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PRACTICA DOCENTE

quimclass23 de Septiembre de 2014

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TRASMISIÓN CONCEPTOS NO CLAROS PARA EL DOCENTE

Del profesor preuniversitario y universitario se espera que posea saberes y conocimientos disciplinarios necesarios de la materia que imparte. Por ello, su perfil se basa en su formación profesional con el fin de evitar errores y significados equivocados en el ejercicio de la práctica docente. También se desea un dominio de técnicas y métodos pedagógicos adecuados en el desarrollo habilidades de facilitador, que logre en sus alumnos la apropiación de los contenidos académicos.

Sin embargo no es poco frecuente observar a profesores que trasmiten conceptos erróneos, vagos, imprecisos o equívocos a sus alumnos. Al respecto Schwartz indica que al indagar sobre la concepción de ciencia, objeto de estudio y metodología científica se observaron dificultades en aspectos sustantivos y sintácticos de las disciplinas:

"Apuntan conceptos imprecisos y diversos en relación al objeto de estudio, lo que refleja una confusa concepción disciplinar y escasa reflexión teórica acerca de su definición, abordaje y campo de estudio" .

Así, encontramos un práctica docente de repetición de conceptos errados que ponen en evidencia una deficiente formación en los estudios de origen y esquemas de aprendizajes clásicos que resultan en incompetencias disciplinares. La conceptualización incompleta de saberes en los propios profesores, es uno de los principales obstáculos para una práctica docente eficiente y adecuada formación del alumno (Campos , 1999).

FORMACIÓN PROFESIONAL EN MÉXICO: DEVENIR HISTÓRICO

En el devenir histórico de las universidades latinoamericanas, los cambios sociales transformaron, de manera significativa, la imagen y práctica del docente (Vaillant , 2007). Es por ello que en este trabajo se analiza el proceso de la formación disciplinar profesional de los docentes, en función de las condiciones de orden demográfico, socioeconómico, político y cultural en que se situaron las instituciones académicas de nivel superior en México, mismas que dieron lugar a la aprehensión de nociones y definiciones bajo el esquema de ideas normalizadas e “imprinting cultural”.

Durante el periodo de surgimiento de la matriz básica del sistema universitario mexicano (1910-1960) la docencia estaba a cargo de prestigiosos profesionales poseedores de un imprinting cultural por sus reconocidos conocimientos cultivados y transmitidos en el aula escolar (autoridad epistemológica), respetados por sus estudios realizados (portar autoridad legal) y privilegiar las experiencias, los valores sociales y culturales, característica fundamental de la práctica pedagógica y la ética profesional del educador (autoridad deontológica) (García , 2007), dando lugar al modelo «profesional-catedráticos» de exposición de lecciones magistrales fundamentadas en su práctica profesional, donde congregaba discípulos para formar cuadros y «escuelas», en un modelo de universidad elitista. Durante la década de los 60´s las «escuelas» generaron «academias» conformadas por académicos de tiempo completo dedicados de manera exclusiva a la docencia y la investigación en un campo disciplinario, creándose el modelo «catedrático-profesor»; recién egresados que no ejercerían la profesión en esferas de actuación del campo laboral por quedarse “atrapados” en la academia. Estos académicos de excelencia y prestigio en su propio campo disciplinar dieron lugar a un novedoso campo laboral: el profesional académico (Aguirre , 1989). Estos académicos, formados por eminentes profesionales-catedráticos, dedicados a la investigación presentaban un capital cultural muy diferente, sin experiencia en el campo laboral y sin formación pedagógica fueron los responsables de formar a las futuras generaciones, trasmitiendo los saberes disciplinarios teóricos que, con el paso del tiempo, se fueron repetidos por quienes abrazaron la docencia como profesión en los niveles medio y superior.

En la década de los 60´s, se inició el tránsito de universidad elitista a universidad de masas. En esa época, la educación superior nacional franqueaba dos procesos sociopolíticos simultáneos:

I. Expansión desordenada de la matrícula consecuencia de la burocracia estatal para atender de manera parcial la creciente demanda ciudadana de educación

II. Un movimiento estudiantil a nivel nacional en demanda, entre otras, de mejores condiciones educativas; una educación de calidad brindada por el ‘Estado educador’.

