresada en un proyecto, implícito o explicito que les confiere una guía a desarrollar en las acciones escolares. A la vez permite la flexibilización de las escuelas en cuanto a la concepción de sus relaciones con la comunidad, el desarrollo del currículo y el rescate de la memoria histórica y del acervo cultural, como marco de interacción necesario para acercar a la escuela con su entorno, donde tiene lugar una confluencia de saberes que potencian a la organización escolar y abre espacios de integración con la comunidad.
De tal forma, que los proyectos llámense éstos de cualquiera manera: Proyecto Escuela (PE), Proyecto Pedagógico de Plantel (PPP), Proyecto de Centro (PC), Proyecto Educativo Institucional (PEI), Proyecto Educativo Local (PEL), Proyecto Pedagógico Comunitario (PPC), Proyecto Comunitario (PC), Proyecto Pedagógico de Aula (PPA), Proyecto de Grado (PG), no podrían ser posible si existe una escuela que no flexibilice su visión acerca del contexto donde está ubicada, sin noción alguna del origen de la gente que convive en el espacio geográfico donde se dinamiza la acción escolar, desconociendo la carga cultural que poseen y desarrollan en la convivencia diaria y del papel de la escuela para fortalecer esa intervención valorando el aporte que la comunidad le entrega.
Así, la comunidad y el Estado le proporcionan los insumos para su acción y la escuela cumple un proceso de transformación con un sistema organizativo (ver figura 4), que posee una visión y misión clara, innovadora, una gerencia moderna, unos roles y una estructura organizacional bien definida y una experticia ajustada a la realidad que considera el entorno que la rodea.
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Figura 4: Sistema Organizativo EscolarFuente: Elaborado por la autora: Estanga, C. con base a Alvarado, 2000.
Alvarado,(2000), expresa que la escuela actuando de cara a la comunidad, estaría en el deber de transformar lo que ésta le provee, fortaleciendo el liderazgo, diferenciando que el enfoque a utilizar dentro de sus espacios, es el pedagógico y hacia afuera, el andragógico, para generar acciones de participación y acercamiento con la diversidad de actores claves, quienes en un proceso de comunicación abierta desarrollarán procesos de identificación con la escuela y hacer de ésta un centro del quehacer comunitario. Así está planteado en el Proyecto Educativo Nacional (PEN, 1999):
La educación que queremos como proceso integral y permanente tiene un espacio de concreción: la escuela. Pero no como la institución escolar que conocemos, sino como la escuela comunitaria donde se materializa la prefiguración de la nueva sociedad en construcción (p.39).
Esta caracterización de la escuela como comunitaria promueve el desempeño del docente de manera constructiva hacia el alumno -representante-comunidad y ambiente local a través de la ejecución de proyectos que se convierten en procesos de gestión participativa en los que los docentes forman parte de un equipo que se informa, se forma y toma decisiones acerca de la administración pedagógica y de interacción de la escuela.
Es decir, el docente se convierte en un sujeto reflexivo que expresa sus acciones de manera ética, que inducen a la crítica de su desempeño al compartir ideas, aceptar divergencias y aprender de su propia acción. Al respecto Pérez (2001), plantea que la escuela más que ofrecer información, debe provocar su reconstrucción crítica, su propia y permanente transformación.
Esta transformación se manifiesta en un proceso de revisión y selección de los contenidos que se desarrollan en el aula, en el cambio de las estrategias tradicionalmente utilizadas en las reuniones de padres y representantes, y de los contenidos de los actos culturales y recreativos, por la organización y formación de núcleos sistemáticos representados en organizaciones no gubernamentales, cooperativas, comunidades cristianas, voluntariados de padres y madres o jóvenes entre otros y paulatinamente la escuela se convierte en un centro comunitario de producción cultural y organización de la comunidad, tal como lo expresa el autor citado.
Esto implica la democratización en las acciones de la escuela, porque el resultado de la educación democrática se deriva de educar en democracia y a la escuela le corresponde la función de construir identidad social e individual: construir ciudadanía.
En relación a la construcción de la ciudadanía Fe y Alegría (2001), explica la construcción de la ciudadanía como"el proceso de ser personas, de afirmarnos como seres humanos íntegros" (p.32). Esto debe ser comprendido como el proceso de constitución de la igualdad entre las personas, de sentido de pertenencia a la misma comunidad política donde deben existir instituciones que garanticen los derechos de los ciudadanos y espacios públicos donde puedan ejercer esos derechos.
