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Informe de Lectura - Psicoanálisis


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2018  •  Informes  •  2.595 Palabras (11 Páginas)  •  256 Visitas

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UNIVERSIDAD DE MORÓN

FACULTAD DE FILOSOFÍA, CS. DE LA EDUCACIÓN Y HUMANIDADES

CARRERA: Licenciatura en Psicología.

MATERIA: Psicoanálisis.

CÁTEDRA: María del Carmen Sánchez

Fornasier Romina.

 INFORME DE LECTURA: “EL HOMBRE POR LA BOCA MUERE”

Comisión de práctico: Lunes de 18 a 19 hs.

AÑO: 2011

ALUMNA: TAGLIAFERRO PAULA

MATRÍCULA N°: 4001-0882

E-MAIL: paula.tgl@hotmail.com

L

os actos fallidos, los sueños, el chiste, el olvido de nombres propios son transformaciones del inconsciente, lagunas del discurso inconsciente. Hay una frase que reza “El pez por la boca muere”. Se me ocurre parafrasear esto diciendo que el sujeto por la boca muere. ¿Y por qué esto? Porque los lapsus, las equivocaciones verbales, los olvidos de las palabras, son cortocircuitos del discurso por donde se filtra el deseo inconsciente. “El sujeto no sabe lo que dice o no dice lo que quiere decir, o cuando dice lo que quiere decir no sabe lo que está diciendo. No sabe que está diciendo algo que tiene que ver con la verdad en el momento mismo que se equivoca con las palabras, en el momento en que, y sin dejar de decir, no dice lo que quiere.” [1] Como expresa Lacan, el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El inconsciente se presenta así en la superficie del discurso. Así, la situación analítica es una relación donde median las palabras, y por intermedio de las fallas en la palabra, se escucha lo que el paciente no quiere decir. La teoría de Freud trata de mostrar las lagunas del discurso inconciente. La palabra traiciona.

Mi pregunta es ¿Por qué el lenguaje de los sueños nos traiciona? Trataré entonces, desde este lugar hacer un breve recorrido que nos permita pesquisar alguna respuesta. Consiguiente, ¿Qué son los sueños? O bien, ¿En qué consisten? Determinados pensamientos resultaron despertados por nuestra actividad mental del día. Durante la noche, estos pensamientos consiguen hallar una conexión con los deseos inconscientes,  que valga la aclaración, han estado siempre presentes desde la infancia en la vida anímica del soñante, pero por lo común han estado reprimidos y excluidos de la presencia consciente. Notamos así, que los pensamientos han experimentado una mudanza, es decir un disfraz, y así los pensamientos han conseguido investir la conciencia de manera que un fragmento de lo inconciente ha aflorado en ella, cosa que de ordinario le habría resultado imposible. “Aquí adopta entonces la desfiguración que ya se había iniciado por la transferencia a lo reciente. Se trata de un pensamiento reforzado por transferencia y desfigurado en su expresión por la censura”[2] Sabemos que un sueño es un acto psíquico. Pero además, el sueño tiene una fuerza impulsora. Se trata de un deseo por cumplir. Sucede que el pensamiento del durmiente se modificó en tanto sueño. Entonces, el contenido de nuestras representaciones no se piensa sino que se varían en imágenes sensibles y por ende se creen vivenciar. Y ahora bien, la fuerza impulsora del sueño nos es dada por nuestro sistema inconsciente.

El sueño es la vía regía del psicoanálisis ya que nos lleva al encuentro con un deseo que como tal, es inconciente, está oculto, latente. El método de la interpretación de los sueños rehúye a la interpretación universal de símbolos, dado que cada sueño remite a los significados personales inconscientes de un deseo, y que sólo puede descifrar el propio sujeto desplegando su cadena asociativa. Pero para hacer un recorrido más prolijo, primero remitámonos en primer lugar a la teoría de Ferdinand de Saussure, fundador de la lingüística. Así, Saussure insta en que la lengua es un sistema donde incurre un trabajo de articulación entre dos masas amorfas, la de las ideas confusas y la de los sonidos indiferenciados. De manera que “La unidad lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de dos términos. Los términos implicados en el signo lingüístico son ambos psíquicos y están unidos en nuestro cerebro por un vínculo de asociación.”[3] Lo que este signo une es entonces un concepto con una imagen acústica. Se trata de una relación entre significado y significante. Y esta relación es arbitraria y el mismo tomará su valor cuando esté en relación y en diferenciación con otros signos.

 Hete aquí el salto sustancial, que dará Lacan. De manera opuesta a las concepciones establecidas por Saussure, Lacan dice que un significante puede tener significados múltiples dependiendo del uso que el sujeto haga de la lengua. Por tanto, no hay un significante dado para un significado dado, sino que el significante es autónomo y será la cadena de significantes y su combinación, la que produzca un determinado sentido. La palabra es entendida como la materialidad del discurso, el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El inconciente es un lenguaje porque las palabras toman valor a partir del significante. (Y  el sueño trabaja con significantes.) Así, la lógica de Freud trabaja con una concepción de la palabra que no coincide con sus saberes habituales del lenguaje. La palabra no refiere a un objeto exterior a ella sino que hay eficacia en la palabra. La palabra dice más de lo que quiero decir. El descubrimiento del inconciente rompe con la definición nominalista del lenguaje. Se quiebra de esta manera la concepción del signo lingüístico. En el decir constantemente se construye un sentido. Y es esto, aquello que el analista interpretará. El sentido es producido en el decir, en el discurso. Es entonces más allá de esa palabra, en toda la estructura del lenguaje, lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente.

Retomando, “Lo que recordamos del sueño y sobre lo cual ejercemos nuestras artes interpretativas está, en primer lugar, mutilado por la infidelidad de nuestra memoria”[4] La verdad se juega en el detalle. La operación del psicoanálisis recorta como decisivo al detalle, porque en el detalle está la lógica. También debemos articular entonces, la censura psíquica. Ahora bien, aquella parte olvidada es en la mayoría de los casos la más importante y por ende fue la más sometida a la resistencia. La resistencia no nos permite hacer consciente contenidos reprimidos. Obra también la censura con la cual lo que resta se vuelve incoherente. Bajo la presión de la censura se ha producido un desplazamiento desde una asociación normal a otra que parece absurda. La censura además de determinar en el sueño qué es lo que emerge a la conciencia y qué no, tiene la propiedad de salvaguardar la salud porque si la censura falta, el sujeto se encuentra con lo siniestro, aquel nódulo patógeno para el cual el sujeto no tiene significación, aquello horroroso.

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