LA EDUCACIÓN A LO LARGO DE LA VIDA

La evolución vertiginosa de nuestro mundo impone una revisión permanente de los conocimientos, al mismo tiempo exigiendo la prolongación de la enseñanza básica y contemplando por su importancia vital, los aprendizajes fuera del entorno escolar que ofrece la sociedad a modo de educación no formal. Por todo esto ya podemos afirmar que el tiempo del aprendizaje abarca toda la vida, desde la infancia hasta la vejez.

Nos encontramos ante una realidad que responde en su mayor parte a un imperativo económico por el cual las empresas se dotan de personal formado en las aptitudes necesarias permanentemente, lo que supone un incremento en la competitividad. Sin embargo la educación para toda la vida puede ir más lejos, pues “debe dar a cada individuo la capacidad de dirigir su destino”, concediendo al ciudadano los medios para llevarlo a cabo ejercitando una ciudadanía activa. No obstante la educación básica tiene aquí una función importante, al ser capaz de suscitar el deseo de aprender de por vida, por lo que nos encontramos de nuevo con el problema de la alfabetización en los países en desarrollo, obstáculo de la formación permanente.

Cada persona debe formarse sobre los cuatro pilares abordados en el capítulo anterior, pero además, la educación a lo largo de la vida ha de poner más peso en las relaciones sociales, abarcando el ámbito cultural, laboral y cívico. Cada vez es más ineludible esta educación pluridimensional, pero ciertamente también se está haciendo más compleja, debido a la incipiente mundialización, de modo que hemos de preguntarnos cómo combinar en la educación lo universal y lo singular, la diversidad y lo específico.

En los últimos años es significativo el aumento de la demanda de educación de adultos, en sus múltiples formas, como en Suecia o Japón, donde se instruyen cerca del cincuenta por ciento. De todos modos, siempre hablaremos aquí de la situación de los países desarrollados, donde se dan condiciones como el alargamiento de vacaciones y jubilaciones, las medias jornadas, los contratos parciales, en definitiva, el aumento del tiempo libre, que favorecen la dedicación a tareas educativas o de formación en los adultos.

La familia, como primer núcleo educativo, transmisor de valores y normas, debe dialogar con los profesores para que educación escolar y familiar se complementen. Por otro lado, el trabajo necesita que se le reconozca su valor formador, también en el sistema educativo, estableciéndose puentes entre éste y la vida profesional, como ya se hace con convenios y asociaciones entre universidades y empresas. Conviene también cultivar la relación entre la escuela y organismos o instituciones más propiamente culturales como museos o bibliotecas, pero es quizá aún más urgente plantear el diálogo entre la educación y los medios de comunicación, generalmente distantes a planteamientos educativos, pero productores del material no formal más consumido por los alumnos, especialmente el producido en la televisión. La televisión y los medios pueden servir a la educación como otro instrumento; pero es responsabilidad del sistema educativo, en definitiva se trata de “evitar por todos los medio aislar la educación del entorno social” pues la sociedad misma educa permanentemente y no podemos permanecer ajenos a ella.

Tanto el saber teórico como el práctico, tanto el saber ser como el saber convivir, así como todas las demás modalidades de educación existentes, aunque haya ocasiones en las que unas sean más prioritarias que otras, han de tener la capacidad de complementarse. Por eso hemos de establecer sinergias y dinámicas entre todos esos aspectos así como entre las instituciones regladas y los organismos no formales, asumiendo todos su responsabilidad en la educación.

ORIENTACIONES

DE LA EDUCACIÓN BÁSICA A LA UNIVERSIDAD

Conscientes de lo explicado en el capítulo anterior hemos de dar su importancia no obstante a la educación formal, pues “es en los sistemas educativos donde se forjan las capacidades y las aptitudes que permitirán

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