Así, la escuela como vínculo entre lo político y lo pedagógico, asume la participación como elemento clave de sus acciones plasmadas en los proyectos pedagógicos comunitarios y se convierte a través de éstas en constructora de ciudadanía.
En este sentido, los Proyectos Pedagógicos Comunitarios, según Herrera y otros (1994), pretenden:
1. Producir niveles de autonomía responsable de la dirección de los planteles y de las escuelas como equipo de profesionales al servicio del aprendizaje de los niños.
2. Reforzar la gestión pedagógica de las escuelas, fomentando la producción de diagnósticos y de soluciones propias y adecuadas a la diversidad.
3. Invertir la dirección de los flujos institucionales del sistema educativo y horizontalizar la relación entre los actores e instancias del Ministerio de Educación o de los entes centralizados.
4. Lograr que la escuela produzca actores de cambios sociales y actores críticos que la conviertan a ella misma en una institución responsable de la producción de la sociedad.
2. El Docente como Autor
Tradicionalmente la escuela preparaba para la integración social, ofrecía información, conocimientos, valores, actitudes que se corresponden con el desempeño de roles sociales jerarquizados. Con el desarrollo industrial y económico se ha suscitado un cambio en la actuación personal del ser humano para adaptarse, no sólo por la competencia técnica, sino que intrínsecamente las motivaciones de los ciudadanos demandan una atención más individualizada. De tal forma que esta función de integración social de la escuela para reproducir y mantener el status quo, debe redefinirse.
Según Tedesco (1998), es necesario un cambio de actitud de la familia y de los diferentes actores que intervienen en la formación de los niños y niñas para la promoción e integración social sobre la base del consenso que permita incorporar estrategias que faciliten la sistematización en la formación de la personalidad (solidaridad, pensamiento creativo, capacidad de resolver problemas, capacidad para el trabajo en equipo, entre otras) que no se logran con el sólo hecho de adquirir informaciones y conocimientos. Esto significa, que la escuela deberá tender a asumir característica de una institución de socialización. Podría definir su espacio en el ámbito de lo público, es decir de lo global y lo universal, promover el vínculo entre los diferentes actores, la discusión, el diálogo y el intercambio.
En este nuevo papel, la escuela debe definir cómo promover el deseo de saber frente a la sobre información circulante en la sociedad y cómo formar los marcos de referencia para procesar la información disponible. Desde el punto de vista del nuevo papel que debe desempeñar la escuela, se hace necesario que quien asuma el rol de formador, se asuma a sí mismo como sujeto de la producción del saber y tener pleno convencimiento que el acto de enseñar, no sólo es transferir conocimiento, sino ofrecer al educando la posibilidad de la elaboración de alternativas.
Es decir, el rol del docente se amplía y su participación en el juego social de las instituciones que es como se entiende la combinación de esfuerzos individuales, debe ser adaptada hasta donde lo reclamen los principios del desarrollo.
De tal manera, el espacio institucional se concibe como un espacio donde se redefinan claramente los canales formales útiles a la difusión, sin desconocer los informales. Pero, no sólo clarificar los procesos comunicacionales sino también abrir la escuela a toda la comunidad. Es preciso desarrollar acciones que transmitan una cultura participativa, cuyo eje sean las actitudes y valores como contenidos esenciales. Una pedagogía participativa que desde la gestión, contribuya a definir el carácter del espacio institucional.
Freire (1997), expresa: enseñar exige respeto a los saberes de los educandos y por eso mismo impone al profesor y a la escuela, el deber de respetar no sólo a los saberes socialmente construidos en la práctica comunitaria, sino también la razón de ser de esos saberes en relación con los contenidos. El mismo autor plantea que un educador problematizador es un ser democrático, quien no puede negarse el deber de estimular la capacidad crítica del educando, su curiosidad y su insumisión.
Un educador autor es un docente que interpreta el libreto educativo y reflexiona sobre el mismo, hace ajustes y adaptaciones de acuerdo al contexto donde se desenvuelve, confrontando la teoría con las situaciones principales que se gestan en el espacio escolar y
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