ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

CULTURA DE AMERICA LATINA


Enviado por   •  14 de Mayo de 2014  •  1.268 Palabras (6 Páginas)  •  315 Visitas

Página 1 de 6

La relectura del excelente libro de Carlos Fuentes, Valiente Mundo Nuevo , cuya primera edición es del año de 1990, me lleva a reflexionar de nuevo sobre el tema de la cultura y la política en América Latina. En su libro Carlos Fuentes expresa que “la continuidad de la cultura contrasta dramáticamente con la fragmentación de la política del continente. La crisis que vivimos es, en parte, resultado de nuestros fracasos políticos. Pero ha revelado, también, el vigor de la continuidad cultural a pesar de ellos. Ambos hechos nos proponen crear modelos de desarrollo que no estén reñidos con la continuidad cultural sino que, basados en ella, le den sentido y posibilidad a la continuidad política”.

Más allá de los acontecimientos políticos recientes que han mantenido la atención mundial sobre varios países de nuestro continente, y sin restar la importancia que tales hechos tienen, es necesario reafirmar que América Latina es una realidad compleja, no solo en el plano sociológico y cultural, sino también en el plano filosófico y ontológico, circunstancia de la que se deriva una serie de preguntas sobre América Latina y los latinoamericanos, antes, durante y después de la Independencia, que ciertamente tiene que ver con nuestras formas de expresión de la cultura y la política.

¿Formamos los latinoamericanos una cultura específica? ¿Existe una identidad común en que se fusionen los afluentes originarios de nuestro ser histórico y en que se integren las diferencias múltiples que nos conforman? ¿Constituimos un ser histórico individualizado que pueda ser reconocido como tal en su naturaleza y cultura, diferente a la naturaleza y cultura occidental, española, indígena o negra?

Estas preguntas interrogan al latinoamericano desde comienzos del siglo XIX, cuando es lanzado a la historia universal con independencia pero sin identidad, y con una especie de culpa originaria y de complejo acusatorio que perturba el entendimiento y la capacidad de análisis.

Muchos piensan que no debemos seguir deteniéndonos en ese punto, pues tal actitud lastima al mantener el dedo sobre la herida dolorosamente abierta. Así, se ha dicho, se estimula una rebelión constante de la mitad de nuestro ser sobre su otra mitad, manteniéndonos en forma permanente escindidos y desgarrados, avivando nuestros resentimientos contra una parte de nosotros mismos, atados a un pasado que nos destruye, en detrimento de un futuro que podría liberarnos.

El olvido de ese drama, piensan algunos, sería lo mejor para superar esa ontología del desgarramiento y para desatarnos de un problema particular que nos impide abrir las alas hacia un horizonte universal.

Frente a esas reflexiones convendría recordar que solo se es universal a partir de la afirmación de la propia singularidad histórica, sin la cual, cualquier intento de universalidad carecería de sentido y devendría una mera abstracción sin contenido, vacía por carecer de sustancia, por ser solo una construcción de la razón, sin tiempo y sin historia, como un teorema o una figura geométrica.

Además, solo es posible el futuro en sentido histórico, cuando se parte de un pasado que alimenta la identidad y el ser particular, cuyo desarrollo es, precisamente, la construcción del futuro, y cuando se ha fijado una cultura como sustancia, como naturaleza nueva en la que se han fundido los múltiples afluentes de nuestro ser originario.

Por ello es imprescindible responder a esas preguntas y volver la vista a ese ser desgarrado, muñón ontológico que nosotros debemos completar desde la distancia en el tiempo, pues solo desde él podremos recuperar la plena historicidad truncada por rupturas sucesivas.

Quizás sea el arte el espacio en el cual se ha venido consolidando en mejor forma esta síntesis, como tierra del espíritu en que se asienta y habita el genio creador del latinoamericano, en la poesía, la narrativa, la pintura, la artesanía, la música, y más recientemente la filosofía.

Es evidente que en estos dominios se ha venido creando una expresión propia de altísimo valor y calidad, y produciendo una cultura específica y una identidad portadora de valores universales, que nos identifica y distingue.

Mientras esto se produce en el plano del arte y el pensamiento, la contradicción se profundiza en el ámbito de la realidad social, política y jurídica. El constitucionalismo latinoamericano ha sido copia de los modelos europeos, superpuestos sobre un imaginario y una realidad pre moderna que no ha logrado transformarse.

Esta contradicción entre la ley y la realidad, entre el universo jurídico y el universo político y social, ha distorsionado nuestra vida republicana y dificultado la reafirmación de nuestra identidad.

En general, la transformación de las ideas precede a la transformación política. Así ocurrió con la Revolución Francesa. En Francia, los profundos cambios filosóficos del racionalismo y la ilustración derribaron los muros del medioevo cultural, axiológico y político.

En América Latina, las luchas de Bolívar y los próceres de las repúblicas americanas lograron la independencia de España pero continuaron atadas a la mentalidad de la metrópoli. Se dio una transformación de la situación política pero no de la cultura política, ni de la realidad económica y social. La estructura de la sociedad republicana de los países de América Latina siguió siendo la misma. La oligarquía criolla continuó con la misma estructura de dominación de la colonia.

Además, adoptó como propias, en el plano retórico y de las declaraciones constitucionales, las corrientes filosóficas y jurídicas de la ilustración y del derecho político europeo, sin tener la intención de adecuar la sociedad y los enunciados jurídicos. Se trataba más bien de decir lo que no se hace para hacer lo que no se dice. Esto ha hecho que la revolución inconclusa del siglo XIX haya continuado o tratado de continuar en el siglo XX y lo que va del siglo XXI.

En nuestros países los cambios contenidos en los textos constitucionales se han incorporado a nuestro sistema jurídico de manera formal y acrítica, sin que ellos correspondan a una transformación de la mentalidad dominante de la sociedad. Por eso los hechos no han sido la confirmación de las ideas, sino que estas han sido el esfuerzo para tratar de confirmar los hechos. Esto ha desfasado el pensamiento de la realidad y deformado la misma construcción de las ideas políticas.

Alguien ha dicho que las ideologías en América Latina son religiones laicas y sus ideólogos políticos, dice Octavio Paz, neotomistas tardíos. La historia de nuestros países ha sido principalmente la historia del poder, y las instituciones más que fuente del poder y ámbito de su legitimidad, el instrumento para transformar sus abusos y excesos en formas y actuaciones con apariencias de legalidad.

Ante una situación semejante, de lo que se trata es de impulsar la construcción de una realidad en la que se adecuen la práctica política y el mundo jurídico descrito en las constituciones. Pero sobre todo, se trata de construir una cultura política afirmada en una conciencia colectiva en la que las leyes y las instituciones sean asumidas como la causa y el cauce del poder y la política social, como su objetivo y razón de ser.

Ni el poder es un ejercicio arbitrario y absoluto, ni las constituciones y las leyes son artificios para ser violentados y manipulados por el poder. Mientras América Latina ha realizado una extraordinaria creación cultural en el arte, la literatura, la pintura y sobre todo en la variedad y riqueza de la música popular, en la política la repetición del pasado en los abusos de poder y el ejercicio arbitrario y absoluto del mismo por los caudillos que regresan siempre, ha confiscado nuestras posibilidades históricas y hecho del futuro el pasado que vuelve. Mientras la cultura vive en su diversidad, la política fragmenta en su repetición. El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

...

Descargar como  txt (8 Kb)  
Leer 5 páginas más »