ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Dolor En La Escuela


Enviado por   •  1 de Junio de 2013  •  11.395 Palabras (46 Páginas)  •  282 Visitas

Página 1 de 46

DIPLOMATURA SUPERIOR EN ANÁLISIS Y PRÁCTICA DOCENTE CONTEMPORÁNEA

El dolor en la escuela

El Sonido de la Selva

Hace muchos, muchos años, en el siglo III D.C., ul rey envió al templo a su hijo, el príncipe, a estudiar con el gran Maestro de la corte. Como el príncipe iba a suceder a su padre en el trono, el gran Maestro debía enseñar al joven los principios básicos para ser un buen gobernante. Cuando el príncipe llegó al templo, el maestro lo envió solo a la selva del reino. Después de un año el príncipe debería regresar y describir el sonido de la selva.

Cuando el príncipe regresó, el gran Maestro le pidió que describiera todo lo que había escuchado. “ --Maestro, -respondió el príncipe- pude escuchar a los pájaros cantar, a las hojas crujir, a los colibríes gorjear, a los grillos chirriar, a las abejas zumbar y al viento susurrar y gritar.” Cuando el príncipe terminó, el maestro le dijo que se devolviera a la selva para que escuchara más y más puesto que había escuchado poco. El príncipe quedó desconcertado con la petición del maestro. ¿Acaso no había descubierto ya todos los sonidos? Día y noche sin descanso el joven príncipe se sentó en la selva a escuchar. Una mañana, mientras se encontraba silencioso entre los árboles, comenzó a identificar sonidos débiles diferentes a aquellos que había escuchado antes. Entre más los escuchaba, más claros eran. Un sentimiento de claridad lo envolvió. “Estos deben ser los sonidos que el maestro quiere que yo discierna”, pensó. Cuando el príncipe regresó al templo, el maestro le preguntó qué más había escuchado. “--Maestro”-- respondió el príncipe con reverencia--cuando escuché con más atención, pude oír lo inaudible, el sonido de las flores abriéndose, el sonido del sol calentando la tierra, y el sonido de la hierba bebiendo el rocío de la mañana.” El maestro asintió con aprobación: “Oír lo inaudible, - enfatizó el Maestro -, es una disciplina necesaria para ser un buen gobernante. Porque sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar los dolores que no se expresan y las quejas de las que no se habla, puede inspirar confianza en su gente, descubrir cuando algo está mal y satisfacer las verdaderas necesidades de sus ciudadanos. La destrucción de los estados se origina cuando los líderes sólo escuchan palabras superficiales y no penetran profundamente en las almas de su gente para escuchar sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos.”

CONSIDERACIONES GENERALES

Sin duda, no hay nadie que no haya experimentado alguna vez la soledad, el fracaso o la desilusión. Todos nos sentimos, a veces, aniquilados e incluso sabemos que somos objeto de burla, de desprecio o de dura crítica por parte de otras personas. ¿Cuántos conflictos se originan solamente debido a dificultades de comunicación, a problemas de entendimiento? Incluso, quienes viven en la felicidad más extrema, poseen riquezas y gozan de salud, también sufren. Sin embargo, del dolor ajeno se percatan sólo aquellos que poseen una cierta sensibilidad, que han desarrollado una cierta interioridad y son, por lo tanto, capaces de percibir las necesidades de sus semejantes.

Podemos suponer que, en el transcurso de su vida, cada uno de nosotros se ha visto, muchas veces y de maneras muy diversas, confrontado con el dolor. Si sabemos sobrellevarlo, él nos puede servir de impulso y estímulo. Pero, si ello no ocurre, el dolor nos carcome lenta e irremediablemente. Algunos realizan un viaje alrededor del mundo, otros se mudan de ciudad. ¡Pero no pueden huir del sufrimiento! Todo dolor negado retorna por la puerta trasera, permanece largo tiempo como una experiencia traumática y puede ser la causa de heridas perdurables. Un dolor oculto puede conducir, en ciertos casos, a que una persona se vuelva agria, obsesiva, medrosa, nerviosa o insensible, a que rechace la amistad, a que tenga pesadillas. Sin que uno lo quiera, tarde o temprano, reaparecen los recuerdos. Al final, muchos se dan cuenta de que tal vez, habría sido mejor, hacer frente directa y conscientemente a la experiencia del dolor. Para ello, con frecuencia es necesaria, la ayuda de un psicoterapeuta.

No se puede esquivar el dolor, no se le puede ignorar, pues forma parte de la vida. Si se intenta ignorarlo, se deja de lado la vida misma, porque el dolor es esencial al vivir humano. Incluso falta una de las condiciones de la verdadera amistad, porque entonces no se presenta un yo verdadero a la relación amistosa con otras personas. Entonces, somos protagonistas de una función de teatro, ofrecida tanto para nosotros mismos, como para los demás.

Quien reprime el dolor o huye de él, pierde la oportunidad de conocer la vida verdadera, la riqueza de la vida interior, con su profundidad insondable y con sus alturas luminosas. Algunas veces, cae en la superficialidad, en la cobardía o incluso en el vacío. Quien reprime el dolor, no es realista ni tampoco una persona de la cual se pueda decir que sabe vivir. Una vida bien vivida es algo que se decide no tanto en los momentos felices, sino más bien en las horas difíciles; no sólo en los días de fiesta, sino también en lo cotidiano, en lo ordinario, en lo corriente. Quien no es capaz, ni está dispuesto a aceptar el dolor, tampoco es capaz de aprender. Entonces, no puede ser formado en la "escuela del dolor", no puede ganar en profundidad interior, no puede encontrar la paz

A todos los docentes nos preocupa mucho el dolor de los alumnos y alumnas en la escuela y también el de algunos profesores y profesoras porque hay quien se empeña en no aprender y en que los otros no aprendan. Es decir, en hacer la vida imposible a los demás. Y porque hay familias que desautorizan y agreden a los docentes, sin darse cuentan que están alimentando un ser del que serán las primeras víctimas. nos duelen los profesores que sufren en la escuela. Pero, claro, los profesores son adultos y cobran por hacer su trabajo. Tienen en su mano poder. El poder de evaluar, el poder de mandar, el poder de saber, el poder de la experiencia, el poder de la institución. No es lo mismo.

Pero el dolor de los alumnos y de las alumnas, que empieza en los albores de la escolarización. Nos entristece el llanto de los niños pequeños cuando dicen de mil modos, agarrados a las piernas de su padre o de su madre:

- ¡No quiero ir a la escuela…! ¡Por favor, no me lleves!

Hay quien sufre porque se considera una nulidad, una persona incapaz de aprender. Por propio convencimiento o por sugerencia ajena han acabado concluyendo que “no valen para

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (70.3 Kb)  
Leer 45 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com