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UNIVERSIDAD PEDAGOGICA


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2012  •  11.870 Palabras (48 Páginas)  •  453 Visitas

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ciudadanía: retos actuales

Antonio Bolívar (Universidad de Granada)

Presentación

“Lo que hace que las escuelas sean públicas no es tanto que las escuelas tengan objetivos comunes como que los tengan sus alumnos. La razón para ello estriba en que la educación pública no sirve a un público, sino que lo crea” (Neil Postmann: El fin de la educación, 1999, 30).

La escuela pública tiene graves retos planteados, no sólo por las políticas privatizadoras de los gobiernos conservadores, sino que el mal, más profundo, radica en la propia subjetividad de los ciudadanos, ahora ya convertidos en clientes. Por eso, se precisa su defensa y la revitalización de los ideales y valores que la inspiraron, debidamente adecuados a nuestros nuevos contextos y realidades sociales de nuestra coyuntura tardo-moderna, como es la respuesta ante la creciente multiculturalidad. De ahí, considero, la oportunidad de estas Jornadas.

Nuestro problema, no sólo práctico sino teórico, es que ya valen las respuestas (incluso progresistas) del pasado. Conjugar el reconocimiento diferenciado de las culturas (y diversidad individual) con la cultura común amenaza al proyecto del XIX de escuela pública. En Francia, donde el debate social ha sido profundo (dimisión del ministro de educación Claude Allègre, huelgas generales, debate nacional sobre el porvenir de la escuela), por el cuestionamiento que podría suponer de la escuela republicana, se ha planteado como el reto de “construir una secundaria para todos que sea al mismo tiempo para cada uno”, lo que supone conciliar un núcleo de enseñanzas comunes con dispositivos de diversificación individualizados. Mientras tanto, añorar el viejo modelo escolar, como en gran medida hace nuestra Ley de Calidad, no es una salida justificable social y educativamente. Es, más bien, un modo de distraernos de los verdaderos problemas.

La educación pública se configuró como la institución necesaria para la formación e identidad de la ciudadanía. Los valores que inspiraron dicho proyecto se han visto seriamente cuestionados en las últimas décadas (identidades propias frente a valores comunes, autonomía para diferenciar la oferta, neoliberalismo de mercado educativo). En especial, se analizarán los retos actuales que –tanto desde las tendencias neoliberales como multiculturales– se ciernen sobre el proyecto moderno de una educación común. De acuerdo con una lógica cívica, la vida en sociedad no es posible a menos que existan un conjunto de conocimientos, destrezas y valores compartidos por los ciudadanos. Como dice Postmann en el texto inicial, polemizando contra determinadas posiciones multiculturalistas, la misión esencial de la escuela pública es crear un público que comparta valores comunes, por encima de sus particularidades. La escuela, al educar en los mismos valores, tenía como misión la integración y socialización política de los ciudadanos, lejos de sus contextos locales, étnicos o familiares.

Si las grandes narrativas que daban identidad al proyecto educativo de la modernidad y las bases ideológicas que lo sustentaban han sufrido un claro debilitamiento, por lo que precisan una reformulación, continúa vigente la misión de educación para la ciudadanía (aprender a vivir en común). Se analizará los valores que identifican a la escuela pública (igualdad, participación, educación democrática, laica, integración de los ciudadanos) y se formularán algunas de las líneas principales que han de configurar hoy la educación de la ciudadanía, en un contexto crecientemente multicultural. En este sentido, voy a defender que una “educación de la ciudadanía” reformulada, puede servir para estos propósitos, al tiempo que para seguir dando vigencia –como base de referencia común– a la escuela pública.

Si el proyecto moderno fue subordinar la cultura individual a lo colectivo (por ejemplo, a través de la moral cívica de la escuela), donde las identidades y creencias individuales quedan relegadas al ámbito privado, antes de entrar en la escuela, es evidente que ya no se puede plantear así. Si bien los análisis críticos y poscríticos pusieron de manifiesto que dicha lógica (no neutral en la práctica) se subordinaba a la reproducción de la cultura dominante, también, como entrevió bien –entre otros– Durkheim, sin cohesión social no cabe sociedad. Hoy otras lógicas resitúan a la escuela en una variedad de mundos: lógica multicultural, mercantil o industrial de eficacia (Derouet, 2000). Si lo individual tiene que transformarse en colectivo, y sin esto no hay acción educativa, actualmente sólo se puede hacer a través del reconocimiento de las diferencias. Será objeto de nuestra discusión si dicho reconocimiento ha de entenderse desde el pluralismo identitario (tradición europea del currículum común como espacio de identidad) o desde la reafirmación de cada cultura en currículos diferenciados (multiculturalismo posmoderno americano).

La escuela pública no puede ya hoy pretender dejar fuera las culturas de sus alumnos, como proponía Durkheim (1902), éstas tienen que entrar dentro de la propia institución, reconociendo la identidad como un derecho, pero defendiendo en la acción educativa la creación de una ciudadanía, como ámbito de participación común y solidaridad. Sin cultura pública común no hay educación para la ciudadanía y se esfuma el sentido mismo de escuela pública. El asunto es qué haya de constituir dicha “cultura”, de forma que no niegue las identidades culturales primarias ni queden relegadas al espacio privado, pero tampoco que su reafirmación impida dicha cultura común.

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Tanto política como socialmente, con discursos y prácticas diversas, se está produciendo un cambio conceptual del papel de la educación pública, dando lugar a una cierta reconversión de los sistemas escolares y del ejercicio de la profesión docente. Hemos acabado el siglo XX un tanto desengañados de las grandes metanarrativas que daban identidad al proyecto educativo de la modernidad, o al menos con un debilitamiento de las bases ideológicas que lo sustentaban; y lo peor es que tampoco hay grandes alternativas de lo que deba ser en el futuro, si no es –por lo pronto– la necesidad de oponerse a los renovados discursos de la calidad, procedentes de la ofensiva neoliberal, que substraen la educación de la esfera pública moderna para situarlo como un bien de consumo privado.

No es suficiente denunciar el neoliberalismo escolar, tampoco lleva

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