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LA PRACTICA DOCENTE


Enviado por   •  26 de Febrero de 2014  •  2.216 Palabras (9 Páginas)  •  218 Visitas

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ARTÍCULO

LA PRACTICA DOCENTE Y SU SENTIDO EN EL OTRO

Presentado por:

César Manuel González Pinto.

Materia: Seminario de Investigación Cuantitativa

Asesor : Dr. Mariano Jordán Domínguez Gómez

Segundo Cuatrimestre

Sesiones: viernes de 17 a 21 Hrs.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, febrero del 2013

LA PRACTICA DOCENTE Y SU SENTIDO EN EL OTRO

Este trabajo tiene relación con el libro “En que Creen los que no Creen” de Humberto Eco y Carlo María Ponti que si bien aborda una temática de carácter religioso, toca, en su primera parte un análisis muy interesante acerca de la otredad; también está vinculado, en cierto modo, con “El hombre en Busca del Sentido” de Víctor Franck porque aunque relata la dura experiencia del autor en los campos de concentración nazi, esta obra es un claro testimonio de la lucha del individuo por aferrarse a su ser, a su propia existencia, que, aunque esta sea negada de la forma más atroz de la que uno se pueda imaginar, siempre habrán sobrados motivos por aferrarse al ser para trascender y dejar testimonio vivo de que en la lucha por la esencia humana también se ilumina a los otros; desde luego que se deja sentir el pensamiento del Giles Lipovetsky quien aborda desde la “Era del Vacío” un análisis del individualismo que permea nuestro tiempo, revelándonos la conmoción del ser posmoderno, el que para existir debe estar aferrado al consumo constante que convierte en nada los objetos, los conocimientos y las expresiones culturales que de ellos se derivan; también se dejan sentir orientaciones sobre el artículo “la ética del Arte en el Tiempo del Otro que no Existe” de Johnny Gavlovsky porque como se ahí se afirma tras la caída del otro está la implantación de una existencia que ya no es la suya.

Eco al escribir “es el otro, su mirada la que no define y nos forma” (Eco, 1997) halla respuesta en la afirmación de Lacan -citado por Gavlovski- , quien establece que “somos seres mirados por el espectáculo del mundo,… que nos cerca, y que nos convierte en primer lugar en seres mirados, pero sin que nos lo muestren” … porque… lo que importa es que quienes sostienen las economías e ideologías globales es que no se exista, porque al negar la existencia del otro, al borrarle la capacidad de análisis, de reflexión y de elección se ha de mostrar el camino, a través de la seducción de todos los medios de consumo imaginables, que conduce hacia la aniquilación de nuestro ser para que los únicos que existan sean ellos. Vivimos en tiempos donde “lo simbólico se consagra a la imagen donde el amo moderno se funde con el poder capitalista en una sociedad que al camuflar el vacío produce una cadena interminable de objetos del deseo” (Gavlovsky, 2005), esto aniquila el entendimiento convirtiéndonos en seres despojados con motivaciones encaminadas a un goce cada vez más adictivo e inalcanzable, es en ese vacío de voluntad donde se implanta hábilmente el doble para que dirija y manipule a quien ya no existe hacia donde sus intereses lo deseen. Dentro de este complicado contexto si un docente no establece puentes críticos entre lo que sabe, lo que sabe un alumno, lo que deberían saber ambos, lo que exige la época actual y lo que como individuos debemos construir con nuestros conocimientos, creencias, actitudes, habilidades y valores estaremos entregándonos al otro para seamos lo que él quiera.

En la sociedad, en las escuelas, en las aulas, en los docentes, en los alumnos la indiferencia crece dirigiendo nuestros actos hacia lo que quieren los grandes manipuladores de nuestras conciencias; así, nos perdemos en la desinformación, en el consumo, en la velocidad en la que nos movemos para satisfacer las necesidades creadas, en digerir de manera ligera la formación intelectual. La búsqueda del sentido de vivir, el de nuestras acciones, la del desarrollo del pensamiento, la capacidad de transformarse, esa que nos permite conducirnos con el sentido de la moralidad que se apega al cultivo del espíritu y el desarrollo humano ha sido congelada por nuestras inercias. El prestigio y la autoridad en el quehacer del docente están diluidas; la enseñanza se encuentra con una barrera que nos está cubriendo con un oscuro manto donde crece la apatía, ese justificado desinterés en nuestros niños y jóvenes, provocado por saberes anquilosados que aún sostienen nuestras prácticas escolares; todo esto nos conduce a afirmar sin temor a equivocarnos que “la propia necesidad del sentido ha sido barrida y la existencia indiferente puede desplegarse sin patetismo ni abismo, sin aspiraciones a nuevas tablas de valores” (Lipovetsky, 2002); valores que son la antítesis de un quehacer dirigido a la transformación dialéctica de uno mismo y los demás.

Perder el sentido de lo que hacemos y convertir en una rutina nuestros actos es perder el valor de existir. Hay que desnudarse de lo que se es para descubrirse a sí mismo, es la única manera de proveerse de los medios que se necesitan para ayudar a construir en los otros su ser. Darle sentido a lo que hacemos es también impregnarlo de emociones porque estas “trascienden y encuentran su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo” (Frankl, 2004). El acto educativo es un acto de entrega donde las propias emociones se funden con las que posee en quien busca sus aprendizajes dando lo mejor de sí en un proceso en el que se reconstruyen el uno y el otro. No considerar las emociones, muy propias de la naturaleza humana es perder el sentido de humanizar todo lo que encierra el proceso formador de un individuo. “Vivir -ser docente- significa asumir la responsabilidad de encontrar los medios a las cuestiones que la existencia –sociedad- nos plantea,

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