Durante esta época de movilización estudiantil y social, se enfrentaron dos proyectos de sociedad y de educación: uno burocrático-autoritario defensor del ‘Estado de derecho’ y del orden establecido por el régimen de la Revolución Mexicana y otro democrático-ciudadano en defensa del derecho a la educación y a su democratización (Jiménez Nájera) . La expansión acelerada de la matrícula en este periodo es impuesta por el gobierno mexicano (Semo , 1989) (Pérez Tamayo , 1992) y se da de forma poco planeada (Gil et al , 1994), lo que se traduce en cierta improvisación y precarización educativas. La respuesta represiva del gobierno a las demandas ciudadanas de los grupos estudiantiles desembocó en el movimiento de 1968 y, en un intento por sofocar el descontento social, el Estado inicia la aceleración del crecimiento de la matrícula y la aceptación de la autonomía de varias universidades estatales (Solana et. al., 1981).

La expansión inducida por la burocracia estatal hasta 1982 que, sin valorar las consecuencias, presionó a las IES a expandir su matrícula a toda costa, sin contar con las condiciones mínimas para ello (Pérez Tamayo19, 1992). Se intensificó la apertura de centros educativos en una «masificación del sistema de educación superior», trayendo consigo un nuevo imprinting cultural en quienes abrazan la docencia como profesión, implantándoles la normalización que elimina toda discusión, en un marcado conformismo cognitivo e intelectual que, sin lugar a dudas, para los docentes resulta bastante cómodo divulgar y transmitir, de generación en generación, nociones y definiciones aprehendidas. Así, se conformó un nuevo docente universitario, poseedor de un capital cultural muy diferente al del profesor clásico y sin experiencia en el campo laboral para encontrar su máxima expresión como profesor de carrera y otras categorías como son ayudantes de profesor de carrera, profesores de asignatura, ayudantes de profesor de asignatura y técnicos académicos que llevó a amplios sectores intelectuales a recurrir a la universidad como una fuente de trabajo privilegiada.

En los niveles de secundaria y bachillerato, el impacto de la masificación educativa vigorizó este novedoso y expansivo mercado laboral, el docente, que atrajo a profesionales desempleados y a jóvenes con estudios superiores (sin grado académico), con escaso nivel de profesionalización, carentes del capital social y cultural; con conocimientos imprecisos y/o confusos y sin experiencia docente y pedagógica por pecunia et laudis cupiditas (el deseo de dinero y fama como principal motivación para enseñar, (Astarita 2005) para convertirse en profesionales docentes asalariados. Sin actitud crítica y reflexiva sobre los conocimientos aprehendidos, ejercen una práctica docente limitada y reducida a ideas o definiciones que, sin analizar y discernir sobre su veracidad, repiten incan¬sa¬ble-mente año tras año, una y otra vez desde dife¬ren¬tes pers¬pec¬ti¬vas pero siem¬pre con¬ver-giendo sobre el mismo con¬cepto, en procesos discursivos (hablado o escrito) o en dictados tradicionales y prácticas memorísticas sin conceptualizar. Se enseña a pasar exámenes más no a pensar por sí misma. En un examen no se mide la comprensión, se mide la capacidad de repetir. “Si una men¬tira se repite sufi¬cien¬te¬mente, acaba por con¬ver¬tirse en verdad” (Carrizales , 1998)

A partir de 1982, la economía del ‘libre mercado’ y el Estado neoliberal, impuso en el ámbito educativo el modelo de mercado en las Instituciones de Educación Superior, IES, para refuncionalizar la educación basada en un ‘libre mercado educativo” y la ‘libre competencia’ (Banco Mundial , 1995) (OCDE , 1997), con la premisa fundamental de someterlas a un cuidadoso escrutinio en su gasto de operación, cuyo propósito podría hacer rentables los servicios educativos y reconvertir el sistema educativo al servicio de la industria, apremiando a las IES a buscar fuentes alternativas de financiamiento. En el actual paradigma de “educación de mercado” impuesta por el Estado, las humanidades, lo social, la cultural y las ciencias básicas y naturales fenecen ante la preponderancia tecnológica y los modelajes administrativos y económicos. Estas nuevas políticas de Estado llevaron a las IES a cambiar su función social por una de mercado, bajo nuevos esquemas de evaluación, eficiencia terminal, reducción y control de costos, competencias y pertinencia como parámetros de calidad. Esta tendencia que invade todos los ámbitos y niveles educativos da un giro de 180 grados a la práctica docente, donde ya no interesa la formación humana, los valores, la cultura, las ciencias, sólo una actividad técnica operativa eficientista al servicio del mercado y de la empresa capitalista. Se trata de interiorizar en el alumno los paradigmas socialmente dominantes, que haga el hacer dominante. Es decir, observar a la educación como método de alienación.

UNA EDUCACIÓN DE MERCADO: LA EDUCACIÓN ALIENADA

Si bien el proceso de alienación ha estado presente en todos los tiempos,

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